Plegaria | [Libre]

Yasahiro era un hombre creyente, aún si a algunos no se los parecía.

Kurutta se había dado cuenta de ello cuando comenzó a visitar la Iglesia de los Santos Claveles una vez al mes con sus hijos. Él decía que debido al trabajo no podía asistir con la frecuencia que le gustaría, pero Kurutta nunca supo si lo que decía era cierto o no. Después de todo ese no era su trabajo.

Pero hay veces donde Yasahiro peca, y parece dolerle tanto que evita pensar en Dios y en la religión. Prefiere ahogarse en alcohol y olvidarse de lo que ocurre. Prefiere apostar con otros borrachos, y cuando tiene un momento de lucidez se arrepiente. Va a la iglesia y reza para que se le perdone, solo para después repetir el ciclo.

Kurutta casi puede saber cuando va a ser uno de esos días.

Cuando Yasahiro llega temprano a casa y trata de sonreír mirando como Koinu, el cachorro que termino adoptando Kenji, juega con él en el patio. Cuando intenta desesperadamente comprender a Ichiro o cuando solo acaricia con cariño la cabeza de Shizue. Kurutta sabe que lo intenta, que no quiere recaer de nuevo, que tiene una razón en sus hijos para no hacerlo, pero cuando se hace más tarde y toma su abrigo el autómata comprende que, aún con su altura e intimidante postura, Yasahiro es un hombre débil. Nunca lo reconocería en voz alta, por supuesto.

Así que Kurutta esta a su lado cuando sale de casa. Caminan juntos hasta un bar solitario, donde bebe pasando desapercibido. Kurutta esta ahí para llevarlo de vuelta a casa sano y salvo. Sus hijos lo esperan para desayunar panqueques al día siguiente. Cuando se da cuenta de que comenzará a llover insiste en volver a casa, y Yasahiro, sorprendentemente dócil gracias al alcohol y no petulante como de costumbre, acepta. La lluvia los sorprende por el camino de vuelta, y debido a la condición de Kurutta como autómata no se permiten ir más allá. Sabe que es para ahorrarse los precios del mantenimiento más que preocupación, pero no se queja.

Se refugian en la Iglesia de los Santos Claveles, y es ahí cuando Kurutta se da cuenta no que no la había visitado antes. Yasahiro no esta cómodo con ello. Visitar la iglesia cuando acaba de emborracharse no le parece adecuado, de modo que avanza; había mucho por lo que rogar un perdón hoy. Deja a Kurutta de lado.

—No hagas una idiotez— le reprende con voz ronca, y Kurutta asume que le esta dando permiso para explorar y curiosear. No hay mucha gente, en realidad. Tampoco es que sea muy tarde, pero a Kurutta le da la impresión de eso por que el cielo es más oscuro por las nubes y la sutil lluvia que comenzó a caer hace muy poquito, y por que debido a esto hay mucha menos gente que de costumbre.

Y explora un poco. Mira el techo tan raro que tiene, una cúpula alta y que cuya forma Kurutta pensaba no vería jamás en un edificio. Los ventanales son coloridos, aunque debido a la poca luz no puede verlos en su máximo esplendor. Los arcos que suavemente sostienen las paredes y las pinturas que ahí yacen le hacen comprender a donde han ido los donativos que personas como Yasahiro provee a la iglesia. O bueno, esas son sus primeras sospechas. No es que sea algo completamente malo, quizás.

Ese es el templo de Dios... O eso es lo que sus niños han dicho al respecto, pero le es confuso el termino. No ha tenido una educación en ese sentido por que parece ser el único ámbito en el que Yasahiro quiere enseñar a sus hijos. Kurutta siempre ha estado fuera de aquella ecuación.

