mes 5 minutes de gloire (libre)

Suspiraba con pesar casi todos los días desde que me vi atrapada en esta ciudad, odiaba ese maldito clima frio que me obligaba a quedarme en rincones abrazándome las piernas en busca de algo de calor corporal.

Ese día en especial había tenido que salir de “casa” gracias a mis ropas, porque de nuevo habían creído que era alguien que vendía el culo por unas cuantas monedas… que en teoría era justamente lo que hacía, pero por muy desesperada que estuviese. Mi “tesorito” no estaba en venta por ningún motivo… por ahora... eso creía… aun no quería pensar en ello.

Intenté cubrirme mientras deambulaba por las calles intentando buscar comida, apretaba los dientes de vez en cuando justo cuando el aire te hacia temblar en un simulacro de hipotermia putain de riches bâtards ... dije en voz baja al percibir el aroma a comida de algún lugar cercano a donde estaba.

Mire al cielo buscando una distracción a mi hambre que ya se estaba haciendo algo imposible de ignorar, las nubes esponjosas y grises eran un claro indicador de que la noche ya había llegado a su final aparente, aunque no por ello el clima fuera a mejorar pronto. Volví a concentrarme en buscar comida entre los contenedores de basura… no era lindo, pero al menos no estaba robando nada que alguien pudiera extrañar.

Pudiendo encontrar un pedazo de pan duro, me lo llevé a la boca mientras intentaba esconderme de alguien que me pudiera reñir por estar hurgando en la basura. Podía oír a la gente que empezaba a moverse para ir a su trabajo o como mínimo estaban preparando el desayuno… al fin y al cabo estaba en la zona rica de la ciudad, seguramente los adinerados tenían gente que trabajara para ellos.

Volví a suspirar aunque en esa ocasión por frustración, si no fuera por que apenas y entendía el idioma que la gente usaba aquí, ya hubiera podido juntar varias monedas y comprarme algo de comer… en cambio… estaba escondida en un rincón comiendo un miserable pan duro.

Hola tu que viniste a leer:

- Entonces hay trato ¿no?
Sonreí sutilmente al percibir un ligero temblor en la voz del señor Hán y le miré a los ojos. Guardé un par de segundos de silencio, disfrutando de aquella victoria. Llevábamos una larga noche discutiendo los términos y condiciones bajo los que aquel joven empresario comenzaría a distribuir té y otros materiales traídos de China en la isla, para lo cual tendría que tener el visto bueno de la regencia de Áberum. De lo contrario, podría deshacer todo el camino hasta Londres, e intentar ahí tener algo de éxito, si es que lo conseguía. Alguien con tan poca visión de negocio, pero tan buenos proveedores, eran susceptible de ser estafado, tal y como acababa de suceder ahora mismo.
- Hay trato – el señor Hán soltó el aire que tenía acumulado en los pulmones y se frotó los ojos. Una noche en vela le había pasado factura, se le notaba cansado-. Ha sido un placer hacer negocios con usted – me levanté de la mesa en la que las tazas de té vacías indicaban cuánto tiempo habíamos estado discutiendo en torno a ella, dispuesto a irme -. No necesito que nadie del servicio me acompañe a la puerta, gracias. Ha sido un placer.

Ya en la calle, supuse que el viento sería frío, por cómo la gente se agarraba a sus abrigos. Me recoloqué el mío, oscuro y discreto, abrochándolo hasta el cuello. Aunque no me hiciera falta, no tenía ganas de llamar la atención yendo con ropas demasiado ligeras. Todo había salido tal y como esperaba, y aunque aquel empresario oriental era testarudo, había terminado por ceder. Casi podría decirse que notaba un cosquilleo en la boca del estómago (si hubiera tenido uno).

A lo lejos vi a alguien rebuscando en los contenedores de basura, y no pude evitar poner los ojos en blanco. Era extraño ver a individuos en semejantes condiciones en esta zona de la ciudad, más todavía si se tenía en cuenta que la administración de la ciudad le había dado un jugoso incentivo a la Iglesia de los Claveles para que diera mejores servicios en el comedor social. No todo era tan bonito como lo pintaban en la ciudad, y más de un desafortunado llegaba a la isla pensando en labrarse un buen futuro, y, en fin… acababan como aquel muchacho: comiendo pan duro y probablemente mohoso en una esquina escondida. ¿Es que la guardia no iba a hacer su trabajo?

- Hey, tú – dije al llegar al rincón en el que aquel niño estaba comiendo su (un tanto miserable) desayuno. Me había dado un poco de lástima, y yo estaba francamente de buen humor, así que ¿por qué no hacer un poco de caridad? Al fin y al cabo, era un miembro honorífico de la Iglesia-. ¿No sabes que a pocas manzanas de aquí está el comedor social? Allí tendrías algo más apetecible que eso que te estés comiendo. Si no te vas ahora de aquí no creo que alguien tarde en llamar a los guardias, y no creo que te apetezca encontrarte con ellos. Sobre todo, tan temprano, cuando están aún algo borrachos por lo que habrán bebido la noche anterior…

Yuki revisó la bandeja con tres pares de pain au chocolat. Había estado practicando cómo hacer la masa él solo y quería llevárselos a monsieur Remy Levett, su jefe y maestro repostero, para que juzgase sus avances. El horno de su edificio no era tan bueno como el de la pastelería, ni de lejos podría permitírselo en una vivienda de los barrios burgueses, pero algo podía apañar. Los ingredientes tampoco eran de una calidad excelente, había dejado una parte de su sueldo en chocolate, pero por suerte el resto se los dieron a cambio de hacer un par de recados. No se consideraba buen regateador, pero si que el concepto de dinero le parecía un poco abstracto, prefiriendo cambiar un par de horas de trabajo por productos. Mickaell se preocupaba demasiado por si podía mantenerse bien él solo, él en cambio tenía más dinero del que le gustaría gastarse, siempre podría ahorrarlo para comprarle algún regalo…

La corteza estaba más tostada de lo que le gustaría, pero al cortar uno comprobó con alegría que se habían hecho bien. Dejó unos pocos en la cocina para el resto de inquilinos, el olor del horneado llegaría hasta las habitaciones de arriba del todo y, en breves, muchos de los trabajadores tendrían que levantarse. Sonrió al pensar que aquello les podría alegrar y hacer la mañana más amena. Empaquetó un par de dulces y aquel que había cortado a la mitad, los guardó en su bolsa y, tras enfundarse en su gabardina y recolocarse la gorra, salió a la calle con medio pastelito en la boca.

Había conseguido que no se resecase excesivamente, el hojaldre le había quedado ligeramente crujiente pero en general el dulce estaba esponjoso. La masa sabía quizás demasiado a mantequilla y seguro le había puesto una pizca más de sal de la que debería, pero con el chocolate en su opinión le había quedado de vicio. Una vez hubo terminado de ingerir la porción de dulce, sopló sus manos mientras las frotaba para entrar en calor. Se dirigió al lateral de su residencia y rebuscó su bici, la 3ª que le regalaba Mickaell tras haber perdido las primeras en alguna parte de la isla. Él no había tenido la culpa con la última. Tan solo debería haber pensado mejor no haberla llevado por los barrios bajos…

-Maldita sea. ¡Qué frío hace hoy!- soltó de repente, quizás en un tono demasiado alto para aquellas horas, mientras golpeaba con pies a ritmo de marcha el irregular suelo empedrado. Era comprensible que muchos de transeúntes ahora lo mirasen raro, en espacial algún tipo con aspecto resacoso.

En cambio, muchos de los dependientes de las tiendas le sonreían y saludaban amablemente. Daba igual lo que dijese Mickaell, aquel barrio tenía cierto encanto y sus residentes era agradables. Solo había que obviar de vez en cuando el jaleo general de los comerciantes y el pueblo llano, la diversidad de olores de sus desperdicios, las broncas a las tantas de la mañana… En fin, tampoco se podía ser tan estirado en esta vida. Allí le regalaban la fruta y verdura que les sobraba, ropa que ya no usaban… Era gente sencilla que trataba de vivir como buenamente podía y atendía bien a aquellos que les echaban una mano de vez en cuando.

Metido por un callejón, pretendía atajar hasta una de las calles principales para poder usar su vehículo. Se metió la otra mitad del dulce en la boca cuando le sorprendió encontrarse una peculiar escena. Al fondo de aquel agujero, parecía que una figura reprendía a un delgaducho mendigo. Con la boca medio llena, suspiró por la nariz mientras ponía los ojos en blanco. No había elegido el mejor momento para pasar cerca de los cubos de basura con comida en la boca y la salida congestionada, sus sentidos aumentados se lo estaban reprochado.

-Budo geh lof guarbias bierdan eu tiemfo com algo umo efo- balbuceó Yuki, aún con la boca llena. No le hizo falta estar demasiado cerca de los dos individuos para enterarse de la conversación y aunque pensaba pasar de largo, no se pudo resistir a responder a aquel tipo.

Sus ropas no parecían excesivamente caras, pero aquella forma de hablar… Aunque sus intenciones parecían buenas, le parecía feo el detalle de la guardia. Si, los había muy corruptos. Si, había algunos que eran los despojos de matones. Pero sabía que a los pobres en las calles ya les llegaba con sobrevivir como para que un tipejo de clase alta viniera con esos humos y advertencias. Bien podría ofrecerle algo de comer directamente. Yuki rebuscó en su bolsa uno de los paquetitos que guardaba, removiendo el tintineante contenido de forma ruidosa, tenía que hacer limpieza y recoger el contenido de su monedero… Rindiéndose a mirar para encontrar lo que buscaba, sacó uno de los dulces y se lo tendió al delgaducho joven mientras apuraba el pedazo que le quedaba a él en la boca.

-Ten, para ti- le dijo mientras extendía el brazo -. El caballero tiene razón, podrías ir al comedor. Comprendo que quizás te pueda dar reparo, así que prefiero que te quedes esto. Tengo otro, pero es para mi maestro. Este pensaba llevárselo a un buen amigo- insistió en su gesto para que lo cogiera. Sintió una ligera punzada de culpa al pensarlo, quería que Mickaell lo probara - peeero creo que tú lo disfrutarás más.

Se irguió y saludó al hombre con la cabeza mientras dirigía su bicicleta hacia la calle. En ese instante se paró en seco, al darse cuenta de con quién había estado tratando. Esperaba que la expresión de sus ojos no se hubiese notado demasiado. No creía que lo reconociese tampoco como parte de la guardia, ya que fuera de servicio vestía como cualquier otro joven trabajador de clase baja: botas y pantalones anchos, gastados, una gorra marrón a juego con su gabardina, que parecía casi un par de tallas mayor de la que necesitaba (cortesía del armario de Mickaell…).

-¡Señor!- saludó, ahora con una leve reverencia y un gesto quizás demasiado marcial, producto de la costumbre en la guardia... Aquel era Joker, el consejero del regente de la isla. Lo había visto en contadas ocasiones y Mickaell estaba a sus órdenes. El jefe de la guardia le había advertido que tuviese mucho cuidado con él… - Disculpe mis modales, no lo había reconocido.

UwU:

Estuve masticando mi panecillo con calma hasta oír a alguien hablando atrás de mi – لكن ماذا بحق الجحيم ؟!- tuve que fingir que me ahogué para corregir el tono de mi voz, aunque el susto era más que obvio que me lo había dado… no iba a mentir, no había entendido casi nada pero Alá estaba de humor por hacerme maldecir mi karma ese día desde temprano, porque alguien más se unió a la conversación… casi arquee una ceja al ver que me ofrecía un pan con apariencia de nuevo y fragante.  

Que me partiera un rayo si creía en la dichosa hospitalidad de esa gente, lo único que querían era que trabajara vendiendo el culo y no pensaba hacerlo… pronto. Me vi en la penosa necesidad de tomar aquel pedacito de cielo con aroma a chocolate… es decir, el posible medio de un secuestro… por que el caballero que me lo ofreció desde un inicio casi me lo metía a la nariz ante mi renuencia a aceptarlo.

Mi barriga casi rugía como león mientras esos 2 platicaban de vaya Mahoma a saber… me fue un enorme esfuerzo regresar aquel manjar en mis manos a su dueño original –ah…io…eh… nun…- le tomé la mano y le dejé el pan mientras intentaba explicar mi situación en mi raquítico ingles –yo hambre… con este mejor… J'apprécie, Monsieur- hice una referencia a la comida que ya tenia de antes pero estaba batallando por mantener mi manta cubriéndome así que no pude mostrar el pedacito de hogaza en mi mano.

Tuve que recordarme que tenia que modular mi voz antes de seguir en mi titánico esfuerzo por decirles “largo de aquí, yo llegue primero busquen su propia comida” –yo no… ehh… oublier comment dire… TENER… dinero… yo… a casa?- suspiré en frustración, vendería mi lengua con tal de poder hacerme poder entender en esa ciudad; ya me estaba preparando para escapar otra vez en caso de que no me entendieran y me quisieran llevar a algún barco de regreso a casa; tomé mi mantita y la aprete contra mí en lo que armaba mi plan de escape… bien Yubel… solo tienes que ser amable y patear partes nobles de ser necesario… algo de ruido innecesario solo para tener publico indeseado antes de salir corriendo y solo tenía que implorarle a Alá que no tuviera que implementar esta idea y fueran personas “amables” con el chico pobre que estaba desesperado por darse a entender.

Enarqué una ceja al oír a aquel crío hablar en árabe. Iba a ser complicado comunicarme con él si no compartíamos idioma... Compuse un mohín de disgusto y me crucé de brazos. ¿Qué hacer en esta situación? ¿Hablaría alguna otra lengua? Di unos golpecitos con la punta del pie izquierdo en el suelo. ¿Qué haría una buena persona en mi lugar? ¿Intentar expresarse a través de gestos? ¿Marcharse con una sonrisa lastimera? En ocasiones, ser empático se me hacía complicado.

Un tercero se unió a la prácticamente inexixstente conversación, ofreciéndolhombre que a primera vista tenía muy buen aspecto. ¿Un dulce, tal vez? La ausencia de olfato no me permitía identificar de qué se trataba: si simplemente era un "hojaldre" o estaba relleno de algo. Una pena. Quizás era algo tan empalagoso como las palabras del quizás aprendiz de pastelero. El saludo marcial de aquel hombre casi consiguió acabar con mi buen humor. Pensar en las jugosas comisiones que el señor Hán tendría que abonarle en poco tiempo a la casa Nagarr cosiguió mantener mi ánimo elevado.
- Sé un poco más discreto, por favor -entrecerré los ojos y esbocé una leve sonrisa, a la vez que sacudía un poco la mano. ¿Aquel joven aprendiz de repostero trabajaba en la Guardia, también? Tal vez tuviera que plantearme ajustar las cuentas y subir un tanto más los sueldos, si necesitaban dos trabajos para sobrevivir-. Mi objetivo era que no me reconociera nadie. Te agradecería que me guardaras el secreto, ¿sí? -di un par de golpecitos la visera de la gorra que llevaba bien encajada en la cabeza-. Y tú eres...-finalicé la frase con un tono ascendente, esperando que me diera su nombre y rango. Sería interesante saber a quién tenía delante.

Me volví a recolocar el cuello del abrigo y carraspeé. ¿Ahora qué? Un guardia-pastelero y un niño que no hablaba ningún idioma inteligible, al menos para mí hasta que le escuché decir un par de palabras en francés entre su terrible inglés.
-¿Hablas francés, muchacho? -me giré hacia el pobre chaval, dándole la espalda al otro varón, y ladeé la cabeza mientras hablaba en dicho idioma de manera fluida y sin una pizca de acento británico. No dormir tenía sus ventajas, estando entre ellas el disponer de una cantidad ingente de tiempo para dedicar a hobbies como aprender idiomas-. Ya imaginé que no tienes dinero y por eso estás en esta situación-chasqueé la lengua y me agaché un tanto, quedando nuestros ojos a la misma altura-. Supongo que lo que te dije antes no lo entendiste, así que te haré el favor de repetírtelo: a pocas manzanas de aquí tienes el comedor social: un plato caliente sin tener que dar nada a cambio. Tal vez te interese...-dejé la frase en el aire al ver que un par de guardias de Áberum bajaban por la calle, hablando en un tono más alto del apropiado para ser tan temprano por la mañana, un tanto alcoholizados, quizás. Con este frío no era extraño que la gente le diera a la botella tan pronto,hombretando mantenerse calientes mientras hacían sus correspondientes rondas. Miré divertido al otro joven antes de continuar hablando con el chiquillo-. No te recomiendo quedarte por esta zona, a los guardias no suele gustarles la gente de tu condición, menos cuando van tan "contentos" como esos que bajan por la calle.

spoiler:

-Kimura, Yuki- respondió al pelirrojo, susurrando con cierto resquemor, mientras se recolocaba la visera de la gorra con visible irritación. En efecto su gesto no había pasado inadvertido por el consejero, que por lo visto había salido de incógnito-. Guardia del Escuadrón Delta. No pretendía molestarlo. No diré nada más, pero me sorprendió encontrarlo aquí…- no parecía que ya le estuviese prestando mucha atención a él.

Notó con asombro cómo el joven mendigo le devolvía la napolitana. ¿¡En serio prefería un pedazo de basura!? Aquel gesto le había hecho dudar de sus capacidades como repostero… ¿Qué tendría de malo? ¿¡Tan exquisitos eran los mendigos de Áberum!? Deshizo su expresión de disgusto en cuanto lo escuchó hablar, había supuesto demasiado pronto que sabría inglés. Estaba claro que aquel era el motivo por el que había rechazado su amable gesto. El pobre creía que se lo tendría que pagar, puede que malinterpretara sus intenciones de hecho. En seguida rebusco en su cartera y sacó un par de libras, que depositó sobre el regazo del mendigo junto el paquetito con el dulce tras flanquear a Joker.

-No necesito... dinero, es… un regalo- dijo con el poco francés que sabía-. Gástalo en comida ¿vale?- terminó hablando más alto, en un intento quizás de hacerse entender mejor con su triste francés de pronunciación inglesa… Nunca le había gustado dar dinero a los mendigos. Muchos lo gastaban en alcohol, prostitutas o fumaderos, pero quería creer que alguien tan joven le daría un mejor uso. Trató de parecer lo más amable y menos amenazador que pudo, su gesto era sincero- Lamento no… poder hacer más que… esto- continuó, tratando de recordar las palabras en francés-, pero tengo que ir a… trabajar. Si… tú necesitas… ayuda… busca el 'Fleur de myrtillier'. Buena… suerte, muchacho- terminó de conversar con el joven mendigo en francés, se levantó antes de que pudiese devolverle el dulce y apuró el paso hacia la salida del callejón con su bicicleta al lado. Quería librarse cuanto antes de aquel lugar, sentía que el olor estaba empezando a quedársele pegado en la ropa, lamentaba no haber ido por las calles principales…

Se frenó en seco y miró de reojo a Joker cuando volvió a mencionar a los guardias. ¿Qué sabía él de la gente de su condición? Malditos fuesen los nobles y su maldita condición. Notaba su ira crecer cada vez que escuchaba el tono de superioridad de aquel individuo hacia el mendigo. Sin embargo contuvo su irritación, no podía permitirse estar a malas con alguien de su posición. Pero era cierto que dos guardias bebidos se estaban acercando. Ah, y a él no le caían muy bien aquellos dos. Tenían el ego muy subido, eran irresponsables y groseros. Seguro abusaban de su poder… pero se le estaba ocurriendo algo para sortearlo. Deseaba que funcionase, porque las otras opciones que se le pasaban por la cabeza en aquel momento no le gustaban. Mucho tendría que interceder Mickaell para que lo pasasen por alto (no sería la primera vez, lo que le había traído molestos comentarios por parte del resto de la guardia) y no quería ganarse enemigos entre sus compañeros, o se vería obligado a librarse de aquellos potenciales problemas de forma más drástica…

-Siempre podría acompañarlo usted hasta allí, señor- le espetó a Joker, con toda la buena educación que fue capaz de concentrar en aquel momento-. Si le preocupa su seguridad, estoy seguro que los guardias entenderán la situación si lo acompaña alguien de su categoría- continuó, tratando de mantener un tono calmado y amistoso, sonriendo de forma despreocupada ante la amenaza de toparse con los guardias ebrios-. Podría escoltarlos yo mismo si así lo desea, me queda de camino- veía acercarse cada vez más a los guardias. Él podía irse de allí sin más, podría pasar inadvertido si no se paraban a mirarlo con demasiada atención. Se estaba poniendo nervioso-. El caso es si el muchacho quiere ir ¿No?

YaY:

Les mire discutir en su idioma y apenas entendía media palabra… que me partiera el culo un rayo ¿Por qué demonios no sabia el idioma ya? Fácilmente podría decirles que me dejaran sola pero como no sabíamos comunicarnos… había que inventarme una justificación para golpearlos hasta que se desmayaran… o algo así.

Estuve levantando mi puño escondido en mi capa, tratando de calcular cuanta fuerza debía de emplear para sacármelos de encima pero desistí al oír al primer sujeto hablarme en un idioma que si conocía; abrí la boca de la sorpresa pero no pude pensar claramente en un buen rato incluso caí en cuenta que tenia la boca abierta cuando me explicó sobre el comedor… tentador, pero no.

Seguí con la mirada su objetivo, ya los conocía de un par de veces antes… a veces me permitían quedarme siempre y cuando no sospecharan que estaba prostituyéndome en las esquinas de esa zona, a veces daban risa pero dependía de que tan alcoholizados estuvieran según fuera su flexibilidad para conmigo.

Y de nuevo sin que pudiera preverlo me habían dado mas comida incluso hasta dinero, ¿¡QUE MIERDAS TENIA ESTA GENTE EN LA CABEZA COMO PARA DAR LIMOSNAS ASI COMO ASI?!, podía oír al hombre de cabello oscuro hablando en francés algo torpe pero al menos podía entenderle mejor que si me hablaba en inglés.

Podía notar que algo no iba bien y se ponía peor cada que aquel par se acercaba, ambos se hablaban ligeramente molestos entre si o con la situación, así que hice lo que consideré correcto en ese momento –Dile a tu amigo que acepto el pan pero ese par me quitara el dinero tarde o temprano, así que no puedo quedármelo- diciendo eso le entregue las monedas al hombre de la bicicleta antes de volverme a donde estaba el que me entendía –puedo ir con ustedes a donde dices; si no les molesta claro… aunque decir verdad creo que lo vi en alguna ocasión antes…- dije sin estar muy convencida del todo, así que me rasque el mentón unos segundos… aunque donde me hagan adorar a su dios pagano… tendría que enseñarles el islamismo a base de piedras… aunque ese detalle me lo quedaría para mi propia conveniencia.

Me quite la manta de encima de los hombros y se lo arrojé en la cara de aquel hombre con la marca extraña en su mejilla –Anda hombre, empiecen a moverte antes de que te encuentren- solo esperaba que al quitarme mi capa no me juzgaran de exhibicionista… aunque para empezar lo que me había puesto en ese lugar eran mis ropas.

No era ciega y entendía de sobra que cuando el joven del parche había hecho ese saludo marcial era por que ambos eran figuras de autoridad en la ciudad PERO… en teoría yo no era ni por asomo una residente de esa isla así que podía fingir demencia y nadie se enteraría de nada; me giré al tipo de la bicicleta y le dije tratando de disimular mi risa contenida por esa travesura anterior, usando mi mejor ingles que podía pronunciar -vamos, vamos- como no podía ver al otro hombre sin que me empezara a dar risa, solo atine a comer el pan que me habían regalado antes –chocolate, muy bueno…- bien… solo lo había probado 2 o 3 veces antes pero el cacao era un gusto culposo que era jodidamente imposible de olvidar.

Enarqué una ceja ante la sugerencia del asiático, manteniendo el gesto  impertérrito. Tuve que hacer un esfuerzo para contener una carcajada. Se le notaba un tanto tenso, aunque intentara mantener una actitud tranquila y despreocupada.
- Yo entiendo que querrá ir, y no seguir aquí comiendo a saber qué cosas... -miré con ligero disgusto lo que fuera que el otro tenía entre las manos, aunque fuera un gesto un tanto impostado: al fin y al cabo, por mucho que uno leyera sobre sabores, estaba seguro de que no era ni por asomo parecido a degustarlos. Entrecerré ligeramente los ojos y sonreí ampliamente. Una sonrisa ensayada mil veces ante el espejo, hasta lograr que fuera indistinguible de una sincera-. Si estás dispuesto a escoltarnos, por mi parte, ningún problema. Estaré encantado de que un joven guardia cumpla con su deber, aún estando fuera de sus horas de servicio.

Esperé, estoico, a que el mendigo se decidiera de una vez, y, como no, aceptó la oferta. Era un poco lamentable su situación: le daban un par de monedas, y al momento tendría que despedirse de ellas... Me golpeé el labio un par de veces con el índice y el corazón: igual sí tendríamos que revisar los sueldos de la guardia, al menos los de esta zona. Uno de pastelero, otros  robándoles a mendigos. Eso, o hacer más severo su entrenamiento, en el caso de la pareja que se acercaba.

Mentiría si dijera que no me esperaba algún gesto desagradable por parte de aquel crío que nisiquiera hablaba nuestro idioma. Paré la manta que me lanzó de un modo tan poco amistoso con un movimiento seco. Y eso que le estaba ofeciendo un plato de comida caliente, en fin, su educación dejaba bastante que desear. Escuché su inglés malamente pronunciado y me limité a poner los ojos en blanco, para enseguida volver a componer una expresión más amigable. Al fin y al cabo, era miembro de la Iglesia, y tenía que dar una buena imagen de la misma.

Me puse en marcha en dirección al comedor, al paso que marcaba el chaval, que ahora, por lo que se veía, sí que disfrutaba del dulce que le habían regalado.
- ¿Chocolate? Una pena no poder probarlo. ¿Qué tal está? -dije más al aire que para los otros. Continué hablando en francés, para que el menor pudiera entenderme. El de la bicicleta parecía que lo chapurreaba también, así que perfecto, estaba bien tener un idioma común, para que el paseo no se hiciera aburrido.

Pasamos junto a los guardias, que se quedaron mirándonos de un modo un tanto indiscreto y nos hicieron un gesto para que nos detuviéramos. La imagen que debíamos dar tenía que ser cuanto menos, curiosa. Sonreí levemente y les devolví la mirada con un gesto diverdito, saludándoles con una leve inclinación de cabeza.
- Disculpen caballeros, ¿les molesta est...?
- Me molesta que me interrumpan cuando voy a algún sitio. Gracias por preguntar -el interpelado debió tardar unos segundos más que su compañero en darse cuenta de con quién estaba hablando. Fue gracioso ver como en su cara desfilaron una tras otra la sorpresa, la confusión y la vergüenza.
- Yo, lo siento, señor...
- Que tengan un buen día. Continúen con su ronda, por favor- reanudé la marcha y miré con sorna al tal Kimura Yuki-. ¿Menos preocupado?

off-rol:

Aun con las monedas en la mano miraba a aquel par de guardias, entre preocupado y molesto. Yuki sabía que muchos aceptaban sobornos, que miraban hacia otro lado. A él no le encargaban tratar con tanta delicadeza a los objetivos, Mickaell le hacía encargos concretos y nunca se había topado con nadie que mereciese la pena perdonar, menos por unas míseras monedas. Pero aquello de que le quitaban el dinero a los mendigos… Le revolvía las entrañas. Algo dentro de él tenía ganas de morderles la yugular hasta que se ahogaran con su propia sangre.

Resopló mientras asentía a Joker. Que aceptasen ir con él lo tranquilizaba. Por un lado resolvía el asunto de un encontronazo con aquellos dos, que si eran suficientemente listos se darían cuenta de quién lo acompañaba. Por el otro, aseguraba que el mendigo no sufriese ningún percance y además tuviese una comida decente, quizás incluso pudiese preguntar por algún albergue, algún sitio seguro donde hospedarlo… Casi no pudo evitar sonreír al ver que el mendigo lanzaba su manta a Joker. ¿Que temía su seguridad por ese gesto? Si. ¿Que un gesto tan irreverente relajó la tensión del momento? También. Le llamó la atención por un momento la figura del mendigo. ¿Qué edad tendría? Había algo que… Negó con la cabeza. Demasiados olores abrumaban su olfato, no estaba seguro de identificarlo por ese método.

-Fantástico- dijo en francés -. Síganme… entonces por… aquí- redirigió mientras lo decía su bicicleta a la salida del callejón. El inglés del joven era terrible, como su propio y deficiente francés. ¿Le habría pasado a él igual cuando estaba aprendiéndolo? Solo habían pasado un par de años, pero creía desenvolverse con soltura tras unas cuantas sesiones intensivas de Mickaell, era un maestro severo… No pudo contener su ilusión de que lo felicitase alguien por su trabajo, y respondió al mendigo con una amplia sonrisa -¿Verdad? ¡Es maravilloso!- continuó en francés - Cuando yo… esto… probé la… primera vez, yo… me enamoré de él- dijo emocionado. Era uno de los mejores recuerdos de su vida. Al poco de rescatarlo, Mickaell lo había llevado a su ático. No quería que nadie lo viese hasta tener sus papeles en regla y "enseñarle modales". El guardia tendía a un Yuki desnudo y envuelto en toallas (de aquella aún se subía al tejado durante las noches de lluvia) una taza de chocolate caliente. Era de color raro, oscuro y denso, pero sus tripas se regocijaban con su olor. Aquella cosa tenía un olor especial, intenso y reconfortante. Le recordaba a aquel guardia que lo salvó.

-Es… ligeramente… ¿seco?- trato de explicar en francés, pero lo descartó por un momento, ya que muchas palabras no le saldrían en francés. Joker había captado su interés al decir aquello. ¿No podía comer chocolate? ¿Cómo? ¿Por qué? Aquello era una verdadera desgracia -, pero untuoso- volvió al francés -. Se funde con… calor en la… boca. No es tan dulce como el caramelo- necesitaba seguir en inglés -. Quizás… es más similar al anko…- susurró para sí en inglés -Bueno, la pasta de judía en Japón. Es sabroso. Apetitoso, pero con intensidad- empezaba a sentir que tenía que poner más atención a las descripciones de monsieur Levett de los sabores mientras preparaban los dulces... Se podía ver cómo se concentraba y hacía gestos con la mirada o los dedos mientras buscaba recordar las sensaciones del sabor, con un entusiasmo casi infantil -. Podría decir- se interrumpió en cuanto los guardias les indicaron que se detuvieran. Casi había olvidado a aquellos dos con la emoción.

Compuso un mohín de disgusto, casi de asco, al mirarlos. Trató de pasar inadvertido, recolocando la visera de su gorra hacia abajo, cubriendo un poco su rostro. Chiscó la lengua y suspiró mientras empezaban a hablar. Le sorprendió sin embargo la reacción de Joker, que los dejó con la boca abierta. Se felicitó por haber logrado llevar consigo a tan alto cargo de la isla.

-Mmm, si…- respondió a Joker, con una inclinación de cabeza, que bien podría tomarse como un asentimiento o un gesto de agradecimiento. Parecía haberse percatado de su incomodidad con sus compañeros de trabajo y haberle hecho gracia el encontronazo, por lo que tampoco consideraba que tuviese que darle las gracias por algo, realmente… Miró al mendigo para ver cómo comía la napolitana y tras asentirse a sí mismo, orgulloso, retomó el camino hacia el comedor social.

-Por cierto- dijo hacia el mendigo -. Yo… me llamo Yuki. Y… ¿Usted… es?- trató de recordar las palabras en francés. Mínimo tendría de que saber defenderse para atender a los clientes. Debería saber presentarse y preguntar por los nombres… Aquella era una estampa peculiar y la situación había sido muy  muy rara, necesitaba romper el hielo de alguna forma para no avanzar entre las calles en completo silencio.

Obviando los oscuros callejones, aquellos barrios no eran desagradables en absoluto, más bien pintorescos. Olores a desayuno en los cafés, especias de los comercios, ropa limpia tendida para secarse. Ruidos de gente trabajando o yendo a trabajar, cubiertos y platos chocando mientras se lavan, comerciantes gritando los precios y calidad de sus productos, algunos músicos practicando con sus instrumentos… Los guió torciendo un par de calles, evitando las aglomeraciones, una tarea relativamente sencilla ahora, pero que en unas horas ya no lo sería tanto. Pasaba por zonas residenciales y comerciales, subiendo y bajando escaleras. El comedor no debía quedar muy lejos de allí.

-Y bueno…- continuó tratando de dar algo de charla a sus acompañantes. -¿Estas… solo? ¿Qué… edad tienes… tú? ¿Alguien se… ocupa de… ti?- preguntó al mendigo con su torpe francés. Frunció el ceño para sí. Si estaba en la calle, lo más probable fuese que nadie lo cuidaba como era debido, podía ser un huérfano. Se giró hacia él al menos, tratando de ver si le daba respuesta.

Off:

Seguí comiendo mi preciado chocolate obligándome a masticar con calma mientras intentaba seguir la conversación a mi alrededor, trate de responder a la pregunta del sabor con un torpe “muy bueno” pero apenas se entendía con mi boca llena de aquel pan. Pero la que me importaba era la conversación tanto de los guardias como la del chico de cabello negro y el de la marquita graciosa en la cara…. O eso intentaba por que no podía entender mucho más del “hola” de protocolo y las miradas de los recién llegados a mi ‘indecente’ forma de vestir pero intente fingir que no entendía nada por mucho que quisiera romperles un diente o 3…

Miré al chico de la bicicleta que se presentó como Ala le dio el poder del entendimiento mutuo que no pude evitar sonreír con algo de amistosidad, no podía olvidar que en esa isla los modales eran algo estrictos y casi una ley adonde fuera que iba así que hice alarde de el único ingles perfecto que sabía sin equivocaciones –mi nombre es yubel, es un gusto conocerles- llevé una mano a mi pecho y la otra descansaba detrás de mi espalda sosteniendo mi pan restante, inclinándome ligeramente hacia adelante por unos segundos; debía presumir mi educación como buen esclavo de un califa o mi madre se retorcería en su tumba si se enteraba que había fallado en algo tan simple como presentarme… o quizás solo estaba exagerando como siempre.

No quise hacerlos esperar mucho así que seguí caminado como si aquello nunca hubiera ocurrido, aunque no sabia como responderle a sus preguntas sin rebelarles que había huido de casa, estaba bien segura que el no responder seria mucho más sospechoso que solo ver a un muchacho vagando con ropas raras en la calle así que fingí pensar un poco antes de responder todas sus preguntas a mi modo -pues… madre ya no esta y me confundí de barco así que terminé aquí por accidente- me rasque la mejilla con algo de desinterés antes de responderle de mi edad… sabia que debía darle una contestación pero no estaba muy segura si era buena idea o no así que le dije lo más acercado a una respuesta que pude encontrar -aun no me hacen una fiesta de mayoría de edad así que no sabría responderte muy bien- fingí algo de vergüenza por ese dato mientras volvía a comer mi pan intentando distraer un poco el ambiente.

Me molestaba un poco el tener que mentir de esa manera pero no quería que cualquiera utilizara esa información para regresarme a casa así que no podía ir dando datos sobre mi tan a la ligera por mucho que quisiera. En un último intento por desviar la atención de mi persona mire al tipo de cabello rojizo -¿y tu? ¿Tienes nombre o eres solo “tu”?- otra vez… sabía de sobra que tenia un cargo alto por lar reacciones de 3 personas al verlo antes… PERO ya me había puesto la meta de joderle esa cara de santo que tenía, así que solo seguía tratándole como a una persona “normal” por lo menos hasta que me dijera que me detuviera… tal vez.

Terminé con mi aperitivo sintiendo mis mejillas tomar calor gracias a la grasa del cacao… casi bautice a Yuki como el nuevo Mahoma solo por ese pedazo de cielo pero no podía decir nada al respecto solo una cosa…-se acabó…- mirando de reojo a mis acompañantes me sentí en la suficiente confianza para molestarles un poco -¿ya llegamos?- y repetí la misma pregunta cada que daba 3 o 4 pasos.

No pude evitar dibujar una ligerísima sonrisa al notar cierta hostilidad por parte del mendigo hacia los guardias. Era cuanto menos divertido: un esmirriado contra dos (en teoría) entrenados y mucho mejor alimentados. Podrían incluso plantearse peleas al viejo estilo de los gladiadores, casi como peleas de perros... ¿Cuánta gente estaría dispuesta a pagar por ella? Desgraciados mantenidos con un sueldo del estado, especialmente aquellos que estaban en los eslabones más bajos de la jerarquía de la Guardia de Aberum, contra desgraciados que no tienen un sueldo del estado. ¿Quién ganaría?

El señor Kimura intentó hacerse entender en un francés que se parecía al francés lo que un huevo a una castaña... en que ninguno de los dos era cuadrado. ¿Qué enseñaban en el colegio hoy en día? Aunque, bueno, siendo guardia y teniendo que compaginar dicho empleo con otro, tal vez no hubiera pisado mucho los centros de enseñanza. Aun así, sus explicaciones sobre el chocolate eran sugerentes: dulce, similar a algo, apetitoso. Palabras y símiles que había leído cientos de veces, y con las que seguía tan desconcertado como el primer día que las leí.

Tuve que reconocer que la reverencia por parte del recién presentado Yubel me pilló por sorpresa. Pensaba que tendría un total de cero modales, y aquella inclinación tan grandiosa me había pillado desprevenido. A este muchacho le habían enseñado maneras en algún momento, no cabía duda. Antes de contestar a su impertinencia, recoloco un tanto la postura. Hombros erguidos, espalda recta, barbilla alzada. Suelto un pequeño resoplido. ¿Hacía cuánto que nadie me trataba con semejante tono? Un tono que, sin lugar a dudas, tiene su origen en la ignorancia. Pero no deja de ser divertido.
- No, no soy solo "tú" -apreté los labios en una fina sonrisa-. Al igual que tú, Yubel, no tengo un apellido, tan solo un primer nombre. Y respecto a tu edad... -me había suscitado curiosidad aquella respuesta por su parte-. ¿Una fiesta por mayoría de edad? Entonces... Deduzco que no tienes más de 20 años, ¿me equivoco? - aquel era un dato interesante a tener en cuenta-. ¿Y de dónde vienes?  Has llegado aquí por accidente, como tantos otros individuos, y ¿cuál era tu destino? -Confiaba en que si le obligaba a responder a preguntas dejara de preguntar si habíamos llegado constantemente. Faltaba poco, apenas unos 800 metros, pero al ir con un paso tranquilo aquella distancia aún tardaría unos minutos en recorrerse.
- Y usted, señor Kimura -miró al otro varón divertido, sabiendo que se pondría nervioso bajo su examen-, usted también me resulta curioso. ¿Guardia y pastelero? No se me ocurrirían dos profesiones más alejadas una de la otra -una demasiado amarga y la otra muy dulce-. ¿A qué se debe semejante... carrera profesional?

Se vio sorprendido por semejante reverencia, más elaborada que aquel saludo militar tosco que él mismo había hecho por acto reflejo a Joker, cuando se presentó como Yubel. Era un nombre curioso, el suyo propio no se quedaba atrás, pero no revelaba demasiado de su origen, al menos algo de inglés si sabía... Percibió la duda en las palabras del joven mendigo. No pudo evitar asentir con cierta pena al más o menos entender que era huérfano, aunque le sorprendió el detalle de haber acabado en la isla por error, no sabía cuánto de verdad podría haber en aquello.

-Vaya… entonces como yo- al menos en parte aquello era cierto. Había perdido a su madre de muy joven y no podía decir que hubiese llegado a Áberum por iniciativa propia. Si lo que decía era cierto, su declaración podía revelarles que tendría entre unos once o doce años, en cualquier caso era probable que no llegase a los 16… Era difícil de saber, aún tenía el olfato algo resentido, pero podía más o menos intuir que se trataba de un adolescente por su olor corporal. Trató de disimular como buenamente podía su habitual olfateo a desconocidos, Mickaell había sido bastante tajante en que aquello podía armar un buen revuelo entre las recatadas gentes europeas.

No pudo evitar sonreír al escuchar el tono con el que se dirigía a Joker. Era un comportamiento peligroso en su opinión, aquel hombre le daba muy mala espina, algo no acababa de cuadrar con él. Mickaell siempre le prevenía de su jefe, pero había algo más, no todo se resumía en encargos turbios y secretos de mala gana. No, no solo veía odio en los ojos de su salvador hacia el antiguo dirigente de la isla, había algo más. Casi una inquietud, cierto… temor… De todos modos le resultó refrescante la indiferencia de Yubel por el protocolo y, en su opinión, un fingido desconocimiento de las normas sociales y la deferencia ante los que se supone eran superiores en posición. Si le molestó a Joker no pareció mostrarlo, al menos no del todo. Esperaba de corazón que el mendigo no se ganase un poderoso enemigo en aquel lugar, no es que hubiese demasiados sitios a los que poder escapar…

-Jajaja- soltó un limpia carcajada cuando Yubel comenzó a preguntar si tardarían mucho en llegar el comedor -. Descuida, es… cerca- comentó cuando comenzó a repetir la operación unas cuantas veces seguidas de camino. Joker en seguida volvió a retomar la charla, le sorprendió un poco que también se dirigiese a él -. Pueees, lo cierto es que…- comenzó en francés, pero sacudió la cabeza y le susurró una disculpa a Yubel para continuar en inglés -entré en la guardia en parte por inercia. Tenía experiencia en el campo, supongo. Por otro lado, una deuda. No tanto económica como… podríamos decir vital- se encogió de hombros, prefiriendo no revelar muchos detalles de su ingreso en la guardia. Quería no comprometer a Mickaell, y menos revelar el afecto que sentía por el jefe de la guardia y la admiración que sentía por él -. En cambio en la pastelería entré por vocación. Me apasiona la cocina. Mis actividades en la guardia están más bien… limitadas- recordaba las redadas e investigaciones en las que estaba involucrado junto con Mickaell y un grupito de otros guardias. Noches en vela en las que corría no poca sangre - y, por mi edad y carácter supongo, un colega me recomendó buscar algo menos, bueno, menos violento- detuvo el paso en otra callejuela, subiendo un a cuesta y un pequeño tramo de escaleras se encontraba la calle que daba al comedor social.

-Mis horarios lo permiten y siempre he sido tan inquieto que tengo energía para estar pluriempleado. El dinero no es problema, aunque suene mal decirlo…- miró a Yubel, lamentando que no quisiera coger el que le había ofrecido, si bien pesándolo fríamente podría convertirlo en un blanco suculento para robos -. No tengo grandes gasto más allá de un modesto alquiler y los ingredientes para practicar en casa- alzó su zurrón aludiendo a los dulces que había traído consigo -, así que realmente es... lo hago por el placer de hacerlo.

-Subiendo allí… ya llegas, joven Yubel- le indicó como pudo en francés al mendigo, en unos 5 o 10 minutos llegarían al comedor -¿Y qué hay de usted, señor?- volvió al inglés. En cuanto lo dijo se arrepintió. Había preguntado por inercia, como cuando algún cliente de la pastelería de daba coba, y por un momento había olvidado a quién se dirigía -Disculpe, me ha salido natural. Espero no haberme metido donde no me llama. Solo… tenía curiosidad al verlo en una situación como esta. Alguien de su categoría tratando con este joven personalmente, en un callejón de un barrio humilde…- continuó el paso, apurado, tratando de contener su ansiedad por aquel movimiento tan torpe, esperaba haberlo disimulado bien con el cambio de tema. Aquella estrecha calle estaba tranquila, demasiado quizás.

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