Hielo en la sangre (+18)[Priv.]

Llevaban un par de horas rondando por el Mercado Negro. El contacto de Yuki, un mecánico clandestino, le había contado que aquella noche tenían planeada una batalla de prótesis en una fábrica abandonada. Aquellos eventos estaban ganando más y más popularidad, y no solo entre las clases bajas. A más de un aristócrata se lo había visto frecuentar esos peligrosos círculos. Robo de prótesis a Polaris, agresiones a su equipo, instalaciones y modificaciones ilegales, trafico de las mismas, extorsión… La flor y nata de los Barrios Bajos había encontrado un lucrativo nicho de mercado en lo que empezó siendo una inocente propuesta: hacer llegar las prótesis a todo el mundo. Pero ¿por qué detenerse ahí? Las bandas especializadas en el tráfico de prótesis podrían cobrarse los favores.

"O pagas tus nuevas piernas o las devuelves." "Valen un tercio de su valor, pero necesitas este medicamento que proveemos." "¿No tienes dinero? Descuida, te las puedes ganar." "Pelea por ellas." "Oye, necesitamos un favor." Y un laaaaargo etcétera.

La cosa no acababa ahí. Médicos y cirujanos, mecánicos, ingenieros, armeros, artesanos… Ya no solo valía con ir a la funeraria a que te cosieran un navajazo del que preferías no dar explicaciones, a que te recolocaran el brazo o te sacasen un perdigón. ¿Poder esconder un sable o un rifle en tu brazo? Claro. Con un sencillísimo mecanismo plegable. ¿Aumentar la potencia de sus mecanismos? Desde luego. ¿Lo quieres para pegar mas fuerte o para saltar más alto? ¿Correr más rápido? Si tus caderas lo soportan ¿por qué no? El límite está en tu imaginación. Y bueno, también en las piezas que se puedan robar en el próximo cargamento. ¿O quizás estás tan desesperado como para quitárselas a otro…?

Los matasanos turbios, expulsados de la escuela de medicina acaban siendo lo de menos codeándose con criminales de poca monta. No. En aquel mundillo habían empezado a introducirse mentes brillantes, con una mayor visión de las posibilidades que el mundo del crimen podía brindarles. Gente muy culta y de gran inventiva, financiada por grandes figuras del crimen de Áberum. Entre ellas, el mayor criminal de la isla en la sombra.
¿Qué si la guardia y el gobierno hacía algo por desmontar de una vez por todas todo aquello? Ni en los mejores sueños húmedos de los Nagarr. Si acaso hacían la vista gorda, o mejor, lo fomentaban. Pero de vez en cuando un joven aparecía muerto en una cuneta, con su reluciente brazo-bayoneta arrancado, y las autoridades debían hacer algo de ruido. Y claro, tampoco podían obviarse todas aquellas prótesis modificadas (y, de vez en cuando, sus usuarios) que resultasen de interés…
Podría parecer que aquello frustraba al jefe del la guardia de la isla, pero lo cierto es que lo emocionaba.

Caminaba entre los puestos del mercado. A simple vista aquel lugar no difería tanto de los barrios burgueses. Los cambios eran sutiles si no sabías por dónde moverte. Mismos farolillos, mismos toldos, mismos puestos de comida… Podía ser que no tan frescos o en buen estado, pero a la gente de por allí le daba lo mismo llevarse a la boca una mandarina brillante que una mellada. Tras un par de cruces y no pocas muecas incómodas entre los callejones se llegaba al corazón del Mercado Negro. Atrás quedaban los vendedores de mala muerte. Exóticas tiendas de animales exhibían especies de todos los rincones del mundo, algunas bastante peculiares tan solo, pero otras conocidas solo en los mitos. Fumaderos de opio y cannabis. Casas de apuestas y del placer. Entre sedas y joyas, lo más probable robadas, los talleres de prótesis.

Los mecánicos habían hecho trascender el uso de las prótesis a un nivel superior y se regodeaban de su fama. El ambiente estaba cargado del olor a aceite, metal, humo y pólvora. Muchos de los trabajos se llevaban a cabo en el exterior de los talleres, para que los viandantes pudiesen maravillarse con las creaciones de cada artesano. Otros optaban en cambio por lucir con orgullo a su clientela habitual, desde jóvenes carterista a musculados miembros de distintas familias mafiosas. Esto último solía causar más de una disputa entre talleres, donde el raquítico viejo de turno retaba al fornido hombre con peinado de mohicano a ver cuál de sus producciones era mejor en la arena de combate. Los gritos de las apuestas sobre el desmontado y montado de piezas eran también parte del entretenimiento en aquel lugar, tapando los alaridos de dolor de los nuevos pacientes en los quirófanos. Los vapores de los talleres y las prótesis se mezclaban con las chispas de los soldadores en cada esquina.

Mickaell esquivaba sin dificultad todos aquellos grupos. Detestaba moverse entre tantos torpes y descerebrados, pero le preocupaba que alguien lo reconociese por allí. Trataba de taparse todo lo posible, enfundado en una gabardina oscura, cubriéndose la cara con la visera de su gorra, el pelo totalmente recogido dentro… No creía que hubiese mucha gente con sus rasgos por allí y no podía permitirse el lujo de llama la atención de cualquiera que reconociese al jefe de la guardia de Áberum. Se movía poco a poco, haciendo como si aquel espectáculo le llamase la atención mínimamente, pero prefería no detenerse demasiado rato en un sitio, por temor a que alguien reparase demasiado en él.
Le era difícil comportarse de aquella manera. No soportaba las grandes concentraciones de gente. Tampoco ocultar su presencia. Se sentía orgulloso de ser quien era e infundir terror en aquellos despojos. No entendía cómo eso le gustaba tanto a Yuki. Era sorprendente cómo el joven muto se camuflaba en la sociedad, fingiendo que todo lo que hacía era suyo de forma natural… Demonios, prefería haber entrado sin más en la fábrica y despachar a todos los allí presentes a base de fuerza bruta. Pero no, Joker buscaba algo más de discreción, y allí habría gente importante en la isla. Nobles que aportaban dinero a las arcas del gobernador, así como miembros de gran relevancia para los Santos Claveles… Tendría que aguantar un poco más con aquel teatro, ya le quedaba menos para la acción.

No muy lejos, podía divisar a sus subordinados paseándose, tratando de pasar desapercibidos o bien mezclándose con toda aquella marabunta de gente, fanáticos de las prótesis.

Hey, you:

Song se detuvo delante de uno de los fumaderos de opio del área por casualidad y se ajustó bien el abrigo con el frío del invierno que le rodeaba. Odiaba la ropa que llevaba. Un traje sencillo y de un marrón muy triste con un abrigo de lana que podría haber llevado su abuelo en su juventud. Pero no se podía quejar o al menos no lo iba a hacer en voz alta.

—¿Visitando a unos amigos?

La pregunta le pilló por sorpresa y delante de sí vio a Thomas, uno de sus compañeros de guardia, vestido tan terriblemente mal como él, y con una cara que le dieron ganas de pegarle un puñetazo en esos dientes de simio. Pero claro eso estaría mal y no era el momento.

—¿Por qué estás asumiendo que me codeo con esa gentuza?—preguntó Song con seriedad ajustándose los guantes.

El guardia no se esperaba la pregunta. A Song le dio la impresión de que era el típico gracioso que no está acostumbrado a que gente por debajo de él le respondieran los "chistes".

—Bueno porque, jaja... ya sabes... en fin...—su balbuceo patético solo confirmó para el demonio que se encontraba ante un imbécil.

—Me quedo con tu cara para cuando acabemos con esto—musitó alejándose de él.