Sabe de cosas básicas que sus niños a veces mencionan. Cosas como "Cuando muera seguramente podré conocer a mamá" saliendo de la boca de Shizue, que fue quien menos convivió con ella, le hacen querer aprender al respecto, ¿acaso había algo después de la muerte? Kurutta no estaba programado para tener una respuesta a la incógnita, quizás ni siquiera este hecho para planteársela en primer lugar, pero... ¿Pero esta mal querer aprender al respecto? ¿Cómo sabían que Dios existía? Mientras miraba pinturas y ventanales avanzaba sin mirar al frente, ¿Cómo sabían que orar y que pedir? Sabía que en ese momento Yasahiro estaría rezando fervientemente, ¿conseguiría algo con ello? Da tras pasos tras el pensamiento hasta que choca, sin querer, con alguien. Sus ojos se abren como platos.

Acababa de desobedecer a su amo sin siquiera darse cuenta de eso. 

—¡Lo lamento mucho!— susurro en un tono que casi roza la urgencia —No era mi intención... Es que no vi por donde caminaba...— se inclino hacía la persona a la que había molestado, cerrando con fuerza los ojos, solo abriéndolos para mirar de reojo a su amo, temeroso de que haya notado el pequeño incidente.

Notitu:

off:

"Sirva la presente para saludarle y a su vez informarle..."

El joven Nagarr escribía despacio, moviendo una pierna con nerviosismo y parándose cada dos por tres para observar el reloj de pared, las plantas de la esquina o los lomos de los libros que descansaban en las estanterías. Había sido un día largo, y el llevar un mes y algo sin poder relajarse a sus anchas le estaba pasando factura.

"... que, desde el año 1873 hasta el presente, el señor Symmonet Arsenault, Ilmo. director del Royal Albert Hall..."

Claro, todo eran sonrisas y buenas palabras cuando tenía el alcohol de su lado, o cuando tenía que fingir con elaboración que todo estaba bien y que todo era una maravilla y que los discursos preciosos que Howlett le preparaba, tan rimbombantes y plagados de eufemismos, tenía que creérselos para que el público también se los creyera. Jugueteó con la esquina del documento entre sus dedos, doblándola y desdoblándola a merced.

"... y coordinador del reciente evento en el Buckingham Palace..."

Al otro lado de la puerta de su despacho sonaron pasos y unos murmullos. Ah, ya era hora punta entonces. Cambio de guardia. El aclamado cuerpo de seguridad de Áberum, dirigidos por un ruso que hacía honor a sus estereotipos y que a su vez acataba las órdenes de ese demonio de hojalata. Como todos dentro de aquella casa. Jack mordisqueó con hastío el final de la pluma con la que estaba escribiendo, con la mirada perdida en la rendija de la puerta por la que se filtraba la luz del pasillo. No había que ser muy listo para darse cuenta de que el personal de servicio no estaba allí para servirle a él, sino a Joker. Solo había que ver cómo le trataban a él, como un mero objeto decorativo al que tratar con cuidado. Peor; como un mono de feria. Inspiró hondo y trató de retomar el escrito.

"... ha demostrado sus excelentes habilidades..."

Un pequeño simio  que danza y hace reír a un público ignorante a lo que pasa entre bastidores.

"... en la organiz-"

Con los nudillos blancos cogió la hoja de papel e hizo una pelota de ella para tirarla con brío contra la puerta. Resopló fuertemente y se puso en pie arrastrando la silla de golpe. Sonaron unos suaves golpes en la puerta

-¿Todo bien, señor?

Jack hizo un esfuerzo por serenarse y destensar la mandíbula antes de hablar.

-Perfectamente.

Se acercó a la pelotita de papel en la que había estado escribiendo y la recogió resignado. El tal Arsenault no tenía la culpa de nada. La alisó como pudo sobre la mesa y se sentó nuevamente con la intención de terminar la dichosa carta de recomendación. Era lo último que tenía que hacer ese día, una tarea sencilla. Y sin embargo le superaba. Demasiado ruido en su cabeza como para pensar con clarided las palabras que tenía que plasmar. Guardó la pluma en su caja. No iba a ser el fin del mundo porque una carta al Teatro Fellow se retrasara por un día.

