What do you want, sir? [Mijaíl]

El ayuntamiento, oh, el ayuntamiento. Muchos creían (pobres ilusos) que aquí era donde se tomaban las decisiones importantes. Y nada más lejos de la realidad. Había decidido ir en persona para ver si con mi presencia los empleados se tomaban un poco más en serio su trabajo, al fin y al cabo, estaban ahí, cobrando un sueldo público, que menos que hacer algo, aunque fuera mal. Me froté los ojos, para evitar darle un golpe a una mesa o, peor aún, a uno de los trabajadores en el ayuntamiento.

- No solo estamos faltos de personal, es que llevamos dos semanas con una lluvia que no para y ha habido goteras y han calado la humedad y el agua hasta la zona de los archivos, y hemos tenido que ponernos a salvar expedientes y pasar a limpio documentos, y no para de llegar gente y... -el tono de voz del joven que estaba hablando con él le estaba poniendo nervioso.
- Pues hoy, aquí y ahora no veo a nadie. ¿De dónde sale tanto agobio? Está todo vacío, sin gente con problemas administrativos por resolver, pidiendo registrar a sus hijos recién nacidos u otros menesteres...

El joven abrió mucho los ojos, y abrió y cerró la boca como un pez fuera del agua. Supuse que estaría pensando qué excusa banal poner, o cómo echarme educadamente del sitio. Alguien hizo acto de presencia, apareciendo por la entrada principal.
- Buenas tardes, ¿qué desea? -estaba bastante molesto, y me puse a hablar antes de que el administrativo dijera nada. Mi tono de voz era frío y cortante, dejando bien claro todo el descontento que me invadía-. Espero que no sea nada muy complicado, porque me temo que están un poco saturados, aún con tan poca gente- hice un gesto amplio con las manos, abarcando el hall desierto.

- Así - Esther termina de ajustarme el traje - Estás muy guapo, mira - Me gira para ponerme delante del espejo y me sonríe, mirándose detrás de mí. El traje es viejo, lleva bastantes remiendos encima que por suerte, y gracias a la habilidad de mi hermana con la aguja, solo se ven si prestas mucha atención, pero en términos generales se ve digno y presentable - ¿Estás seguro de querer hacerlo?

- No puedo pasarme toda la vida en casa mientras tu trabajas. Necesitamos el dinero. Además, el trabajo de funcionario no es como el de la fábrica, puedo hacerlo, a pesar de todo

- Buena suerte

Me da un beso en la mejilla y salgo de casa. No pierdo el tiempo y me dirijo directamente al ayuntamiento. A pesar de que no hay nadie, se puede notar cierta tensión en el ambiente. Me siento impresionado y algo intimidado por el hombre que parece estar al mando, y que se dirige directamente a mí en cuanto me ve aparecer.

- Buenas tardes. En realidad no he venido por eso - No puedo evitar sonreír al ver la ironía en sus palabras - He venido a solicitar trabajo en el ayuntamiento. ¿Es usted el que está al mando, con quien tendría que hablar?

Resoplé sonoramente. Bueno, resoplar si hubiera tenido aire en la caja torácica. La verdad es que era un sonido que me había costado cierto tiempo aprender, pero que resultaba útil en situaciones como esta, para mostrar cierta exasperación y burla.

- Para solicitar empleo en el ayuntamiento tiene que... -el administrativo empezó a soltar el rollo que le soltaba a todos los que solicitaban lo mismo. Le interrumpí antes de que terminara la frase, levantando el índice para indicarle que se callara.

- Disculpa,  Marvin, pero creo que me están hablando a mí. Pero quédate, por si al final necesitamos algunos papeles. Yo no sé cómo lo tenéis todo organizado por aquí-sonreí ácidamente. Cerró la boca al momento. Me dirigí al desconocido-. Bien, bien, un trabajo en el ayuntamiento. Podría decirse que sí, soy quien está al mando. ¿Exactamente, por qué? ¿Qué motivaciones le llevan a querer trabajar aquí? El trabajo administrativo, si bien no es exigente físicamente, es aburrido, tedioso, laborioso. Y el ambiente, los compañeros, en ocasiones pueden llegar a ser hasta molestos- Marvin frunció el ceño ante el comentario, pero no habló-. La verdad es que no vendría mal renovar la plantilla, algunos empleados actuales dejan bastante que desear en cuanto a actitud.