El hombre de pelo negro siguió paseándose por esas callejuelas que le recordaban aquellas a la zona de Whitechapel: sucias, llenas de asquerosos indigentes y con un montón de vendedores que te ofrecían cosas "poco comunes"por así decirlo. ¿Cuánto tiempo llevaba ya caminando por ahí? A él le parecían horas pero era muy probable que fueran menos. No le disgustaba ese tipo de trabajos pero se frustraba rápidamente por la falta de acción que aún estaba por venir y no daba llegado. Estaba mentalizado para ello desde hacía rato pero la señal que esperaba no daba llegado. No dudaba de las órdenes de su superior pero ¿no habían trabajado ya bastante con discreción?

Spoiler:

-APUESTO 3 POR EL VIEJO JOHN- gritó Yuki, enterrado entre montones de sudorosas axilas de trabajadores, apostándose parte o la totalidad de su sueldo en las apuestas de montaje de prótesis. Nada como estrujarse entre los músculos de los hombretones de las fábricas para entrar en calor y pasar desapercibido. Había hasta alguno con el que había cierto toqueteo. Yuki esperaba que aquello no fuese tan solo una estrategia para rebuscar en su bolsa de dinero nada más. Pero con la camisa sencilla de algodón bajo el triste abrigo de lana raído que llevaba aquel día agradecía el contacto del calor humano.

-Ah. Vamos, quédate a otra, Renzo. Aún no te he ganado lo que he perdido- le dijo Miles, rascándose la cabeza.

-No, no, no. Me están esperando. Quizás en un par de horas, si seguís por aquí- con una sonrisa "maliciosa" y unos cuantos chelines más en su poder se despidió de sus nuevos colegas. Había quedado en devolverles el dinero a Miles y Gibbs invitándoles a un par de rondas luego en 'La Estrella Delirante'. Un buen tipo aquel Miles, pero demasiadas deudas para pagarse aquella mano. Se reajustó el gorro de lana, para que parte del flequillo le tapase el ojo malo, y siguió su camino.

Aquella noche el Mercado estaba muy animado. Esperaba que con tanta gente en el centro, la redada pasase más desapercibida en las afueras. Pasó cerca de un puesto de soba y se puso a charlar con la dependienta, que al final le rebajó la porción. Paseando con sus fideos de forma distraída, se dedicó a buscar disimuladamente a sus compañeros de la guardia. No muy lejos de allí, parecía que Thomas acababa de meterse con quien no debía.

-Joder. Casi pude ver cómo Thomas se meaba encima al tratar de buscar una respuesta- le dijo a Song acercándose desde atrás en un par de zancadas para dejar atrás al guarida bobalicón, con el cartón de fideos aún en la mano, la boca medio llena de comida -. Le viene bien. Lo de pensar para variar, quiero decir- le sonrió con picardía a su compañero, mientras le tendía la caja de comida, a modo de ofrecimiento, aunque no esperó a que lo aceptase antes de meterse otro bocado. Recolocándose la bufanda, se posicionó por delante del guardia, estudiándolo de arriba abajo -¿Song, no? Un placer- había algo en él que le resultaba agradablemente familiar…

Aaaaah!:

No se giró para ver quién era la persona que le estaba hablando pero si sabía quién era Thomas tenía que tratarse de otro de los suyos. Desaceleró el paso un poco para dejar que le alcanzara y se acomodó al ritmo del contrario.

—No es la primera vez. No se cómo consiguió el puesto. Seguro que su padre tiene algún rango alto.—lo sorprendente sería que hubiera entrado a la guardia por sus (carentes) habilidades. Rechazó la comida que le ofrecía con un delicado gesto de mano. No iba a negar que tenía hambre pero como se metiera algo en ele stómago ahora mismo era muy probable que acabara vomitando en medio de la redada. Asintió confirmando su nombre.—No me he quedado con tu nombre pero creo que te tengo visto por las calles.—se fijó mejor en los rasgos del hombre que tenía pinta de ser bastante más joven que él y recordó algo de pronto.—¿Tú no eres el pastelero?—rió.—Mis compañeros hablan de ti a veces. No de cosas malas, pero ...te tratan de cretino... no te ponen en muy buena luz.—aunque también podría haber añadido que era normal que apedrearan con palabras a todo aquel que no fuera de la guardia sigma.

Spoiler:

-Hoy puedes llamarme Renzo- responde, con la boca llena -, aunque normalmente me llamo Yuki- termina sonriéndole, cerrando el ojo y girando la cabeza de forma algo infantil. Aprovechó a acercase un poco más a él. Hubo algo que le llamó la atención en aquel individuo, una presencia extraña pero familiar. Le erizaba los pelos de la nuca…

-Jajaja. Si, lo soy- Yuki sabía perfectamente que aquella situación no era la normal. Veía que los guardias se esforzaban por hacer ver que eran guardias, pese a que la actitud de muchos pareciese más bien la de matones de poca monta -. Y descuida, soy consciente de que hablan sobre mí a menudo. Algunos me lo dejan claro a la cara con palabras menos agradables, no tienes porqué suavizarlo- miraba al frente sonriendo de forma despreocupada mientras metía los palillos en la caja de cartón de los fideos, que ya se había comido del todo, y la estrujaba entre sus palmas con ambas manos para tirarla -. No trabajo a tiempo completo aquí. Al jefe no le hace gracia que alguien tan joven se mezcle en estos ambientes...-  al pasar al lado de la tarima de uno de los mecánicos que se exhibían, dejó el cartón plegado encima, con las consiguientes maldiciones que aquel gesto conllevaba. Hizo oídos sordos mientras seguía caminando -. Eres más amable de lo que había pensado. ¿Te apetece tomar una taza de té? Conozco un sitio donde sirven el mejor oolong del Mercado.

YwY:

-Acérquese jefe. Tenemos buen material- un viejo calvo y con 3 o 4 dientes le instaba a entrar en un prostíbulo decorado al estilo oriental. Mickaell parpadeó sorprendido a los golpes que daba el anciano con su pipa en un cenicero, mirándolo con ceño fruncido.

Detestaba aquellas calles, a aquella gente. Le costaba una enorme cantidad de paciencia no darles un puñetazo a todos con los que se encontraba. Todos eran tan... ordinarios. Le susurró algo así como "estoy servido" mientras chiscaba la lengua y se volvía. Suspiró con fuerza, mientras se encendía un cigarrillo. Entre el gentío, distinguió a Yuki apostando en los talleres de prótesis. Aquel joven no tenía ni idea de cómo emplear todo el dinero que tenía... Pero verlo en su salsa le produjo cierta ternura. Sacudió la cabeza para tratar de alejar esos pensamientos de su cabeza. Por el amor del creador, era un maldito crío. No tenía derecho a meterlo en su mundo.

Aunque disimulaba, no le quitaba los ojos de encima. No tendría que preocuparse tanto por él. Sabía de sobra que sabía defenderse solo, se lo había dejado claro en más de una ocasión. Tenía que dejarlo correr… Otro de sus subordinados llamaba su atención.

Por lo que había podido observar Song tenía, sino menos, los mismos problemas que Yuki con sus compañeros. Como si le hubiera leído el pensamiento, el japonés se había acercado a ver qué estaba pasando allí para quitarle hierro al asunto. De nuevo, algo que se le daba mejor que a él.

Esperaba que ninguno se saliese de su papel. Tenían que pasar por parte del público, mientras el resto de la guardia se posicionaba. Tanto tráfico de gente ajena al Mercado podía hacer sospechar a los organizadores de la batalla de prótesis, y llevaba meses preparando aquella operación. Miró su reloj de bolsillo. Aún quedaban 15 minutos para la hora a la que había quedado con el grupo de Tobias. Suspiró, hastiado...

Spoiler: