Baruj atá Adonai, mekadesh ha shabbat (Mickaell)

Recuerdo del primer mensaje :

Se rezan las oraciones, y se bendice el Sabbat. Después de eso, nos sentamos a la mesa y disfrutamos de una buena cena, realizando las oraciones correspondientes, tras la cual, me piden que me quede un poco más para rezar con los hombres. Cuando toda la ceremonia termina, ya es de noche. Me despido de ellos en la puerta de su casa, y me invitan a volver con ellos cuando quiera, que siempre seré bien recibido en su casa. Me aconsejan que tenga cuidado al volver, y nos despedimos finalmente. Como todavía es Sabbat, salgo a la calle con la kipá y mi manto de oración colgado del cuello. No puedo coger ningún carruaje, así que camino tranquilamente, sin miedo. ¿Qué podría pasar? Inglaterra no es Rusia. Pero no tendría que haberme fiado. Al pasar por una de las callejuelas camino de mi casa, me tropiezo con varios borrachos. Al principio se limitan a callarse y a mirarme como si fuera un bicho raro. Acelero el paso y me alejo de ellos, pero les escucho reírse a mis espaldas y murmurar algo que no entiendo, pero que me da muy mala espina. Y entonces es cuando empiezan a seguirme. Al principio se limitan a eso, pero luego va a más

- ¡Eh, judío! ¿A dónde vas a estas horas? Quédate un rato con nosotros

- Judío de mierda, lárgate a tu puto país, no queremos a escoria como tú por nuestras calles

- ¡Eres una rata! Infectáis todo lo que tocáis. Robáis a la gente honrada

-¡Vamos a darte una lección! ¡Este país estaría muchísimo mejor sin vosotros! ¡Escoria!

Ya no acelero el paso, ya directamente corro, pero me despisto y acabo arrinconado en un callejón.

-¡Maldito asesino de Cristo!

Me tiran al suelo y empiezan a patearme y a pegarme con todas sus fuerzas. Me cubro la cabeza con los brazos y resisto lo mejor que puedo. Trato de defenderme, pero son tres contra uno, y nunca he sabido pelear

Asintió al chico cuando éste salió corriendo. Esperaba que fuese al cuartel y que si iba hacia allí no se perdiera o lo atrapasen en el camino. No lo dejó ver, pero le alivió saber que no lo tendría cerca durante aquello. Pocas cosas detestaba más durante una pelea que tener cuidado de que un civil a su cargo no saliese herido.

-Lo dirré una vez más, porque me sigo sintiendo generroso esta noche. Manteneos tú y tus chicas al margen de esto- esta vez lo dijo elevando el tono de voz, haciéndola resonar por todo aquel mugriento callejón. Varias chicas del fondo salieron corriendo en el acto, tomando distintas direcciones.

-¡No nos subestimes!- gritó la madama, disparando de nuevo, aunque con mejor trayectoria que la anterior. Detestaba las armas de fuego. No tenían ni un ápice de la elegancia de las de filo y, aunque admitía que requerían destreza en su uso, no podía sentir la misma cercanía que ofrecía un combate cuerpo a cuerpo o con espada. En cuanto escuchó detonar de nuevo la pistola, se precipitó con agilidad sobre la madama, empujando sin miramientos a las mujeres que la flanqueaban. Con la espada enfundada, golpeó los brazos de la mujer con un golpe ascendente, girando su cuerpo grácilmente para ganar impulso, desviando el disparo hacia arriba. La miró a los ojos. Los tenía desencajados con horror y sorpresa. Aprovechando el giro, pensaba rematarla con una patada, pero por un momento dudó y la pasó rozando. No era ella. Ninguna lo era… Y estaban tratando de matarlo…

Rosella estaba terminando de recoger el despacho del jefe de la guardia cuando un ruido captó su atención. Pasos. Alguien se acercaba corriendo hasta allí. Desde el fondo del cuartel, se asomó para descubrir que se había acercado un muchacho, malherido y jadeando. Supuso se trataría de la denuncia de una agresión, hasta que con sorpresa escuchó su propio nombre.

-Vaya Rosella. No nos habías dicho que tenías novio- soltó Brice, el muy cretino. Roland y Oscar le rieron el chiste, mientras jugaban a las cartas. Se sonrojó pero les lanzó una mirada furibunda. Se habían tomado la noche bastante relajadamente… Se acercó al chico, preocupada. Al menos Isaiah y Ross, que hacían guardia en la entrada, salieron de sus puesto para ver qué ocurría.

-S-soy yo. ¿Qué…?- le dijo con timidez, pero en seguida respondió el joven. Rosella abrió los ojos de par en par, el reflejo de la luz en sus gafas no deja verlo, pero si se quedó boquiabierta. Se gira a los otros y les asiente. Isa y Ross corrieron a por sus armas, gritando a los otros tres que dejasen de hacer el imbécil y movieran el culo - Antes de nada. ¿Dónde está?- preguntó al muchacho, poco más joven que ella misma por lo que veía ahora de cerca. Se le acercó para apoyarle una de las manos en el hombro, tratando de transmitirle tranquilidad. Aprovechó el momento para estudiar sus magulladuras, parecía que lo habían golpeado hacía poco. ¿Quizás los problemas de su jefe? Una vez dadas las indicaciones, los guardias salieron por la puerta corriendo.

-Isa, Ross. Vosotros por los callejones laterales, ahora os cubro- les comentó a los guardias, antes de que salieran. Le asintieron y se marcharon sin rechistar, menos mal que ningún otro lo había visto o daría de qué hablar durante meses en el cuartel... -Tú te quedas conmigo- le dijo a Mijaíl, sonriendo de forma cálida -. Cuéntame lo qué ha pasado- le acarició el brazo y le tendió una silla frente su escritorio. Con un ágil movimiento, cogió un vaso y le sirvió un poco de agua de una jarra.

Spoiler:

Me quedo algo aturdido con la broma de uno de los guardias, y me los quedo mirando. El que ha soltado la gracia parece el típico cretino que se cree irresistible para las mujeres. Y los otros dos no le van muy detrás. Por suerte la chica, Rosella, se hace cargo rápidamente de la situación, y toma cartas en el asunto, enviando a varios guardias a donde se encuentra Mickaell.

- Está en una de las callejuelas próximas al cuartel - Les doy la ubicación exacta - ¡Daos prisa, le estaban disparando! - Pido a los guardias cuando les veo salir por la puerta a toda velocidad

Me quedo a solas con la chica, quien se muestra muy amable y tranquilizadora conmigo. Le sonrío agradecido cuando me tiende una silla. Me tiemblan las piernas y prácticamente me derrumbo sobre la silla. Acepto el vaso y me bebo el agua de un trago.

- Fui a casa de unos amigos para celebrar el Sabbat. Cuando salí, unos hombres empezaron a insultarme y luego me agredieron. Mickaell apareció justo a tiempo y les hizo huir. Luego cargó conmigo, pero nos salieron al paso unas prostitutas. Una de ellas salió corriendo a avisar a alguien, posiblemente a los que me agredieron, no estoy seguro, para decirles que estábamos allí mientras la madame nos entretenía. Y de repente ella sacó una pistola y disparó, mientras que un grupo de hombres se acercaba a nuestra posición. Mickaell me dijo que viniera aquí y que te avisara. Llegaréis a tiempo ¿verdad? - Respiro agitadamente, mirándola con ojos asustados

-No lo decía por eso…- susurró. La madama retrocedió, sin dejar de mirarlo, mientras se sostenía el brazo golpeado. Sus acompañantes se acercaron a ella y, agarrándola con gentileza, tiraron de ella para marcharse de allí. Una de ellas tenía el maquillaje corriendo por las mejillas, debido a las lágrimas. Se le hizo un nudo en la garganta, a juego con otro en el estómago. "Me doy asco" se dijo, apretando el puño…

Sonó otro disparo a lo lejos, desde atrás. Esta vez la bala lo alcanzó, aunque de forma superficial. Sintió el ligero mordisco del proyectil rozando la parte exterior de su muslo derecho. Maldijo para sí, se había distraído. Con el impacto, la bala se desvió lo suficiente para no alcanzar a una de las prostitutas, que retrocedió y se encogió del susto.

No tardaron en aproximarse varias figuras, esta vez masculinas predominantemente, aunque muchas vestían con prendas anchas y pañoletas que les cubrían parte de la cara, por lo que no estaba del todo seguro. Acabaron por rodearlo cinco matones, dos con pistolas cubriendo las salidas del callejón, dos con garrotes o varas metálicas de interesante grosor y una mole con un brazo protésico. Ese le iba a dar guerra seguro… No muy lejos de allí empezó a escuchar gritos, ruido de pelea. Esperaba que aquello fueran los refuerzos.


Rosella asentía al muchacho mientras escuchaba lo ocurrido, parecía sumamente consternado por los acontecimientos. Cuando este hubo finalizado su relato, suspiró con cierto alivio.

-Pe-perdona- se recolocó las gafas, ruborizada por aquel gesto que esperaba el muchacho no se tomara a mal -. Es que al decir que el jefe estaba en apuros pensé que sería algo más gordo- se alisó el uniforme y cuadró los hombros -. Descuida, los refuerzos están en camino. Créeme, Mickaell se las puede apañar él solo. No obstante…- se levantó y se acercó a un armarito no muy alejado de su escritorio. Al abrirlo, tanteó uno de los laterales y sacó un largo rifle. Se lo puso a la espalda y cogió una caja con varias balas. Se ajustó unas cartucheras bajo los brazos y colocó dos revólveres en su interior. Se giró hacia el chico y le sonrió con calidez -Si te pidió que me avisases supongo que prefería dejar a cuantos más matones vivos, mejor- le hizo un gesto con la cabeza en dirección a la salida, mientras se dirigía hacia la puerta.

-En esta parte del cuartel solo estamos nosotros hoy. No me hace gracia dejarte solo. Estarás mejor conmigo, no sea que te hayan seguido hasta aquí y mis compañeros no se hayan dado cuenta. Son un poco…- se sonrojó pensando en palabras impropias para una señorita. Carraspeó un poco y miró al chico -Por cierto. ¿Señor…?- se interrumpió, dejando un tiempo para que el chico le dijese su nombre  -¿Vamos? Desde luego, sobra decir no tendrás que meterte en la pelea ni verás nada desagradable. Solo necesito encontrar un lugar alto y un buen ángulo- había algo en la mirada de Rosella que brillaba, contenida una sonrisa de emoción.

Spoiler:

¿Qué nos hayan arrinconado en un oscuro y sucio callejón no le parece suficientemente gordo? Esta chica es muy rara.

- Sí, ya me lo ha dejado claro antes. Pero me pidió que viniera y es lo que he hecho

La verdad es que ignoro los motivos por los que me haya pedido expresamente que avisase a esta chica. Ponerme a salvo era obvio, ¿pero por qué avisarla a ella precisamente y no a otro de sus compañeros? Es una mujer, y parece tan poquita cosa. Pero recuerdo perfectamente que fue su nombre el que Mickaell pronunció. Y cuando veo a Rosella armarse hasta los dientes, creo que ya empiezo a vislumbrar el motivo. La sorpresa y la admiración se reflejan en mi rostro a partes iguales. Parece poquita cosa, pero las apariencias muchas veces pueden engañar. Muestro mi asombro con una leve exclamación al verla de esa manera.

- Mijaíl Roshal - Me presento - Me alegro de que diga eso, señorita, porque nunca he servido para pelear

Aun así, me levanto y voy con ella, haciéndome muchas preguntas sobre esta señorita. Pero ahora no hay tiempo para formularlas. Tenemos que ayudar a Mickaell

Mientras, los refuerzos han llegado ya al callejón. Se dan cuenta inmediatamente de la situación, y acuden al rescate, organizándose para neutralizar a los agresores lo más rápidamente posible. Ven también a las mujeres, pero se centran en los hombres, las principales amenazas en esta situación.

-¡¡Jefe!! ¡¿Se encuentra bien?!

La pelea comienza

Mickaell se esfuerza por poner los ojos en blanco ante aquella pregunta, pero asiente con firmeza a su hombres sin girar el rostro.

-Estoy bien. Esperro que hayáis dejado a buen recaudo al muchacho- se mordió la lengua. Esperaba que solo hubiese venido Rosella, pero era lógico que con las pocas explicaciones que le había dado a Mijaíl hubiese avisado a todos los que estaban en el cuartel de guardia. Algo pasó silbando cerca de ellos. Con un grito, la madama retrocedía, mientras se agarraba la mano. Un disparo la había desarmado, Mickaell sonrió con satisfacción. "Buena chica" pensó.

Las prostitutas se batían en retirada, considerando que su trabajo ahí ya estaba hecho, más aún al haber atraído a un pequeño grupo de guardias que estaban golpeando con violencia a varios de los matones que lo habían emboscado y que tenían a un tirador entre ellos. La madama miró atrás un momento antes de unirse a sus compañeras. Mickaell le asintió sonriendo.

-Centrarros en los callejones. Ya me ocupo yo de estos- ordenó a sus hombres.

-Te veo muy seguro de ti mismo, flacucho- el grandullón se crujió los nudillos de su brazo natural, al tiempo que se colocaba un puño de acero. Para sí, Mickaell realmente esperaba que Rosella lo cubriera a lo lejos, sino, tendría problemas para combatir con todos sin llamar la atención. Al menos para que pudiese llevarse alguno a la cárcel y no al cementerio…


Rosella guió a Mijaíl con paso vivo por un par de callejones, sosteniendo una pistola y revisando con agilidad cada esquina. Por suerte, la acción se centraba en callejones más adelante, por donde el chico les había indicado que había venido. Estudió rápidamente un par de edificios de la zona, se acercó a uno y asintió satisfecha para sí. Comenzó a subir una escalera que daba acceso a diferentes pisos y esperaba que a la azotea también.

-¿Qué es este todo este jaleo?- pronunció con enfado un vecino del tercer piso.

-Disculpe. Asuntos de la guardia. Por favor, manténganse a cubierto.- pronunció la muchacha de corrido, casi sin hacer pausas ni mirar al civil, mientras seguía subiendo. Un hombretón fornido, en ropa de pijama, los miraba con incredulidad y temor, mientras cerraba rápido la ventana por la que se había asomado.

Ya en la azotea, contempló las calles bajo ellos. La mayoría de edificaciones no eran demasiado altas, por lo que aquel en el que estaban una visión más o menos decente del callejón en el que se encontraba Mickaell, no tanto de otros laterales, con demasiados puntos muertos. Confiaría en la competencia de sus compañeros…

-Será mejor que se tape lo oídos, señor Roshal- hincó una rodilla al suelo y se desabrochó parte del abrigo, para tener mayor movilidad en los brazos, dejando ver una camisa blanca de algodón. Colocó una cajita de proyectiles al lado y comenzó a cargar su largo fusil. Comenzó a colocarse en posición de disparo, mirando por la mirilla.

Un grupo de varios hombres rodeaban la salida de varios callejones. Algunos correteaban por ellos. Divisó el grupito de mujeres y un corrillo de hombres, que rodeaba al jefe de la guardia. Sonrió satisfecha. Dio una honda inspiración. Luego una lenta exhalación. Disparó al arma de la madama. El aire vibró con la detonación. Recargó un proyectil con dedos ágiles, movimientos precisos, casi mecánicos. Su rostro totalmente vacío de sentimiento.

-El jefe podría hacerse cargo de todos ellos solo- se giró ligeramente, apuntando hacia uno de los matones armados que rodeaban a Mickaell. Disparó a la rodilla. Recargó. Los matones se movían frenéticos, separándose entre ellos. Tenía a otro a tiro. Disparó al muslo. Movió un hombro para acomodarse la culata del arma -, pero comprenderá que la brutalidad policial no da buena prensa- un mechón de su flequillo ondeaba con la brisa nocturna. Recargó. Volvió a disparar -. Es bien sabido que hay corrupción en el cuerpo... Pero una masacre indiscriminada...- Recarga, giro, disparo. Levantó un momento la vista, se recolocó el mechón y sonrió para sí con dulzura.

Troto detrás de Rosella por los callejones. Conforme nos vamos acercando, se van escuchando con más claridad los sonidos de la pelea. El cuerpo me duele como hacía tiempo que no me dolía. Irónicamente, más de una vez fueron policías los que me pegaron, y ahora voy como puedo detrás de una de ellos. Por suerte no nos adentramos en el ojo del huracán, sino que subimos por una escalera hasta uno de los tejados, provocando el enfado de uno de los vecinos, pero no tarda en volverse a meter dentro. Le entiendo perfectamente. Ojalá yo también estuviese a recaudo. Lo que me sorprende es que me lleve con ella a una pelea donde hay incluso tiros. Pero según Rosella, no puede dejarme solo en el cuartel. Una vez en la azotea, podemos ver la escena perfectamente. Reconozco al grupito de mujeres, y también veo a los hombres, guardias incluidos. La lucha está reñida, pero los guardias tienen más experiencia en atajar este tipo de incidentes. Junto con Rosella, que se está preparando para disparar, no tengo la menor duda de que van a vencer, eso si Rosella tiene buena puntería. Hago lo que me dice y me tapo los oídos. El disparo desarma a la madame. Y sigue disparando con una puntería realmente admirable. De nuevo la admiro con admiración. Dios mío, qué mujer.

- Sí, he sufrido en persona la brutalidad policial, sé lo que es. Me alegro de que al menos usted tenga las ideas claras. Usted y su jefe - Porque son los únicos que conozco del cuerpo, pero no me sorprende que haya corrupción, que yo sepa siempre la ha habido - Tiene una puntería realmente admirable, señorita. Nunca he conocido a una mujer como usted. ¿Podré invitarla a un café cuando todo esto termine?

El del brazo protésico se lanzó contra el jefe de la guardia en una rápida sucesión de puñetazos, haciéndolo retroceder. La prótesis era tan gruesa como su otro brazo, aunque parecía evidentemente más robusta. Sin pieles sintéticas, dejaba ver diversos mecanismos que lo componían. Algunos giraban rítmicamente y se recolocaban en una posición u otra siguiendo los movimientos de su usuario. Debía de pesar más de lo normal, pero lo movía mucho más rápido de lo que parecía. Mickaell recibió un par de impactos del otro brazo, en la cara y en un hombro, tratando de evitar recibir un golpe de aquella prótesis modificada. Unas pocas costillas rotas eran mejor que un golpe de eso, pese a que su organismo era más resistente que el de un humano, por lo que su concentración se centraba casi en exclusiva en observar más detenidamente los golpes de la prótesis.

El resto de secuaces, por su parte, empezaron a dispersarse en cuanto algunos de sus compañeros recibieron un disparo. Rosella lo estaba cubriendo desde atrás. No tenía reparos en acabar con aquello de una sentada. Si alguno de aquellos tipos acababa muerto eran gajes de oficio. Podía cortar su actividad criminal de raíz si fuera necesario, aniquilándolos a ellos y todo su grupo. Pero no, así no se podían hacer las cosas. No era práctico, pero cuestionarían si los actos del jefe de la guardia eran realmente para impartir justicia. Nadie querría a un brutal carnicero en un puesto como aquel. Al menos de cara al público… Tenía que reconocerle al cabeza de hojalata para el que trabajaba que era eficiente, aunque solo fuese en eliminar sutilmente los problemas de la isla.
Llevarse a varios heridos detenidos, con la posibilidad de llegar a interrogarlos. Aquel era su papel en todo aquello. Ya había perdido la cuenta de los años que llevaba encerrado allí, como un animal al que exhibir, solo que los trucos que le mandaban hacer era un poco más elaborados.

Varios de los matones se pusieron a cubierto, arrastrando a sus compañeros heridos cuando tenían ocasión y buscando desesperadamente el origen de los disparos enemigos. No tardaron en fijarse en la localización de Rosella, pero mucho tendrían que acercarse para poder alcanzarla. Sin embargo, ni cortos ni perezosos, comenzaron a disparar en su dirección.


-Gracias. Al final la cosa es…- iba a comenzar a explicarle cómo mantener la postura, apuntar y fijarla vista cuando la sorprendió Mijaíl -¿In-invitarme a…?- trató de que no se le notase demasiado, pero el rubor apareció visiblemente en su rostro, al escuchar la proposición de Mijaíl. Una de las balas se desvió de su trayectoria al disparar. Solo esperaba que aquella bala no fuese a matar, o le diera a su jefe.

-Al suelo- dijo al chico, con un ligero tono de alarma cuando una bala se estrelló en el muro de uno de los edificios colindantes.

Los matones había acabado por encontrar su posición, al menos había tirado a varios al suelo y parecían verse obligados a retroceder y cubrirse de su visión como buenamente pudiera. Sus armas tendrían un alcance y potencia limitados, por lo que muchos de los proyectiles verían su trayectoria desviada. Aún así, sufrir el roce de una bala no era nunca demasiado agradable…

-Cielos… Por poco...- miro al joven, con la el pulso latiendo intenso en sus oídos por la adrenalina y ligeramente sonrojada. Le había sorprendido gratamente aquel chico, no parecía de los que hicieran esas proposiciones sin pensarlo. Lo miró con curiosidad juguetona -. Si evitamos recibir un tiro esta noche, aceptaré con gusto que me invites a tomar un café.