El golpeteo de las primeras gotas de lluvia hicieron que se acercara al alto ventanal que tenía tras de sí. El día era triste y gris, como casi todos los días de Áberum. Típio clima inglés, neblinoso y húmedo. Aunque tenía que admitir que tenía su encanto. Alzó la vista al cielo encapotado y tras unos segundos dubitativos salió de su despacho. El guardia que tenía ante su puerta se le pegó al culo enseguida, como era de esperar, pero el joven Nagarr no aminoró el paso.

-¿A dónde se dirige, señor Nagarr?-su tono era tranquilo pero firme.

Jack solo necesitó una visual rápida para identificar a Helmer Chapman. No le gustaba ese hombre, era demasiado eficiente; difícil sacárselo de encima. A lo mejor pedía un ascenso para él, para no tener que volver a verlo y en parte porque también se lo merecía.

-A la iglesia.

-¿No le sería más cómodo asistir a la capilla de aquí?

-No.

-No creo que el señor Joke-

El rubio se detuvo de golpe y lo miró directamente a esos ojillos oscuros e inalterables.

-Ni el señor Joker ni tú tenéis derecho a coartarme mi fe-soltó secamente, interrumpiéndole antes de que terminara la frase-. ¿Queda claro?

-Muy bien, señor-cedió tras un incómodo silencio-. Pero insisto en acompañarle. Por su seguridad e-

-Ya. Haz lo que te dé la gana...-masculló sin ganas volviéndose a poner en marcha.

Tras la caminata, refugiado bajo el paraguas que Chapman había insistido en llevar, se encontró finalmente ante la iglesia. Era una construcción maravillosa, de eso no cabía duda. Le indicó al guardia con un gesto que se quedara fuera, en la entrada, y atravesó el enorme portalón de madera tallada. Al poner un pie en el interior del edificio, se sintió rápidamente embriagado por la paz que desprendía el lugar. Siempre resultaba reconfortante el encontrarse entre las altas paredes de piedra. Le gustaba pasearse entre los tapices y relieves, observando las expresiones de las figuras y descubriendo nuevos detalles en cada visita. Apenas había un par de personas esa vez. Hubiera preferido que estuviera vacía, pero mientras respetaran el silencio no le importaba demasiado. Avanzó por el pasillo central, con sus pasos haciendo eco. Se detuvo brevemente a observar el altar principal, el más brillante y en el que se habían invertido más fondos, pero desde luego valía la pena solo por la visión que ofrecía. Cuando se giró para sentarse en uno de los bancos, un crío de cabello negro chocó contra él. Logró mantener el equilibrio como pudo, y de manera casi instintiva le agarró del brazo con brusquedad. Ignorando los susurros desesperados, no tardó en identificar qué era por el extraño olor que desprendía y por lo que le había dolido el golpe. Le puso una cara de hastío, mirando sin verlo, y suspiró cansado. Observando a su alrededor al par de personas que había ahí, alzó la voz lo suficiente para ser escuchado.

-De quién es este autómata-dijo sin soltarle el brazo. No estaba alterado, solo con un sentimiento de fatiga y molestia enormes. Habían interrumpido uno de sus escasos momentos de paz de un modo harto desagradable, y no iba a dejarlo ir tan fácilmente.

El Joker permaneció en silencio, impertérrito. No parpadeó, no se movió, ni siquiera fingió que precisaba respirar. En esos momentos tenía ganas de acabar con alguno de aquellos dos varones. Tal vez con sus propias manos, tal vez encargándoselo a alguien de confianza. Pero claro, con esa pérdida también desaparecerían las habilidades del doctor Holst y las influencias de Solomon, y eran peores las pérdidas que los beneficios en esa situación... ¿Qué hacían con el dinero, de todas formas? ¿Lo usaban como combustible para la calefacción del orfanto? ¿Lo regalaban a amigos y vecinos? ¿Se limpiaban el culo con él?.