Me acerqué hasta el joven y lo examiné de arriba a abajo. No pasaron desapercibidos los remiendos que decoraban su traje. Un buen trabajo, eso tenía que reconocerlo. Tampoco su acento, aunque supuse que su nombre me daría más información de dónde había salido este individuo.
- ¿Qué podría usted aportar a esta institución, señor...?

El resoplido no me deja indiferente. Por un momento se me pasa por la cabeza que ni siquiera se va a tomar la molestia de entrevistarme, de fingir un cierto interés antes de despedirme amablemente y olvidarse por completo de mí. Aun así intento mantenerme positivo, si me rindo antes incluso de haber empezado, entonces sí que no conseguiré nunca el empleo. Las palabras del administrativo renuevan mi ánimo, aunque no tarda en ser interrumpido por el otro hombre, quien, a cada minuto que voy pasando en su compañía, me va intimidando más. Por lo que puedo apreciar, es exigente y con él bromas las justas. Bien, estoy acostumbrado a ese nivel de exigencia, incluso más me atrevería a decir, pero no puedo evitar sentirme pequeño e insignificante a su lado y deseo causarle una buena impresión.

- Roshal. Mijaíl Roshal - Me presento y le tiendo la mano - Lo que puedo aportar, señor, es mi trabajo y mi esfuerzo. Tengo estudios, estudié en Moscú y me gradué siendo de los primeros de mi promoción. Hablo varios idiomas: inglés, francés, ruso y hebreo. Tengo experiencia manejando documentos, he trabajado para particulares organizando sus archivos y traduciendo, aunque nunca he trabajado en una institución pública oficial. Aprendo deprisa y no me asusta trabajar duro, estoy acostumbrado a un nivel de exigencia muy alto. Si decidiese contratarme le aseguro que no se arrepentirá

Noté cómo el otro no estaba del todo cómodo. ¿Sabría quién era yo, o no me conocería? Ah, sería tan divertido poder ver qué se le pasaba a la gente a veces por la cabeza. He de reconocer que me gustó el aplomo con el que se presentó. Por su nombre debía de ser de Europa del este. ¿Rusia, tal vez?

No respondí a su apretón de manos. Me hubiera tocado hacerlo con mi mano buena, la derecha, que distaba mucho de asemejarse a una extremidad humana. Me limité a rechazar el apretón sacudiendo ligeramente la palma derecha, para después asentir, dejándole claro que si bien no había respondido como esperaba, presentado estaba.

- Vaya, Marvin, parece que tenemos aquí a un candidato muy apto: políglota, destacado en su promoción, y lo más importante, con ganas de trabajar -era una indirecta más que clara para Marvin y alguno de los trabajadores que había hacia el fondo, en la parte de oficinas. Esperé que alzando un poco el tono pudieran escucharme-. Pero nadie es perfecto, algún defecto tienes que tener. ¿Te han despedido de algún puesto anterior? Si la respuesta a esa pregunta es negativa, ¿has rechazado alguna oferta en otras ocasiones? ¿Por qué? ¿A qué te dedicas en tu tiempo libre? No queremos borrachos irresponsables que llegan con resaca un miércoles -otra indirecta, esta vez a Luke, que se había atrevido a llevarme unos informes una mañana tras una muy, muy mala noche por los tugurios de Áberum. Espero que me escuchara-. Y lo  más importante, pregunta a la que no has respondido antes: por qué.

Termino por bajar la mano al ver que no me la estrecha, sin embargo puedo darme por saludado, o eso creo al ver sus gestos, primero con la mano y luego con la cabeza. Es un hombre algo extraño, y desde luego muy autoritario. Asisto asombrado a la lluvia de indirectas que lanza sobre sus empleados. No puedo evitar mirarles discretamente. ¿De veras son todos así? Si lo que dice es verdad, es un milagro que el ayuntamiento siga funcionando. Como no conozco personalmente a ninguno, decido no sentar precedentes por culpa de las palabras de su jefe, pero la verdad es que dan que pensar. Vuelvo a centrar mi atención en él.

- No soy ningún borracho, señor. ¿Tengo defectos? Por supuesto, todo el mundo los tiene, pero ninguno de ellos afecta directamente a mi trabajo. No rechazo ninguna oferta de trabajo y estoy dispuesto a hacer todas las horas extra que sean necesarias. Solo me han despedido una vez, de una de las fábricas de aquí, en Áberum, y fue por motivos de salud, no por dar la talla o causar problemas. En cuanto a mi tiempo libre, soy músico, toco el violín, pero tampoco resulta una distracción en horas de trabajo

¿Por qué quiero trabajar aquí? Porque no tengo dinero, porque estoy enfermo, porque quiero prosperar, porque no quiero dejar a mi hermana en la indigencia cuando yo ya no esté, porque no puedo trabajar en una fábrica, porque necesito trabajar y no sentirme un inútil.

- Quiero trabajar aquí porque estoy perfectamente capacitado para este puesto de trabajo. Como ya le he dicho antes, tengo estudios, y trabajar en una institución pública puede darnos beneficios a todos. A la ciudadanía porque me pondré al servicio de su bienestar, de los ciudadanos y de la propia ciudad, y del mío propio porque quiero prosperar en esta vida. No quiero pasarme toda la vida en una fábrica. Quiero convertirme en un ciudadano del que Áberum se sienta orgullosa, y qué mejor manera de agradecerle a Áberum su generosidad conmigo que trabajando para ella. No me asusta el trabajo duro, y daré lo mejor de mí, día tras día, para poner mi granito de arena en esta institución

Por un momento tuve ganas de contestar a su "no soy ningún borracho": siendo del este me sorprendería que no lo fuera, francamente. Pero me contuve, apretando un poco los labios para evitar decir algo mientras el otro hablaba. Oh, motivos de salud. A veces se me olvidaba que un cuerpo vivo implicaba enfermedades, lesiones, cansancio...

- Supongo que no, que no puede resultar una distracción, o al menos una que llame tanto la atención como jugar al solitario o al ajedrez, como le gusta hacer a algunos por aquí -sonreí ácidamente y escuché su respuesta a mi pregunta. Tenía que reconocer que me gustaba su actitud-. La música es una buena afición: implica disciplina, esfuerzo, trabajo, resilencia... Desarrolla un sinnúmero de cualidades positivas. Creo que no me estás contando todo, pero... -me encogí de hombros-. No es necesario ir con el corazón en la mano constantemente, ¿no? -me di la vuelta y le hice un gesto con la mano para que me siguiera.

Aún estaba de mal humor, para qué engañarse, y quería desquitarme con alguien, aunque aquel desgraciado desesperado por ganarse un sueldo no era la víctima apropiada. Podría haberlo echado sin miramientos, pero eso hubiera sido la opción fácil. La opción aburrida.
- Marvin, por favor, ve preparando un contrato y toda la burocracia que conlleva.
- Señor, sin cartas de recomendación ni... Quiero decir, acaba de entrar por la puerta, y sí, necesitamos gente pero hay otros que además de ser ingleses...
- Y una renuncia. ¿Quieres ser tú el que la firme o me vas a hacer el favor de hacer lo que te pido? -le miré sin parpadear mientras abría y cerraba la boca un par de veces.
- Sí, preparo ahora mismo todos los documentos pertinentes.
- ¿Sabes si Wilfred ha venido hoy o se ha tomado otro día libre?
- Está en su despacho, como todos los días, señor -ay, Marvin, la voz le temblaba un poquito cuando mentía...
- Los cuentos para tus hijos, Marvin -miré a Mijaíl mientras abría la puerta que conducía a la parte de las oficinas y despachos del ayuntamiento-. Acompáñame, por favor.

sploier:

Sonrío a modo de respuesta. No, no le he contado todo ni voy a hacerlo, al menos de momento. Mi vida privada es cosa mía. Mi salud en cambio, además de provocarme problemas por culpa de mi enfermedad, puede provocarme problemas a la hora de conseguir un trabajo, y no estoy dispuesto a perder esta oportunidad. Lo contaré solo si es necesario, básicamente si me pillan tosiendo sangre o si tengo uno de mis ataques de no poder respirar y soltar sangre por la boca como una catarata. Me estremezco solo de pensarlo. Voy a tener que ocultarlo todo lo que pueda, hasta que ya sea demasiado tarde. Confío en que haya podido ahorrar lo bastante para entonces, para que Esther no tenga problemas económicos

- Tengo cartas de recomendación - Miro a Marvin directamente, señalando mi abrigo, donde las llevo guardadas. Es lo único que tengo, pues mis calificaciones se quedaron en Rusia. Es otra cosa que no puedo contar, espero poder demostrar mi valía con mi trabajo, aunque estoy seguro de ello

Marvin empieza a caerme mal. Entiendo su postura, pero eso de “otros que además de ser ingleses” está de más. Solo porque sean ingleses no los convierte en eficientes, pero me guardo la respuesta para mí, no quiero provocar conflictos. Por suerte todo se desarrolla a mi favor y enseguida me encuentro acompañando al que va a convertirse en mi jefe

off:

Avanzamos por un pasillo amplio, con una alfombra mullida de color marrón oscuro y gris y las paredes pintadas de un verde claro. Algunas de las puertas estaban abiertas, dejando entrever los despachos de los diferentes gabinetes, algunos más amplios, con hasta cuatro y cinco individuos trabajando, otros más pequeños, en los que apenas cabían dos personas y todos los papeles.
- Tu puesto estaría al fondo, a la derecha, importaciones y exportaciones. Actualmente tenemos un equipo de tres traductores: chino-inglés, hindi-inglés y francés-inglés. Ocuparás el lugar de este último, además de ocuparte de los papeles franceses también podemos añadir los rusos y otros países de la zona. No son muchos pero son un dolor de cabeza. El trabajo empieza a las siete de la mañana, termina a las cinco de la tarde. Una hora de pausa para comer, de doce a una. Puedes usarla para lo que quieras además de comer, como tocar el violín -sonrío levemente-. De lunes a sábado, los domingos el ayuntamiento permanece cerrado, a menos que haya una urgencia, en cuyo caso se te avisará. Un detalle importante -me detuve frente a la puerta con un letrero en el que se leía el nombre del departamento en el que Mijaíl iba a trabajar-, el sueldo: 150 libras anuales. La paga se recibe el sábado, último día de trabajo.


Abrí la puerta sin llamar. Wilfred estaba, como siempre, casi enterrado en los papeles de todos los documentos por traducir que llevaba atrasados. Se sobresaltó al oírme carraspear, y me miró como un ciervo asustado, intentando ocultar una petaca plateada bajo las montañas de papeles. En aquel momento estaba solo.
- No hace falta que te sigas peleando con los documentos del señor Soucy, tenemos a alguien que se encargará de ello con mayor presteza y ánimo.
- Perdón, ¿cómo dice, señor?
- Puedes recoger tus cosas e ir a hablar con Marvin, él te lo explicará con detalle. Luego le dices que venga, tiene que traer el contrato del aquí presente señor Roshal -sonreí cínico-. Gracias por tu excepcional servicio.

Wilfred se quedó en silencio, mirándome primero a mí y luego a mi acompañante, su sustituto. Por un momento me sorprendió lo bien que lo estaba sobrellevando. Acto seguido, el carácter de Wilfred asomó, y tras un largo suspiro y crujirse los nudillos, arremetió contra Mijaíl. Me hice a un lado, contemplando el espectáculo. Esto era más divertido de lo que esperaba.

Me lleva por un amplio pasillo donde puede verse numerosas puertas, algunas de ellas abiertas. Me voy fijando en todos los detalles mientras andamos, en el color de las paredes y de la alfombra, en el interior de las puertas que están abiertas, despachos donde se pueden ver a funcionarios trabajando. Mientras, voy escuchando sus explicaciones, los horarios, el salario y por supuesto mis obligaciones dentro del ayuntamiento.

- Por supuesto, señor. Me encargaré también de los rusos junto con otros países de la zona. Todo lo que sea necesario

Sigo sin poder creerme la suerte que he tenido. Me han contratado, mi trabajo consistirá en traducir, y el salario no está mal, desde luego mucho mejor que el que tenía en la fábrica. Aumenta mi entusiasmo y mis ganas de trabajar y me prometo a mí mismo trabajar duro para conservar el empleo, y también, por qué no, tener la posibilidad de ascender algún día. La odiosa vocecita de mi mente me susurra que tal vez no viva tanto como para ver un ascenso, pero la hago callar, no estoy dispuesto a amargarme el día.
Llegamos al que va a ser mi despacho. Veo todos los documentos acumulados, y luego me fijo en el hombre al que voy a sustituir. Al principio parece tomarse bien su despido inmediato, pero claro, lo bueno no puede durar siempre, sería demasiada suerte. Tras ese instante de sorpresa inicial, arremete contra mí con toda la furia que es capaz de reunir. Lo bueno de recibir tantas palizas a lo largo de mi vida, es que instintivamente puedo reaccionar para esquivar a los que se abalanzan contra mí. Lo malo de estar en un lugar público y oficial, es que no me esperaba eso de él, y menos delante de su jefe, ahora el mío. ¿Conclusión? Me pilla medio desprevenido, pero tengo los suficientes reflejos como para apartarme, aunque no me libro de recibir un puñetazo en el pómulo. Genial, a esto lo llamo yo empezar con buen pie. Vuelve a cargar contra mí, rugiendo, con los ojos desorbitados. Esta vez consigo apartarme del todo, y por la velocidad que lleva, acaba precipitándose fuera del despacho. Aprovecho, y salto como un gamo para cerrar la puerta. Wilfred vuelve a rugir y trata de abrir la puerta, golpeándola y tirando del manillar. Uso todo mi cuerpo para bloquear la entrada e impedir que entre, y termino de espaldas a la puerta, mirando a mi jefe y con el cuerpo estremeciéndose por los golpes del otro, pero lo último que quiero es pelearme con Wilfred, no quiero ser contratado y despedido el mismo día, ese hombre no lo merece.

- Con su permiso, señor. Veo muchos documentos acumulados, me pondré inmediatamente a traducirlos, si le parece bien

Casi salgo despedido por el último empujón, pero rápidamente recupero la posición, bloqueando la puerta. Se escucha un nuevo alarido

Apreté los labios para contener una carcajada. ¿Sería muy inapropiado reírme a mandíbula batiente en semejante situación? Tal vez sí, mejor contenerse. Wilfred no me daba nada de pena. Llevaba meses queriendo despedirlo, y no se me hubiera ocurrido mejor modo que este: sin previo aviso, con indiferencia, como si sus 8 años de servicio no valieran nada.
- Tengo que reconocer que me ha sorprendido su agilidad, señor Roshall. No esperaba que un músico políglota estuviera acostumbrado a interceptar atacantes coléricos -alcé ambas cejas-. Esta clase de situaciones no son habituales, pero no está de más saber ya no defenderse, sí al menos esquivar. ¿Dónde ha adquirido esta habilidad? ¿Acaso Rusia es una nación mucho más... ? -hice una pausa y ladeo la cabeza. Wilfred estaba totalmente con los nervios hechos añicos ahí fuera. Me hubiera gustado saber qué pensaban los del despacho de al lado, de finanzas internacionales. Completé la pregunta que había iniciado antes-... una nación más propensa a este tipo de situaciones. Ya me entiende.

Me dirigí al escritorio y desenterré la petaca de entre los documentos. Me la acerqué a la nariz tras abrirla y, como no, nada. ¿Qué esperaba? ¿Qué de un día para otro mi sentido del olfato se desarrollara? Si no lo había hecho en los últimos años no lo iba a hacer ahora. Una lástima. Ignoré la pregunta que me hizo Mijaíl, así como su incómoda situación aguantando la puerta.
-¿La quieres? -se la tendí a Mijaíl, y luego la aparté a un lado-. Mejor no, no es apropiado beber en el espacio de trabajo. A menos que se trate de té, café, cacao o agua. Y cava, si es el cumpleaños de alguien. Gustan mucho las fiestas por aquí -le di un rodeo a la mesa. Cómo no, los documentos del señor Soucy seguían sin estar acabados. Les di un par de golpecitos-. Deberías empezar por aquí. Esto debería estar para ayer y ya ves. Luego se sorprende de por qué le sustituyen... -me encogí de hombros y me dirigí a la puerta. Posé la mano en el pomo con delicadeza, pero no hice amago de abrirla. Bajé un poco el tono, lo justo para que me oyeran Mijaíl y el desgraciado del otro lado de la puerta, y continué hablando con indiferencia-. Es normal que esté enfadado, al fin y al cabo su mujer está en el hospital y no consigue remontar.  Y claro, la institutriz que tiene que pagar para criar a sus tres hijos, los criados, el alquiler, los pagos del hospital... Todo cuesta dinero -ahora sí, le hice un gesto para que abriera la puerta-. Curiosas, las enfermedades, ¿no cree?

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- Se da sobre todo en las tabernas, señor. Cuando bebemos somos muy temperamentales, y muy nostálgicos. Nos pegamos con el vecino para terminar bebiendo más vodka y cantando canciones de la patria con él. Pero no he aprendido a esquivar en las tabernas, sino en el día a día - Inspiro profundamente - Soy judío, lo que significa ser atacado en cualquier momento por cualquiera, solo por el hecho de ser judío. Al final aprendes a distinguir las señales de cuando alguien va a cargar contra ti. Mera supervivencia

No voy a preguntarle si supone un problema, no quiero entrar en ese tema. Me da miedo hacerlo. Podría sentirse ofendido si supongo que sí hay un problema con eso. Podría decirme que me vaya inmediatamente, por lo tanto no habría necesidad de preguntar. O podría mostrarse indiferente, por lo que la pregunta caería en saco roto. De todas formas, juega a mi favor la fama que tenemos los judíos de ser muy trabajadores. Pero juega en mi contra la fama que tenemos los judíos de ser unos ladrones, muy amigos del dinero ajeno. Pero al ser traductor, no tendría acceso a las cuentas de nadie. La cabeza empieza a darme vueltas y no solo por los golpes del otro en la puerta. Me apoyo más fuerte contra la misma, para impedir la entrada y para no caerme redondo al suelo por todos esos pensamientos que sacuden mi mente como un huracán. Lo que tenga que ser, será. Respiro hondo mientras mi jefe da vueltas por la mesa. Niego cuando me ofrece la petaca y asiento cuando me informa sobre que documentos tengo que mirar primero.

- Los tendrá hoy mismo o como muy tarde mañana a primera hora. Si hace falta me los llevaré a casa o me quedaré aquí toda la noche para terminarlos cuanto antes - Me comprometo firmemente, intentando ahogar la ansiedad que amenaza con apoderarse de mí, no por el trabajo, sino por esos pensamientos que siguen atormentándome

Puedo sentir perfectamente la crueldad que destilan sus palabras cuando habla tan alegremente de la actual situación de Wilfred. Esas palabras me afectan y no puedo evitar mirar hacia la puerta. Pero yo también tengo una familia, yo también estoy enfermo, yo también tengo mis problemas. Trago saliva, sintiéndome fatal por él, pero decidido a conservar este empleo. "Lo siento, Wilfred"

- Mayor motivo para conservar el trabajo. Este despido se lo ha buscado él solo. No le conozco, pero si le ha despedido será por un buen motivo. Él mismo se ha buscado esta situación. Lo siento por su familia, pero no es el único que tiene gastos o problemas. Que hubiera hecho su trabajo

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Me sentía un poco más animado, la verdad es que Mijaíl parecía (e insisto en el parecía, habría que verlo en un mes...) muy dispuesto a trabajar. Y como guinda del pastel, la escena que Wilfred estaba montando al otro lado de la puerta. Casi parecía que se iba a poner a llorar. Qué descorazonador, digno de una buena representación dramática. Mientras hablaba sobre sus orígenes entrecerré los ojos. Me picaba por curiosidad: un ruso judío, ¿cómo sería su historia? ¿Estaría casado? ¿Tendría hijos u otras responsabilidades? ¿Tal vez buscaba una buena dote para su hija...? Debería indagar un poco acerca de su pasado, simplemente por curiosidad. Me gustaba saber quién trabajaba para mí, de dónde venía y cuáles eran sus motivaciones. Era mucho más fácil manejar a los demás si sabías cuál era el son al que bailaban.

Miré al nuevo empleado fijamente, sin parpadear, y sonreí cínico.
- Por lo que veo está usted dispuesto a hacer ciertos... Digamos sacrificios colaterales, por llamarlo de alguna manera, por sus propios intereses. Es algo que valoro y aprecio, no le voy a mentir, siempre y cuando no choque con mis propias ambiciones... -en ese momento abrí la puerta y agarré a Wilfred con fuerza por la muñeca. Si giraba un poco más en la dirección correcta le quedaría inutilizada durante unos cuantos meses.

- Creo que ha sido suficiente -el pobre hombre abrió y cerró la boca sin decir nada-. No me gustaría dejarle incapacitado para suplicarle un empleo al señor Frances, su suegro, quien tal vez esté dispuesto a aguantar tu incompetencia por su hija. O quizás pueda ir al teatro Fellow, creo que buscan actores... -lo solté, y se quedó mirando a Mijaíl con un odio que podría encender hogueras. Casi podía leerle la mente: "como encuentre donde vives pienso arruinarte la existencia" etcétera-. Ha sido un buen espectáculo. Hasta pronto, Wilfred -sacudí la mano, y al pobre hombre no le quedó más remedio que dar la vuelta y marcharse -. ¡Ah, una cosa! -se dio la vuelta, lánguido. Le lancé la petaca, que cogió al vuelo-. Buenos reflejos, al notarla medio vacía pensé que estarías más torpe. Que tenga un buen día y no se olvide de firmar lo que le dé Marvin.

Me giré de nuevo hacia Mijaíl.
- ¿Sabe, señor Roshall? No se preocupe por su origen judío, no es algo que me moleste especialmente. Conocéis bien el valor del dinero y no tendéis a malgastarlo, y eso es algo que valoro. Además, grandes profesionales de la medicina han sido y son judíos, y es una ciencia en la que estoy especialmente interesado... En resumidas cuentas, mientras haga su trabajo, me importa más bien poco cuál sea su religión, etnia, nacionalidad o raza -me recoloqué la chaqueta y puse mi mano mecánica sobre el pecho. Sonreí, una sonrisa sincera por primera vez en todo el día. Tenía que reconocer que me lo estaba pasando bastante bien-. De acuerdo a muchos individuos, debido a mis... Orígenes no debería tener un cargo tan elevado. Puedo sentirme identificado, en cierto modo, con usted.

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Me aparto cuando abre la puerta y agarra a Wilfred por la muñeca. El pobre hombre está todo colorado a causa del esfuerzo, y su respiración es agitada. Pero si antes no tenía nada que hacer, después de la escena que ha organizado muchísimo menos. A pesar del odio que irradia hacia mí, siento pena por él. Espero sinceramente que pueda encontrar otro trabajo, al menos tiene a su suegro, por lo menos, pensando en su hija, él le puede dar trabajo, que ese trabajo sea ya de su gusto es otra historia, pero mejor tener un trabajo, aunque no sea del todo de tu agrado, que no tener ninguno. Wilfred es despedido definitivamente sin contemplaciones. Le veo marchar sin decir nada. Sigo pensando que él mismo se ha buscado esta situación, que si hubiese hecho bien su trabajo ahora no se vería sin él, pero sigo sintiendo pena por ese hombre, porque sé lo difícil que es subsistir sin un sueldo. Bajo un momento la mirada para luego volver a fijarla en mi actual jefe. Inmediatamente me siento aliviado al ver que no le importa mi religión. Incluso muestra su admiración por los médicos judíos, que efectivamente siempre han sido muy competentes.

- Me alegra escucharlo, señor. Sé que puede parecer una tontería, pero hay mucha gente que no nos quiere. Todo se resume a la crufixión de Cristo, suponiendo que de verdad pasó. A estas alturas nos siguen culpando de eso. No me parece justo pero es así. Me alegra ver que usted no tiene esos prejuicios. Le aseguro que no se arrepentirá de haberme contratado. Cumpliré con mi trabajo de forma efectiva y profesional

Giré la cabeza, divertido, ante las reflexiones del ruso. Ah, la religión, el opio del pueblo. Tantas cosas que se habían hecho en su nombre, muchas de ellas sangrientas y crueles, en nombre de un dios (o varios) que variaba dependiendo de en qué parte del globo estuvieras. Había muchas, muy buenas y variadas razones para no querer a algún individuo cerca de uno: si era difícil de manipular, era demasiado inteligente y hacía preguntas incómodas, le gustaba demasiado dilapidar el dinero que se le daba, tenía vicios que hacían que hacían que su productividad descendiera... La religión no era una de esas razones, no.

- Es algo que me desconcierta de sobremanera, cómo hay tantos prejuicios por algo que es tan... ¿cómo decirlo sin sonar ofensivo? Tan intangible -fingí que agarraba algo en el aire-. Entendería no querer contratar a un contable que no creyera que la aritmética es real. No entendería no querer contratarlo por ser hindú. Tampoco querría en mi plantilla a un traductor que tuviera tal odio irracional por los franceses, aunque fuera justificado, que se negara a traducir documentos de dicho idioma -resoplé suavemente. Me gustaba este hombre, parecía servicial y dócil. Y los remiendos que decoraban su traje me decían que este trabajo era lo mejor que le había pasado en lo que llevábamos de año-. Me considero un hombre -dije la palabra con retintín- de ciencia, las cuestiones espirituales no me quitan el sueño. En fin-me acerqué a la puerta-, iré a buscar a Marvin, vuelvo enseguida.

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