Baruj atá Adonai, mekadesh ha shabbat (Mickaell)

Se rezan las oraciones, y se bendice el Sabbat. Después de eso, nos sentamos a la mesa y disfrutamos de una buena cena, realizando las oraciones correspondientes, tras la cual, me piden que me quede un poco más para rezar con los hombres. Cuando toda la ceremonia termina, ya es de noche. Me despido de ellos en la puerta de su casa, y me invitan a volver con ellos cuando quiera, que siempre seré bien recibido en su casa. Me aconsejan que tenga cuidado al volver, y nos despedimos finalmente. Como todavía es Sabbat, salgo a la calle con la kipá y mi manto de oración colgado del cuello. No puedo coger ningún carruaje, así que camino tranquilamente, sin miedo. ¿Qué podría pasar? Inglaterra no es Rusia. Pero no tendría que haberme fiado. Al pasar por una de las callejuelas camino de mi casa, me tropiezo con varios borrachos. Al principio se limitan a callarse y a mirarme como si fuera un bicho raro. Acelero el paso y me alejo de ellos, pero les escucho reírse a mis espaldas y murmurar algo que no entiendo, pero que me da muy mala espina. Y entonces es cuando empiezan a seguirme. Al principio se limitan a eso, pero luego va a más

- ¡Eh, judío! ¿A dónde vas a estas horas? Quédate un rato con nosotros

- Judío de mierda, lárgate a tu puto país, no queremos a escoria como tú por nuestras calles

- ¡Eres una rata! Infectáis todo lo que tocáis. Robáis a la gente honrada

-¡Vamos a darte una lección! ¡Este país estaría muchísimo mejor sin vosotros! ¡Escoria!

Ya no acelero el paso, ya directamente corro, pero me despisto y acabo arrinconado en un callejón.

-¡Maldito asesino de Cristo!

Me tiran al suelo y empiezan a patearme y a pegarme con todas sus fuerzas. Me cubro la cabeza con los brazos y resisto lo mejor que puedo. Trato de defenderme, pero son tres contra uno, y nunca he sabido pelear

-Ah…- suspiró el jefe de la guardia, con pesadez, mientras trataba de encenderse un cigarrillo. Raspó la cerilla varias veces, sin lograr que prendiese la llama. Acabó tirando la endemoniada caja al suelo de un manotazo, dejando el suelo lleno de pequeños fósforos. Apoyó la frente en su escritorio, lleno de papeles, hundiendo la cabeza entre los brazos antes de levantarse de su butaca. Se recolocó los tirantes, abotonó los botones de las muñecas de su camisa y con un fluido movimiento se puso la gabardina mientras salía de su despacho en el cuartel de la guardia.

-Aa-Adiós, Jefe- Rosella Remmington, una muchacha que rondaba los 25 años, se despidió de él con timidez. Llevaba el cabello, color castaño, recogido con un moño y varias e intrincadas trenzas. Ocultaba la cara tras unas grandes y redondas gafas para corregir su vista. Era menuda y asustadiza, pocos guardias le tiraban los tejos, muchos le hacían bromas subidas de tono cuando lo visitaban a él a su despacho, pero era más bien de esas personas que pasan tan desapercibidas en la sociedad que uno se olvidaba de que existían siquiera... Aunque la habían dado un puesto como su asistenta, Mickaell sabía que bajo aquel aspecto miedoso y cohibido había mucho más. El jefe de la guardia le devolvió el saludo con un gesto de cabeza y una sonrisa amarga.

Salió a la calle y respiró profundamente la humedad del ambiente. Si se concentraba, entre todo el olor a meados, alcohol rancio, moho y la polución, creía percibir el olor de una tormenta lejana, que ya no pasaría por allí. Añoraba tantísimo dejarse llevar en medio de una ventisca en la tundra helada natal… Hizo un sonoro ruido al sorber por la nariz y, resignado, se dispuso a volver a casa. Trataba siempre de variar los callejones, mientras le daba buena cuenta a la petaca. El cigarro seguía igual de apagado que antes, para su desgracia, pero le reconfortaba el calor del alcohol en el estómago y el tacto del papel entre los labios y los dedos.

Llevaba ya un buen rato caminando cuando escuchó algo de movimiento entre las calles. No era muy tarde, pero a esas horas el oscuro manto de la madre noche ya cubría meticulosamente los recovecos de las avenidas, por más que el nuevo alumbrado de la ciudad tratase de resistirse a su dulce nana. Cielos, tenía que revisar lo que fuera que llevaba horas bebiendo, lo había puesto muy sentimental… Aquel murmullo pronto se tornó en gritos, insultos racistas o xenófobos. Mickaell chistó para sí, meneando la cabeza. Le apenaba la situación, pero le estaban dando la excusa perfecta para quitarse algo del estrés diario.

-Carray… Segurro que Yahveh estarría satisfecho con vuestra Cruzada…- la voz del jefe de la guardia retumbó en la calle, mientras se deslizaba entre las sombras, aún sin dejarse ver. Lo dijo en voz alta, sin gritar, y aunque notaba cansancio en su voz también podía destilarse la amenaza que suponía -Tenéis toda la razón, esta país está infestado de ratas que infectan todo lo que tocan- la bruma empezaba a rodearlos. Había logrado que dejasen de pegar a un muchacho en el suelo, que pobremente se trataba de defender. Comenzó a caminar despacio hacia ellos, haciendo resonar sus pasos -. Pero os equivocáis de objetivo… Las malditas alimañas son gente como vosotros.

-¿Y tú quién cojones er- antes de que uno de los borrachuzos pudiese terminar de hablar, Mickaell se cernió sobre él como un animal. Aterrizó en el suelo, la mano sobre su cara. Con una agilidad sobrehumana, se irguió y le propinó una patada en las costillas, lanzándolo contra uno de sus compañeros de copas. Ambos acabaron de nuevo en el suelo, un par de metros más atrás, mientras el restante los miraba embobado. No pasó mucho tiempo antes de que reaccionase. Se giró de forma torpe hacia él, sacando una navaja de los bolsillos. Joder ¿Qué le pasaba a aquella gente? Nunca trataban de escapar de él. Mejor, así podía hacer limpieza de aquella escoria en sus calles. Exhaló con pesadez, sin dejar de mirarlo directamente a los ojos. De su boca salía una bruma blanca y espesa, estaba concentrando el frío en aquel lugar. El borracho no lo pensó mucho más, estaba empezando a entender dónde se metía. Sin más, guardó la navaja y se acercó corriendo a sus compañeros, que miraron al guardia con rencor.

-Escoria- susurró en ruso, escupiendo a un lado de la calle mientras los borrachos corrían al refugio de la noche. Una vez se hubieron retirado, se acercó al joven. Vestía unas ahora ensuciadas prendas ceremoniales… Comprobó sus heridas en un rápido vistazo.

-Chico- dijo, dando golpecitos con el dorso de la mano uno de sus hombros -¿Qué hacías aquí y cómo te llamas? ¿Puedes incorporrarte solo?

Buenas:

Llega un momento en el que dejo de sentir dolor. Es una sensación de lo más curiosa, pues siento los golpes impactando contra mi cuerpo, pero es como si mi mente hubiese logrado evadirse de alguna forma. Con un estremecimiento de horror, veo ante mí el cuerpo de mi padre, destrozado a golpes, tirado en el suelo en medio de un charco de sangre, todavía con los rollos de la Torah en la mano. ¿Voy a terminar como él? ¿Muerto de una paliza en un oscuro callejón? Pienso en mi hermana, y en lo destrozada que le dejaría la noticia de mi muerte. Se quedaría sola en un país extranjero, sin posibilidades, sin poder regresar a casa. Lo siento. Pero tal y como han empezado, los golpes cesan de repente. ¿El motivo? El hombre que acaba de aparecer en el callejón, y no duda en enfrentarse a los asaltantes. Tiene un fuerte acento que me resulta de lo más conocido. Su presencia es tan impresionante que me llega a atemorizar. Los otros, por el contrario, no vacilan en atacarle, sobre todo el que parece ser el líder de los tres. Hasta yo sé que es una mala idea. Por supuesto, no es rival para el desconocido, y al final los tres terminan corriendo para desaparecer en la negrura de la noche. Por mi parte, me quedo en el suelo, mirando a mi salvador, al que reconozco como compatriota por esa palabra en ruso mascullada entre dientes. Poco a poco, me voy incorporando, apoyando las manos en el suelo. Me duele todo el cuerpo, y creo que sangro por alguna parte. Inspiro profundamente, conmocionado por lo que acaba de pasar

- Me llamo Mijaíl Roshal. Volvía a casa cuando me han acorralado - Mi voz suena temblorosa - Creo que sí - Con cuidado, me voy terminando de levantar. Hago un pequeño gesto de dolor, pero parece que no hay nada roto - Gracias

-Vaya. Serra fácil de recordar…- no puede evitar alzar una ceja al escuchar el nombre del joven, seguido de una punzada de ansiosa curiosidad.

Hacía unos cuantos años que no sabía nada de su familia. Sasha había dejado de escribirle y aunque no lo admitía, se había estado preocupando con cada noticia que escuchaba de la nación en la que había nacido, pese el rencor que sentía hacia aquellos que le habían dado la espalda. Ya no quedaba nada ahí para él, solo el recuerdo de la nieve… Se acabó, debía dejar aquel whisky de la reserva privada de los Nagarr. Se le estaba pegando el dramatismo de aquella condenada familia. Meneó la cabeza para quitarse aquella sensación tan desagradable que tenía la melancolía sobre él y volvió a centrarse en el muchacho. Por un instante, casi se hubiesen podido ver en su mirada el millar de preguntas que tenía para el joven. Sin esperar a que terminase de incorporase, le palpó su cuerpo en busca de fracturas. Con el tiempo había aprendido a localizar en su propio cuerpo las heridas y magulladuras de una pelea. Aprovechó a aplicarle a su tacto una moderada proporción de frío, para aliviar la inflamación.

-Descuida, es mi trabajo- le ayudó a incorporarse. No podía dejar que el chico se fuese sin más, debía asegurarse de que aquello no le volviese a pasar, al menos con aquellos tipos... No llevaba las ropas de servicio. No cometería ese error dos veces andando por las mismas calles, pero ocultaba gran parte del uniforme bajo su oscura gabardina -. Apóyate en mi hombro, te ayudarré a caminar- dijo, agachándose un poco para que el chaval pusiera asirse -. El cuartel de la guardia no está lejos. Creo que deberría acompañarte hasta allí e informar del asalto. Tomar declarración. Esta noche al menos preferirría no dejarte solo en la calle… - su tono delataba mayor frialdad que empatía o comprensión, pero tenía que admitir que quería preguntarle cosas a aquel chico sobre Rusia.

Antes de que haya terminado de incorporarme, las manos del hombre empiezan a palparme el cuerpo. Por un momento me quedo rígido, tardo unos instantes en darme cuenta del por qué de esa acción, cuando lo hago, me relajo. También siento algo de frío por parte de él, como si emanase de él, me ayuda, tengo el cuerpo tan dolorido que algunas partes incluso me arden. Ese frescor ayuda a mitigar el dolor. Le miro con cientos de preguntas rondándome por la cabeza. Mi primer encuentro con Alfred sirvió para darme cuenta de que hay personas con habilidades extraordinarias, e incluso naturalezas extraordinarias, cómo olvidar las alas blancas de Alfred. Quiero preguntarle sobre eso, también sobre su trabajo. Noto que él también tiene preguntas que hacerme. Pero por el momento me ayuda y yo me dejo ayudar, apoyándome en su hombro.

- No quiero informar de esto. No es necesario. Solo quiero volver a casa y descansar - No sé si me gusta la idea de ir al cuartel de la guardia, mucho menos para informar de nada. Pero por otra parte agradezco ese interés, y no sé, no parece que tenga mucha más opción que acompañarle al cuartel, no parece de los hombres que acepten un no por respuesta, y menos después de lo que acaba de pasar - Habrá que avisar a mi hermana - En ese lapsus de tiempo, no me acuerdo que Esther no se encuentra en Áberum en estos momentos, sino que está en las afueras, en casa de una amiga. Por ese motivo acepté la invitación de celebrar el Sabbat con otra familia, para no estar solo. Pero no me acuerdo - Tengo que avisar a mi hermana

Miró al muchacho con severidad, parecía ligeramente conmocionado. Suspiró.

-Entonces tendré que renunciar a mi propuesta y convertirlo en una orden. Te vienes conmigo, chaval- remató, en ruso. No tardó mucho en compadecerse de la situación del joven. Tenía pelotas, debía admitirlo. Él mismo después de semejante paliza también preferiría volverse a casa, cogerse tremenda melopea y dormir la mona hasta el día siguiente. Al escuchar de la hermana del chico, se dio cuenta de porqué tanta prisa.

-¿Mayor o menor?- le preguntó, recolocándose el peso de Mijaíl hacia su propio hombro, buscando que el joven no se desplomase -Bueno, supongo que da igual. Puedo enviar a alguno de mis hombres a enviarle un mensaje de tu parte en cuanto lleguemos. Bastante se están rascando los huevos esta noche… Vamos- le indicó con la cabeza el callejón por el que había llegado él.

Si no le fallaba la memoria, en unos 15 minutos deberían distinguir las luces del cuartel. No debían de haber pasado ni 30 desde que había salido. Al menos había sido entretenido zurrar brutalmente a un par de pringados… Sin esperar reacción del malherido, comenzó a caminar hacia aquella dirección, no sin antes revisar que el joven no dejase atrás ninguna de sus pertenencias.

Spoiler:

Ahora es mi turno de suspirar. Lo que ha empezado como una petición se ha convertido en una orden. Tal y como me imaginaba. Este hombre no acepta un no por respuesta. No puedo hacer otra cosa más que acompañarle al cuartel. Por otra parte, se agradece la profesionalidad. Cualquier otro a lo mejor me habría dejado ahí, o directamente no habría intervenido, dada la hora que es, podría haberse dicho a sí mismo que no estaba de servicio y haber continuado con su camino sin detenerse, y ya hacer algo a la mañana siguiente, encargarse de mi denuncia o mis despojos, lo que quedase primero. Pero él no. Él se preocupa, aunque no sé qué le voy a decir una vez lleguemos al cuartel, sigo sin querer denunciar a esos hombres, eso solo puede traerme más problemas, pueden volver a por mí o a por mi familia, y da igual dónde vayamos, aunque no nos persigan de forma oficial, los judíos siempre estamos en el punto de mira. Es muy triste. Pero no me queda otra. Espero que la paliza que han recibido les sirva de aviso y escarmiento.

- Menor. Es mi hermana pequeña - Sigo sin acordarme de que no está en casa, así que me limito a asentir con la cabeza

Apoyado en él, le sigo sin oponer resistencia. Me duele al caminar, mañana seguramente no podré ni levantarme, pero podría haber sido mucho peor, e intento no retrasarle demasiado. Imagino que estará deseando llegar cuanto antes. Tampoco sé a qué distancia estamos del cuartel.

- Gracias otra vez. Otro habría seguido a lo suyo. Estás siendo muy amable conmigo, muy profesional. No me has dicho tu nombre. ¿Cómo te llamas?

off:

Detuvo un momento el paso al escuchar de su amabilidad y profesionalidad. Hacia tiempo que no le destacaban aquellas virtudes, quizás se había ablandado un poco de más…

-Mickaell…- pronunció, casi en un susurro, de forma seca. Miró al chico de reojo, con severidad, esperando alguna reacción por su parte -Y en fin. Esto es parte de mi trabajo. Quizás ayude el hecho de estar con un camarrada... ¿De dónde erres? ¿Cómo te tocó llegar a este trozo de tierra en medio de ninguna parte? ¿Alguien más cuida de tu hermana?- dejó caer, aunque con cierta amargura. Prefería mantener entretenido al chico, no fuera a ser que se quedase inconsciente. Tendría que comprobar si sufría alguna conmoción una vez estuvieran tranquilamente sentados en el cuartel. No obstante, sabía que aquellas preguntas suscitarían otras del contrario. Tendría que ser problema de su yo futuro buscar excusas para esquivarlas, o no.

La brisa nocturna removió su abrigo. La aspiró con suavidad, deleitándose de la sensación del frío rozando su cuerpo. Le encantaban las noches invernales, aunque no lo admitiese. Sus pasos resonaban por las callejuelas oscuras, apenas se venía nada por delante de ellos, como si estuviesen solos en aquella negrura, aunque a lo lejos podía escuchar el festival constante que eran los Barrios Bajos cada noche. Los típicos habituales de las tabernas, familias reunidas en sus casas diminutas, trapicheros en las oscuras esquinas, parejas que buscaban continuar la noche en otra parte… Nada como alejarse de todo aquello. Pobre de aquel que frecuentase las calles que llevaban al cuartel de la guardia. Había quien lo intentaba, si. Pero siempre salía escarmentado.

-Por aquí- seguía guiando al muchacho en su hombro, tras 5 o 10 minutos de caminata. Estaba yendo más lento, buscando un ritmo más adecuado para el malherido, aunque se estaba impacientando un poco -. No queda mucho. Un par de minutos- le había repetido en varias ocasiones, tratado de que no se le hiciese demasiado largo el trayecto. Solo le faltaba que se desplomase allí mismo y tuviese que llevarlo en su regazo. Quería quitarse las botas un rato, el adoquinado de las aceras de aquella parte de la ciudad se le clavaba en los pies como una sonrisa de aquel juguete diabólico que tenía por jefe.

off:

- Mickaell - Contengo la risa - Nos llamamos igual - Acierto a decir, o muy parecido - Sabía que tu acento me resultaba familiar, y cuando has hablado en ruso. Qué coincidencia, encontrarme con un compatriota - Pero al instante, la sonrisa que ha iluminado mi rostro, se desvanece de la misma manera en la que ha aparecido. Gente como él, policías, nos hicieron mucho daño en Rusia. Nada indica que Mickaell sea igual, ha oído los insultos y visto mis ropas ceremoniales y aun así me ha ayudado, pero algo así no puede olvidarse - Soy de un pequeño pueblo cerca de Moscú. Llegué aquí con mi hermana hace unos años. Nos obligaron a marcharnos de Rusia. Aquí empezamos una nueva vida, más tranquila que allí. Solo estamos mi hermana y yo. Nuestra madre murió cuando ella nació, y nuestro padre fue asesinado por policías. Justo a la mañana siguiente nos llegó el decreto imperial de expulsión - Voy respondiendo a todas sus preguntas - ¿Y tú? ¿Cómo llegaste aquí? ¿También te viste forzado a abandonar tu casa? ¿Tu familia está contigo o viniste solo?

El camino se me está haciendo largo. Imagino que a él mucho más ya que está cargando conmigo. A lo lejos se escucha el típico bullicio de los barrios bajos. Atrayente y repulsivo a la vez, dependiendo de cómo tengas el ánimo y las ganas de pasarlo bien. Pero esta zona parece bastante tranquila, hasta que al doblar una esquina, nos encontramos con un grupo de mujeres que no tardan en rodearnos.

- ¿Queréis pasar un buen rato, guapos? Os haremos un precio especial

Escuchó con atención las palabras del Mijaíl. No lo admitiría, pero se compadeció del chico. Ver que su marcha también había sido forzada y por un incidente violento…

-Malditos bastados…- apretó inconscientemente el agarre del joven, maldiciendo en ruso. Se detuvo un momento a coger aire para serenarse -No. Yo… vine solo…- se limitó a contestar. Reanudaron la marcha. Mickaell se pensó seriamente si contar algo más de su turbulenta salida de Rusia, hacía más de 100 años. La sangre le hervía cada vez que lo recordaba. Aún sentía esa ira crecer en su pecho. Le sorprendió no obstante la repentina entrada en escena de un variopinto grupo de meretrices. Puso los ojos en blanco y suspiró, derrotado. Cielos, suficiente gente por aquella noche… - ¿No veis que el chico esta herrido?- respondió, con brusquedad.

-Bueno. No sería la primera vez que atendemos a alguien así.- contestó una.

-Hace un par de noches vino al local un fulano con una puñalada. Me dijo que si no me importaba ver un poco de sangre, el resto le funcionaba bien.- se carcajearon todas.

-Créenos. Quedaros un rato con nosotras y veréis como no os duele nada más...- continuó otra, en tono juguetón, aunque se reflejaba un atisbo de duda en su mirada...

-Largo, apartad- soltó, cortante y sobresaltado, antes de seguir caminando. Una de las mujeres se apartó precipitadamente cuando la miró con los ojos crispados de la ira. No estaba para inventarse excusas ni para fingir indiferencia. Una de las manos le temblaba con el enfado. Se paró en el callejón para respirar con pesadez, tratando de nuevo serenarse. Se dio la vuelta -Tres tipos lo han apaleado un par de calles atrás. Si veis un grupito así siguiéndonos y reconocéis a alguno... No me importarría invertir en vuestro negocio, a cambio de información...- su expresión no había cambiado apenas, pero se percibía en su rostro algo más de cansancio y menos de ira. Silencio... Más de una titubeaba.

-Yo no se si te apetece mucho ir de putas esta noche, Misha, perro yo dirría que esta situación parrece demasiado casual...- susurró a Mijaíl, mientras se giraba para proseguir su camino.

Off:

Noto como se tensa con la aparición de las mujeres. A mí tampoco me hace gracia encontrármelas justamente ahora. No tengo ni cuerpo, ni ánimo, ni ganas. Mickaell tampoco, y se zafa de ellas con cierta brusquedad, manteniéndome contra él. Levanto un poco la cabeza para mirarlas. ¿Están hablando en serio? Jadeo. Qué mujeres más pesadas, de verdad. Entiendo que tienen que ganarse la vida pero todo tiene un límite.

- ¿Insinúas que esos tipos las han mandado? - Miro hacia atrás, pues nos hemos alejado un poco de ellas, lo bastante para que no nos rodeen, pero también para que pueda hacerles esa oferta - No quiero ir de putas. Esta noche no - Estoy cansado y me duele todo - Solo quiero que esta noche acabe cuanto antes. ¿Aceptarán tu oferta? - Vuelvo a mirar a las mujeres. Han hecho un pequeño corrillo, hablando entre ellas, y de vez en cuando mirando en nuestra dirección. Entonces, una de ellas se va a toda prisa, yendo en la dirección por la que hemos venido nosotros - Una de ellas se va - Informo a Mickaell

- ¡Guapos! - Varias de ellas se nos acercan con una sonrisa - Hemos hablado y nos interesa esa oferta tuya. Si aceptamos, ¿cuánto nos pagarías? - Le coge suavemente por la chaqueta y le acaricia el torso, sonriendo encantadoramente

Spoiler:

El jefe de la guardia sintió despacio. Cuanto menos les escuchasen hablar mejor, pero si, aquel encuentro parecía preparado. Algo olía mal y no solo era aquel infernal sitio. Podía ser que se hubiera metido con quien no debía, aunque aquella era su especialidad.

-Lo dudo- susurró al muchacho entre dientes -tampoco llevo mucho encima para ofrecer…- en cuanto se pusieron a cuchichear las mujeres, no se le pasó por alto que algunas se miraban apuradas. Aquella que se le había acercado con cara de preocupación se volvió hacia otra dirección, con ansiedad en la mirada, antes de irse corriendo -. Lo veo. No parecen de las que tienen fama de discretas- sonrió con acritud -¿Cómo te ves parra correr?- le preguntó, en voz baja, aprovechando que las prostitutas seguían debatiendo -Estate atento. Si pasa algo sigue este camino de frente. Pasa tres callejones de largo y gira a la izquierda ¿Me oyes? Baja unos escalones y entra en el cuartel por la primera puerta que veas. Pregunta por Rosella y dile dónde estoy ¿Entendido?- le indicó, en ruso.

Se puso en guardia cuando se les acercaron varias de ellas, en especial cuando una empezó a sobarlo. Aquello pasaba de castaño oscuro. Cogió con agresividad la muñeca de aquella mujer, aunque sin ejercer fuerza. La miró con severidad y ella le mantuvo la mirada, aunque sintió su acto reflejo de intentar zafarse. La había asustado… Aquello no le agradaba, pero menos aún lo que podía venírsele encima. Se contuvo y con gentileza le pasó los dedos por la palma de su mano, para acabar sosteniéndole los suyos y llevándoselos a los labios, en un amago de galantería. Sacó su monedero de un bolsillo interior de la chaqueta, que por lo que había notado aquella mujer ya había localizado sutilmente.

-Cinco chelines.- le respondió, con frialdad.

-¡¿Para cada una?!- preguntó, sorprendida, la que parecía la cabecilla de aquella patética actuación. Vestía un vestido rojo que dejaba al descubierto las blancas enaguas. De escote generoso, realzado con el corsé y rematado con un collarín. Su pelo negro caía ondulado en el flequillo, sobre un lado de la cara y por encima de uno de sus hombros, casi desnudos de no ser por un chal de seda.

-Parra todas- remató el ruso. La madama frunció el ceño, enrojeciendo de indignación -. No ibais a ganar nada más con nosotros esta noche.

-Nos ofende que piense que nos vendemos tan barato, caballero- respondió otra de las que se habían acercado. No estaba seguro de hasta qué punto aquello era para ganar tiempo o realmente había herido su orgullo -. Si a caso cinco por cabeza. Hemos ganado más cada una por una noche que eso…

Spoiler:

No me veo para correr, sinceramente, pero asiento ante sus indicaciones, entendiendo que la situación puede ponerse complicada y que seguramente habrá que correr. Inspiro profundamente y me separo un poco del guardia, dejándole espacio para maniobrar si hiciera falta, y también para no tropezarme con él en el caso de que, efectivamente, haya que correr. Miro en la dirección que me ha indicado, y luego vuelvo a prestar atención a la escena. La mujer parece realmente indignada, pero rápidamente vuelve a sonreír, después de repasarnos con la mirada a los dos.

- Tu amigo parece que necesita que alguien le cuide esta noche. Lo dejamos en 5 chelines por él, pero tú vas a tener que pagar un poco más. 10 chelines. Es una buena oferta. Hemos cobrado mucho más por nuestros servicios. Pero esta noche me siento generosa

- Si de verdad cobraseis tanto no estaríais en la calle, estaríais en una casa recibiendo a vuestros clientes

- ¡Tú cállate! - Me espeta, de nuevo indignada - Cariño, no sabes nada de este mundo. No tenemos por qué darte explicaciones. 10 chelines. En total son 15. ¿Aceptas? - Se dirige de nuevo a Mickaell

-Mi ami- se paró un momento a pensarlo -. A mi amigo lo puedo cuidar yo, gracias. Y el chico tiene razón. Bien podría pasar... la noche con alguna y segurro me salía más a cuento. Siete chelines. Parra todas- Mickaell miró a Mijaíl, buscando un cómplice en su frustración con aquella situación, mientras suspiraba, conteniendo su rabia.

-Cinco chelines, pero por cabeza- volvió a hablar la madama, entre dientes, con una sonrisa maliciosa.

-Tres por cabeza- parecía que una de las chicas iba a replicar, pero la madama se interpuso entre ella y el jefe de la guardia, mientras le tendía la mano. Demasiado fácil... Mickaell se la apretó, contando distraído el numero de chicas a las que decía iba a pagar y asintiendo para sí.

La mujer no pareció contenta el apretón -Creo que no…-

-La paga una vez hecho el trabajo- le respondió, interrumpiéndola, sin soltarle la mano. El apretón esta vez era un poco más firme -y si me decís para quién trabajáis- remató, acercándola más hacia sí. Aquello la pilló por sorpresa y esta vez si parecía darse cuenta de que estaba jugando con fuego.

-Yo... N-no se…- titubeó. Sus compañeras se alejaron un poco de ellos.

-Yo creo que si. Deduzco que una de tus amigas ha ido a avisarlo y en breves me verré rodeado de sus matones- la madama empezó a forcejear, aunque débilmente. Quizás por la impresión, quizás por experiencia sabía que tratar con hombres agresivos haría empeorar la situación si trataba de escapar. Mickaell la soltó al notarlo, con la mano temblorosa. Ahora mismo estaba sintiéndose asqueado consigo mismo… Pero no estaba solo. Un civil podía correr peligro y la experiencia le había demostrado que en ciertas ocasiones era  mejor baza tratar de atemorizar a sus contrincantes. La vida le había demostrado que prefería ser temido que respetado -. Puede que tres de sus chicos fuerran a pasar un buen rato, se pasasen con la bebida y le dierran una paliza a un chaval cuando un guardia pasaba por allí- la madama se frotó la muñeca mientras retrocedía unos pasos, acompañada de sus chicas, sin dejar de mirar a los ojos al jefe de la guardia -. Puede le que llegasen con la narriz rota y sin algunos dientes hace diez o quince minutos al jefe y reclamasen venganza...

-Lue, creo que deberíamos irnos ya- una de las chicas tiró de uno de los brazos de la madama gentilmente, mirando hacia el resto de sus compañeras.

-Misha- Mickaell pudo escuchar pasos por otros callejones que rodeaban aquel en el que se encontraban -, recuerda. Rosella...- se recolocó al chico detrás de él, despacio. Le tendió sus guantes de cuero, sin cortar el contacto visual con las prostitutas -. Y a vosotras… Por que esta noche me siento generroso, os recomiendo no os metáis en esto o me verré obligado a atacarros...

La madama se sacó una pistola del muslo con un rápido movimiento, la cara crispada de ira, mientras varias sombras se acercaban por los callejones del frente y los laterales. Un ruido metálico resonó, al golpear los adoquines. Mickaell cubrió con el cuerpo a Mijaíl, mientras la mujer lo apuntaba con el arma.

Spoiler:

- Siete chelines estará bien - Confirmo, recibiendo de nuevo miradas hostiles, pero me da igual, si Mickaell vuelve a mostrar su habilidad, no tengo nada que temer de esas mujeres, ni de nadie, pues nunca he visto a nadie luchar como lo hace él

El regateo sigue, y pronto se deja entrever que la situación se está volviendo más peligrosa por momentos, pues está claro que las hemos descubierto, y Mickaell así se lo deja ver a la madame. La pregunta es. ¿Tenemos que temer a estas mujeres? ¿Pueden llegar a ser rivales a tener en cuenta? Eso parece. Se empiezan a escuchar pisadas acercándose, y la madame saca una pistola. Se escucha un disparo. Mickaell me cubre con su cuerpo. Las pisadas se acercan, y varias sombras alargadas se ven por varios callejones a la vez. Son demasiados para los dos y encima yo no soy de ninguna utilidad, menos herido. Recuerdo a Rosella.

- ¡Ten cuidado!

Salgo corriendo a toda velocidad, todo lo que me permite mi estado. Sigo sus indicaciones. Sigo todo recto, paso tres callejones de largo y giro a la izquierda. Noto las manos de alguien tratando de sujetarme y se escucha otro disparo, pero yo sigo sin mirar atrás. Al llegar a los mencionados escalones, bajo por ellos y entro en el cuartel por la primera puerta que veos. Ya voy sin aliento y me duele todo todavía más.

- ¡Rosella! - Empiezo a gritar a pleno pulmón - ¡Rosella!

Aparece una muchacha mirándome con los ojos muy abiertos. Varios guardias también se me quedan mirando, tensos.

- ¡Mickaell! ¡Él me ha pedido que venga! ¡Rápido, tiene problemas!

La chica asiente rápidamente y pronto se movilizan varios guardias para ir a ayudar a su compañero