- ¿Se encuentra bien? -preguntó el doctor Holst, rompiendo el incómodo silencio que se había creado en la sala en la que se encontraban. La lluvia había sido un contrapunto perfecto para aquella pausa. Por el tono de su voz parecía realmente preocupado. El Joker parpadeó por primera vez desde que habían comenzado a suplicar por dinero, y todavía sin moverse, miró primero al cirujano, después al religioso, sin decir nada.
- Estoy al tanto de que se han cerrado nuevos acuerdos de negocios que benefician a la casa Nagarr...

El autómata entrecerró los ojos: no se les escapaba una. Esta gente tenía tiempo para todo: ciencia, fe, negocios. Nunca dejaban de sorprenderle los individuos que, necesitando dormir, conseguía hacer tantas cosas con su día a día. Levantó el índice de la mano izquierda, que hasta el momento había estado apoyado en sus labios.
- ¿Y si plantean entre sus más altos allegados organizar una fiesta benéfica? Todos salen ganando: se obtienen beneficios, la imagen de la Iglesia mejora, la gente se lo pasan bien, y, lo más importante, la casa Nagarr no tiene que aportar ni una libra.
- Eso no...
- No es mala idea - el doctor Holst no dejó acabar la queja a Solomon-. Si le damos algo de lo que hablar a la prensa, probablemente dejen de elucubrar sobre otros asuntos. Pero no nos vendrían mal más fondos, últimamente están siendo un poco más insistentes de lo habitual.
- Veré lo que puedo hacer respecto a eso.
- Entonces no hay más que hablar -dijo Solomon.
- Nada más. Gracias por su tiempo -el Joker se levantó, dejando a los dos hombres charlando sobre solo Dios sabe qué.

El autómata salió por una de las puertas que daban a una de las naves laterales. Podría volver a casa, sentarse tranquilamente en su despacho, y ponerse ahí a revisar cuentas. ¿Cuánto del presupuesto se había destinado a la prensa? ¿Es que lo único que quería la gente en este mundo era dinero? La Iglesia, la prensa, los empresarios...

Se sentó en uno de los bancos de las primeras filas de la nave central. El ambiente de la iglesia era realmente agradable, eso tenía que reconocerlo. El silencio, el suave rumor de la lluvia, el colorido grisáceo de las vidrieras un día nublado. Alguien le había contado una vez que las iglesias tenían un olor especial, un olor que reconfortaba. Una lástima no poder disfrutar de ese detalle. Reconoció al doctor Yasahiro, sentado a escasa distancia, y aparentemente perdido en sus plegarias. Holst le había hablado de él. ¿Holst tenía tiempo también para los cotilleos, o es que todos los médicos se conocían? Padre de tres críos, viudo, relativamente recién instalado en Áberum. También le habían contado que había hecho una adquisición en Polaris. ¿Se lo habría traído consigo? Sentía cierta curiosidad por ver los nuevos modelos que ofrecía la compañía.

Y en medio de aquel silencio, la voz de Jack. "Oh, con que estás aquí, joven señor Nagarr". Mejor en la iglesia que en una asquerosa taberna, eso sin dudarlo. Tocó con delicadeza el brazo del doctor y compuso su sonrisa más amable.
- Caballero, siento interrumpirle, pero creo que alguien le reclama -con un gesto señaló a Jack y al joven que éste tenía agarrado, probablmente el autómata perdido-. De nuevo, mil disculpas.

Aprovechó para hacerle un pequeño gesto a Jack con la mano, saludándolo discretamente con una sonrisa divertida. Tenía pinta de estar enfadado, y quería ver cómo reaccionaba a la situación.

off-rol:

El agarre sobre su muñeca lo hiso elevar ligeramente la mirada con cierta alarma, pues evidentemente su disculpa no sería suficiente para obtener el perdón del hombre adulto al que había chocado. El hecho de que su naturaleza como autómata hubiese sido descubierta en a penas unos segundos lo hicieron sentir, además, un poco vulnerable. Lo peor no era haberse topado con él, sino el hecho de que este buscando a su propietario. Yasahiro no iba a estar nada contento, y Kurutta ya se encontraba lamentando el haberle pedido acompañarlo.


Sus plegarias estaban casi opacadas por sus arrepentimientos y las cosas que le molestaban. No le había ido bien en el trabajo y estuvo a punto de perder a uno de sus pacientes y casi pierde la compostura delante de sus compañeros. Había flaqueado, y eso casi ocasiona una muerte, algo que quedaría marcada como un estrepitoso fallo en su carrera. Sus plegarias eran más para mantener la reputación que se había hecho, no para salvar a un hombre que había acudido a él cuando sus días estaban contados tras pelearse con un borracho en un bar.

A veces simplemente pensaba que habían personas que por su estupidez merecían morir. No es algo tranquilizador escuchar eso de un médico, pero no había nada que hacer al respecto, además de cierto autómata realmente no había nadie que supiese su desagrado por aquellos que no eran de utilidad.

Podría haber continuado con sus plegarias en aquella paz que sus sentidos adormilados por el alcohol le traía, pero el tacto sobre su hombro lo hiso reaccionar. Por unos escasos segundos casi pensaba que se trataba de Kurutta, que seguramente habrá pensado que estaba dormido, pero no fue así.

El alcohol prácticamente parecía haberse evaporado de su cuerpo a penas reconoció a la figura sentada a un lado suyo; Joker, uno de los hombres más poderosos de Áberum, solo por debajo del gobernador -o eso creía-. Le saludó de manera cordial antes levantarse.

—Señor, buenas tardes...— saludo antes de cualquier otra cosa con un ademán educado... Aún en su estado —No importa, en realidad se le agradezco, suelo perderme en mis plegarias— dijo con una semi sonrisa antes de seguir su mirada, sintiendo que su mandíbula se apretaba de ira "Mierda" pensó en el momento; lo único que le había pedido era no hacer una idiotez, y ahora esa hojalata había ido a meterse con nada más y nada menos que el mismo gobernador —Si me disculpa...— mencionó cortés, antes de aproximarse hacía el rubio con paso firme, aunque al comienzo pensó que el suelo se movía bajo sus pies debido al alcohol que aún no lo dejaba tranquilo pudo erguirse satisfactoriamente.

Lo último que quería es que, además de que su autómata le ocasionara problemas al gobernador, este terminará encontrándolo en un estado tan lamentable. Sospechaba que lo descubriría a penas verlo, pero al menos no quería dar la imagen de un borracho de la calle, ni mucho menos.

En cuanto estuvo lo suficientemente cerca pudo notar la alarma en el autómata; debía de estar bastante preocupado si se olvidaba de pretender que no le había aprendido las mañas a sus hijos, como si pensará que fuese tan gilipollas para no notarlo. Lo ignoraba por sus hijos, pero no dejaba de parecerle absurdo.

—Buenas tardes, señor Nagarr— inició con un tono respetuoso y tranquilo que le habría puesto los pelos de punta a Kurutta si este tuviese dicha programación, eso y la información recién obtenida le hiso recordar el provenir del nombre; Yasahiro no iba a dejar pasar esto así como así —Este de aquí es mi autómata, ¿ha ocasionado algún problema?— puso su mano sobre el hombro del pelinegro como para remarcar que era de su propiedad. Aunque su sentido del tacto no era el mejor algo podía captar, y eso era ira. Abrió su boca para decir que había sido un accidente, pero tras una severa mirada de su amo volvió a cerrarla. Incapaz de hacer nada simplemente agachó la mirada con cierta preocupación creciendo a ratos.

Notitu: