Ding dong dang ♪ [EVENTO DE NAVIDAD]

Ding dang dong!

Bienvenidos al primer evento de Navidad del foro. ¡Estáis todos invitados a pasar una agradable velada tomando chocolate y escuchando a la banda de Áberum en la plaza principal de la ciudad!

Las normas son las siguientes:

• En tu primera intervención tienes que poner en spoiler cuál es tu animal favorito.
• No hay un orden de posteo preestablecido.
• Puedes participar las veces que quieras.
• Puedes unirte al evento en cualquier momento.

Como recompensa habrá:

• 25 libras por participar.
• 5 libras extras por cada post, exceptuando el primero.
• Regalo sorpresa al finalizar el evento ;)

Se cerrará el 7 de enero de 2022, así tendremos tiempo de sobra para disfrutar del espíritu navideño.

¡Os deseamos paséis unas felices fiestas y un buen año nuevo!

Era la noche del 24 de diciembre. Hacía frío pero no llovía ni nevaba, a pesar de que unas gruesas nubes cubrían el cielo. El clima permitió llevar a cabo, como cada año, el encendido del árbol de la plaza de la Iglesia de los Santos Claveles. El ambiente estaba iluminado por la suave luz de las farolas. Estaban allí reunidos miembros de todas las zonas de la isla: desde granjeros de las afueras hasta los más selectos aristócratas, pasando por comerciantes y algún marinero despistado.

Junto al árbol, en un estrado, estaba el gobernador, el señor Jack Nagarr. A su derecha se encontraba el regente, el Joker, y a la izquierda, el jefe de la Guardia de Áberum, el impertérrito Mickaell. El trío parecía bastante serio para la situación en la que se encontraban. Jack carraspeó, miró de reojo con hastío a Joker y, ya de cara al público, alzó ambos brazos pidiendo atención. La banda, que llevaba un buen rato creando un agradable ambiente musical, dejó de tocar. La gente allí reunida se giró hacia el gobernador, expectante. Tomó una bocanada de aire y compuso su mejor cara antes de empezar a hablar:

-Buenas noches. En estos días tan especiales, en los que siempre nos deben unir los mejores sentimientos, os deseo, junto a nuestra Reina Victoria-Mickaell susurró algo para sí, con una sonrisa maliciosa-, una Feliz Navidad y que en el año 1889 podáis ver cumplidos vuestros anhelos y aspiraciones. En estas horas, que han de ser para la alegría y de celebración, nuestro corazón y nuestro pensamiento están a vuestro lado.

»Este es un buen momento para rememorar todo lo vivido el año que ha pasado, para reflexionar acerca de nuestros aciertos y nuestros errores-el jefe de la guardia disimuló una pulla con un estornudo hacia Jack, que intentó ignorarlo como buenamente pudo-, para aprender de ellos y seguir adelante, esperando que el año que viene sea mejor.

»Como sabéis, Áberum es una urbe próspera, que en los últimos años ha crecido gracias a todos y cada uno de los aquí presentes, gracias a vosotros- “y gracias a mí. De nada, Jack”, pensó el Joker-, que habéis dado el paso de poner vuestra confianza- “y vuestro terror”, pensó Mickaell- en nosotros para iniciar una nueva vida aquí. Pensamos en todo lo que se ha presentado a vuestro pensamiento durante la celebración de estas fiestas: los rostros de quienes estuvieron unidos a vosotros y que os han precedido en el reposo eterno; el recuerdo de vuestros padres y amigos, alejados de vosotros por las circunstancias de la vida, así como la evocación de las dulces tradiciones que caracterizan las fiestas de Navidad en cada uno de vuestros países... Alguno de vosotros, quizás, ante un doloroso recuerdo se sentirá invadido por la tristeza; tenemos todos alguna pena secreta, celosamente guardada en el fondo de nuestro corazón -Mickaell se quedó mirando con los ojos muy abiertos a Jack, aunque trató de disimular su asombro ante lo melodramático que le resultaba. El Joker puso los ojos en blanco. Oh, sí, la pena era tener que estar aquí, con la posibilidad de una lluvia y sin cobijo a la vista. Mickael enseguida desenfundó un paraguas para su jefe. El autómata hizo un asentimiento de agradecimiento.

»No son momentos fáciles, pero creo que, por eso precisamente, debemos tener más que nunca una confianza firme en nosotros mismos y en Áberum, en el Imperio Británico, que siempre ha sabido abrirse camino cuando hemos afrontado el futuro. Una sociedad que ha hecho frente –y ha superado– situaciones muy difíciles con una serenidad y entereza admirables, demostrando una gran resistencia y madurez-Jack hizo una pausa para tomar aire, deseando terminar de una buena vez con esa sarta de patrañas estándares.

»Con ese ánimo y con ese espíritu, desde la Regencia os deseamos a todos muy felices fiestas y todo lo mejor para el Año Nuevo 1889-hizo una pausa y dejó que el público aplaudiera. Cuando la ovación cesó, retomó la palabra-. Y ahora les dejo para su regocijo con el coro infantil del Orfanato Renbourn. Gracias y esperamos disfruten de la velada-por fin. Finalizado. “¿Contento con el espectáculo?”, pensó Jack para sí mirando al Joker de soslayo al pasar a su lado.

El coro Renbourn comenzó entonces a cantar Ding Dong, merrily on high mientras el trío bajaba del estrado.

Las risas de los niños inundaban el lugar. Los murmullos del gentío daban vida a las frías calles que rodeaban la plaza. El ruido de los pillos correteando por la zona y las risas de los grupos de amigos y familiares caldeaba el ambiente.  Los trabajadores voluntarios de la iglesia repartían humeantes tazas de chocolate a los transeúntes. Las monjas, por otro lado, vendían sus tradicionales dulces. Los beneficios estarían destinados al orfanato y el mantenimiento de los servicios que la iglesia ofrece a la comunidad. Sonrientes además señalaban con frecuencia la caja de donativos de su improvisado puesto de venta. Las familias más pudientes se acercaban a dejarles ropa que ya no les servía, como donativo a las más pobres.

En cuanto el coro terminó su intervención, la banda retomó su papel de amenizar la velada.

animal favorito:

Hace frío, pero se está muy bien por la calle. Camino con Esther cogida de mi brazo, los dos vestidos con nuestra mejor ropa, que no será la más nueva ni elegante pero es muy digna, apropiada para este tipo de celebración. Han dejado la plaza realmente preciosa, con todas las luces y ese árbol de navidad. Aunque nosotros no celebramos la navidad, nos mezclamos encantados con el resto de ciudadanos de Áberum, devolviendo las felicitaciones cuando nos desean una feliz navidad. Se respira un ambiente festivo con olor a chocolate y dulces. Esther me va señalando todo lo que le va llamando la atención, incluso me señala alguna muchacha bonita que ve entre la multitud.

- ¿Qué te parece? ¿No te parece que es muy guapa?

- Hermana, por favor, no vayas señalando a la gente así, parece que estemos en un mercado, no es correcto

- Qué exagerado - Se echa a reír - Pero ya tienes 20 años y habrá que ir buscando alguna buena muchacha para que se case contigo. Sabes que es lo que padre querría. Y es tu deber además. Para la sociedad. Para nuestro pueblo. Para nuestra religión. No puedes quedarte soltero

- Es verdad, pero no voy a encontrar ninguna chica en esta plaza, sabes por qué. Además…

- Basta - Me interrumpe, mirándome con seriedad - No quiero que sigas pensando en eso. Hace una noche preciosa, vamos a disfrutarla

- ¿Y qué te parece ese joven de ahí? ¿Te casarías con él?

Abre mucho los ojos al mirar al joven en cuestión, y acto seguido se echa a reír, dándome un beso en la mejilla. Se lo toma a broma, pero aunque lo he dicho como tal, para cambiar la conversación, ella tampoco puede quedarse soltera, por más de un motivo. Dejamos de hablar de eso y nos reunimos con los demás junto al estrado para escuchar el discurso. Lo encuentro bastante extraño, y no puedo evitar sentirme aludido con ciertas partes, pero en general es un buen discurso y cuando termina aplaudo con los demás.

- ¿Te apetece un chocolate caliente?

Acepto dos tazas y le doy una a mi hermana, mirándola con una sonrisa

Spoiler:

Song se cagó en todo y se envolvió mejor en su abrigo. Todavía llevaba puesto el uniforme de guardia de la ronda anterior. Sobre él sentía aplastante el cielo gris que nunca parecía cambiar. No sabía cuantos años llevaba ya en Inglaterra pero no llegaba aacostumbrarse a ese clima tan triste. Había visto más días de lluvia en el extranjero que en toda su vida en China. Los tres hombres que tenían contratados terminaron de depositar la última caja del cargamento y tras intercambiar un par de palabras con uno de los marineros del barco y darle unas monedas se dio media vuelta para marcharse del puerto. Con un graznido de aviso un cuervo se fue acercando y se terminó posando en su hombro.

—Nadie—dijo el pájaro.

—Bien. Volvamos.

—Pero me ha parecido raro que el puerto estuviera casi vacío. No sé si deberíamos-

—Cállate, te he pedido un reconocimiento no una opinión—le interrumpió el demonio con desinterés. Charles le obedeció y el demonio salió del peurto—Vete por ahí. Espero que estés en casa cuando vuelva—dijo dándole un manotazo para que se fuera de su hombro. El cuervo se alejó a prisas notando el mal humor del hombre. ¿Cómo no iba a tenerlo? Había pasado algo más de un año desde que estaba en esa isla de mala muerte y todavía no tenia noticias de poder volver a Londres. Y menos aún de recuperar lo que le habían arrebatado. Se sentía atrapado y no le gustaba, ¿pero qué opciones tenía? Solo podía esperar y seguir adelante y aferrarse a la esperanza de que dentro de poco todo volvería a ser como antes. Realmente tenía el dinero suficiente para coger e irse y tal vez volverse a China y empezar una vida nueva. Pero no lo iba a hacer. No sintiéndose así de incompleto. Además de que tal vez incluso echaría de menos este estilo de vida. No lo admitía pero en el fondo disfrutaba de saberse jugador de la otra cara de la sociedad. Con el poco poder que tenía ahora era su único modo de sentirse poderoso de algún modo.

No tardó en encontrars efrente al portal de su casa, un edificio feo de los barrios bajos, casi en la zona burguesa y cubierto de humedades. Bueno como todo lo que había allí. Sus botas de cuero repiquetearon sobre el suelo no en dirección al interior del edificio. Se fue en sentido opuesto en dirección al centro. Tras todo el día de trabajo no le apetecía meterse en casa directamente. La carta a Tao podía esperar unas horas.

Cuanto más se acercaba al centro más gente veía por las calles. Niños, viejos y adultos todos yendo con prisas en la misma dirección hacia una zona de la que salía música. Siguió a la gentuza con curiosidad y se encontró en frente de la iglesia con la plaza rodeada de una muchedumbre. "Por eso no había nadie en el puerto". Nunca había sido de celebrar la Navidad, en su casa nunca lo habían hecho, aunque era cierto que las decoraciones tenían su encanto. Le pilló por sorpresa el discurso del Gobernador. Caray, eso era algo que nunca habia visto en Londres. Cualquiera diría que tenían más clase que en la capital. Y cuando el rubio estaba terminando el discurso, tan empalagosamente innecesario, se fijó en las otras dos personas que había a su lado. Bueno en una realmente. Sus ojos azules se quedaron fijos sobre el jefe e la guardia durante unos segundos que consideró suficientes y apartó en seguida. Se sintió sucio consigo mismo por sentirse así. Bueno ya había visto lo que había en la dichosa plaza. Sin tener nada más que hacer decidió que era el momento ideal para marcharse cuando el coro de críos empezó a berrear, pero alguien le puso una taza de chocolate humenate en las manos sin darle tiempo a rechazarla."Pues habrá que quedarse..." Armándose de paciencia se retiró hasta el final de la plaza, tratando de apurar el chocolate hirviendo todo lo aprisa que podía.

Spoiler:

Se escucha un estruendo provenir de un cuarto y unos rápidos pasos que llegan pronto al lugar del accidente, una mujer abre raídamente una puerta y grita un “señor” como un rápido llamado a su jefe, se puede ver varios libros tirados en el suelo y a un Alfred subido en una escalera con un libro en su mano – no es mi culpa, esta estantería esta chueca – se queja y baja con el libro que pone en el escritorio para inclinarse a recoger los que cayeron, la secretaria se acerca ayudando a recoger los libros y archiveros comenzando a plantearle algo a su “jefe” que también le será bueno a ella “señor, no sé qué hace aquí cuando podríamos estar es nuestras casas o en la plaza celebrando la noche buena, es solo una vez al año”, sabe que ella tiene razón y no es porque crea en la navidad, pero no es el creer o no, sino tomarse un descanso sin que alguien le recrimine el ocio, suspira como si no quisiera hacerlo y contesta – tienes razón, nos hemos ganado un descanso, pero primero acomodemos esto, sino el jefe de arriba nos regañara – hace referencia al jefe de la empresa y ella asiente apresurándose recoger todo, pero no lo acomodan, solo lo dejan en un escritorio desocupado para no tener el tiradero, sin miramientos abraza a la joven diciendo un – felices fiestas – en recompensa recibe un fuerte abrazo y un “feliz navidad” de parte de ella que tan pronto como se sueltan sale de la habitación, suspira al quedarse solo y toma su libro antes de coger su maletín y salir tras de ella. Desde la puerta del edificio se despiden con un ligero movimiento de manos y se van en direcciones contrarias, su apreciado abrigo lo ayuda con el clima y realmente no necesita cuidarse de este, bosteza y continua por su camino hasta estar a un par de calles de la plaza, nota que los niños corren hacia el lugar y tras de ellos sus padres que piden no se adelantes – parece que hay alegría – comenta para sí y se acerca solo para ver como bajan 3 hombres de la tarima y como empiezan a cantar un coro de niños, sonríe por lo angelical de sus voces, y sin darse cuenta una taza de chocolate es depositada en su mano, da un ligero “gracias” y se va a sentar en el bordillo de un jardín.

Había olvidado que hacen esto cada año – habla consigo mismo y escucha una risilla, una niña de no más de 7 años le está alzando las manos para entregarle unos malvaviscos para su chocolate – gracias – le sonríe y la niña se va feliz perdiéndose entre la multitud, le parece ver a lo que serían sus padres decir que no se pierda, se siente un poco apenado porque le han llamado la atención por ser amable con un desconocido, así que tiene más razón para comer con gusto el regalo, los mete en su chocolate y comienza a soplar viendo como pasa del coro de niños a la banda, no es que sea anti navidad, pero no cree en eso, simplemente se ha acomodado para disfrutar del bullicio de la gente, en todo caso no se trabaja en navidad y se puede desvelar y comer hasta tarde, se ríe pensando en que eso es actuar como un niño que rompe reglas, pero en noche buena todo se vale, mira al cielo nublado y por un instante añora ver las estrellas, suspira y vuelve a soplar su chocolate antes de ver de reojo una cara conocida, es el mismo muchacho que conoció en la playa y va acompañado de una joven, se encoge de hombros al no saber quién es, pero no se atreve a interrumpir, solo se queda sentado planteándose de que si pasa algo interesante se queda, sino ira a roncar adusto para dormir hasta tarde.

El ambiente se va animando cada vez más. Toda la ciudad se ha reunido en esta plaza. El olor del chocolate caliente flota en el aire, invitando a tomar al menos una taza. Los niños cantan en el coro. Personalmente no lo encuentro melódico ni armonioso, sino que esas vocecitas infantiles provocan un sonido estridente y nada agradable. Pero claro, son niños, y aunque lo hagan fatal, hay que sonreírles y decirles que lo han hecho de maravilla, para de esta forma no desmotivarlos de cara a proyectos futuros, minando su confianza en sí mismos, y para no amargarles las fiestas. Pero en mi humilde opinión, se podrían haber ahorrado el coro infantil, aunque el resto de asistentes parece encantado con la actuación de sus hijos. No puedo culparles por ello.
Con la taza de chocolate en las manos, agradeciendo el calor que emana de la taza, Esther y yo seguimos paseando, mientras tomamos nuestro chocolate. En un momento dado, reconozco una de las caras. Me acerco al hombre sin vacilar, sonriendo.

- Señor Fitzgerald. Me alegro de volver a verle. ¿Cómo se encuentra? Le presento a mi hermana, Esther. Ya le hablé de ella

- Es un placer conocerle

Esta en lo mejor de soplar su chocolate cuando el joven Mihaíl se acerca, sonríe porque al parecer no pasara solo la noche, de paso presenta a la joven como su hermana, muy educada y linda a su parecer, pone la taza a un lado y se levanta para besar la mano de la joven muy al estilo caballero ingles – el placer es mío señorita – suelta la mano de la joven y toma la mano de Mihaíl para arrastrarlo a su lado y abrazarlo – felices fiestas – lo suelta y le alborota el pelo divertido, tras el saludo responde a las preguntas.

Todo bien, nos escapamos del trabajo y pase a ver que hay de bueno, creo que la secretaría quería pasar la noche con sus nenes y yo no soy quien para retenerla – se sienta y palpa el murillo donde esta sentado para que lo acompañen, coge su taza antes de que hayan accidentes indeseados, el murmullo se hace cada vez más fuerte, en parte eso le molesta, en parte le encanta, obretodo ver a los niños animados, un payado parece salir al lugar y se nota que es una atracción para los niños ya que lo rodean, de distrae tanto que parece hipnotizado con la vista fija y la taza en los labios como listo a soplar.

Esther se ruboriza cuando Alfred le besa la mano como todo un caballero británico. Los ingleses son las personas más raras que he conocido en mi vida, pero a modales y caballerosidad no los gana nadie, y cuando se ponen, se ponen, todo hay que decirlo. Y Esther no está muy acostumbrada a ese tipo de gestos, por su trabajo y nuestra condición social no abundan ese tipo de detalles, por eso se siente halagada, y sonríe de forma encantadora al joven que tiene delante. Contengo una sonrisa divertida al verla así, agradeciendo en silencio la amabilidad de Alfred para con ella, y luego protesto un poco cuando me atrae hacia él y me abraza para luego alborotarme el pelo, aunque no tardo en reírme.

- Felices Fiestas

Nos sentamos a su lado en el muro, con cuidado de no derramar ni una sola gota de chocolate. Esther tiene cuidado con la falda de su vestido para que no se le arrugue.

- Así que la secretaria tuvo que darte una pequeña llamada de atención para que la dejases marchar. Hombre, eso no se hace, no tendríais ni que haber ido a trabajar hoy - Bromeo - Si mi jefe no hubiese dado el discurso de hace un rato creo que yo también seguiría prisionero en el ayuntamiento. Y con él si que no sirven esas llamadas de atención para tener la tarde libre - Vuelvo a bromear

- Misha ha conseguido un puesto de funcionario en el ayuntamiento, como traductor. Estamos muy contentos - Me sonríe y me acaricia el pelo cariñosamente

Gira los ojos hacia los hermanos mientras sopla o bebe de su chocolate, lo que cuenta suena bien aunque él no es mucho de trabajar con los gobiernos, es más del sector privado así como pequeños proyectos que ayuden a comunidades aisladas, su tiempo de trabajar para a lo grande se quedó en Estados Unidos, ya no necesita pasar desapercibido, pero la costumbre impera y simplemente no se hace ver ni en esta nueva vida, solo sobrevive y… - el chocolate está muy bueno – menciona entre la charla y ve de reojo al muchacho cuando menciona lo del ayuntamiento, luego a la hermana cuando dice lo del trabajo de su hermano, pone la taza sobre si pierna derecha y les sonríe – felicidades, ahora si tendrás porque escapar de los sindicalistas – ríe bajo recordando el discurso en calzoncillos, no planea contarle a la hermana nada de lo que paso el día que se conocieron, pero si quiere ver la expresión del chico, le gusto ver a la joven sonrojada, muy tierna la chica, pero si él se sonroja será algo que le hará la noche.

Las risas, las luces, los juegos y la comida no están mal, pero si los jóvenes se separan de él no ve que más puede hacer que terminar su chocolate e irse a dormir, las cosas no son un encanto solo porque es un día festivo, el mundo sigue girando y las fantasías solo están en las mentes inocentes o ingenuas, pero no está nada mal que a ese par de chicos se les cumplan sus sueños, es posible que de ahora en delante tengan una mejor vida a la que le expreso Mihaíl el día que se conocieron, y es posible que haya metido la pata por su comentario, así que antes de que algo se salga de control cambia de tema – por cierto, esta semana que viene la tengo libre, podemos empezar con el trabajo que me pediste – espera que solo con eso entienda que puede comenzar a ayudarlo con su salud, no sabe si es apropiado que la hermana lo sepa, solo no quiere esperar más tiempo para hablar del asunto.

Spoiler:

-Jackal… No hace falta que nos sigas tan de cerca- dijo, tras una ligera risa, a su guardaespaldas -. Esto está lleno de gente. No creo que aquí vayan a dañarme, al menos de forma violenta.-

-Señor- replicó el fornido guardián -, ya leyó la extraña noticia de lo ocurrido cerca de la iglesia.-

-Tonterías Jackal. Simples rumores…- respondió Leo, agitando la cabeza. Es cierto que la noticia le pareció muy llamativa. Le sorprendió que publicasen abiertamente sobre un suceso tan escabroso. Aunque lo tomase como una broma de mal gusto, no era tonto y sabía de lo que las personas eran capaces, por lo que había pedido mucha prudencia a sus trabajadores si salían por la noche y pasaban por la zona -Mira, si te quedas más tranquilo, quédate en aquella calle, vigilando de lejos mientras paseamos por la plaza.-

Reticente, su protector se alejó obediente a donde su amo le había ordenado. Leo se frotaba las manos, enfundadas en sus guantes, para darles calor. Se arrebujó en el abrigo tras un escalofrío y murmuró algo para sí. Aún con las varias capas de cálida ropa que llevaba puestas, sentía la humedad clavarse en su piel. Claro que nadie podía ver lo arreglado que iba por debajo del oscuro tres cuartos. Qué poco juego daba la ropa masculina a veces. Detestaba el invierno, le daba una terrible pereza tener que salir en días como aquel. Con lo bien que estaba en su despacho o en el escenario… Suspiró.
Las calles estaban repletas de gente. Familias felices, niños juguetones y los huérfanos de Renbourn. Le traía recuerdos de su paso por la institución. Siempre les hacía un envío de ropa y dinero, aún no era la única con la que lo hacía. Comprendía la clase de vida que les esperaba a los críos en esos sitios. Esperaba hacerlo más ameno teniendo contentos a los encargados que los llevaban, con los bolsillos llenos. No era fan de los actos públicos, pero Margarita siempre le había dicho que tenía que hacerse ver. Tenían actuación esa semana y ya llevaban un par de días de retraso. Quería ponerse a trabajar cuanto antes, pero tampoco le venía mal que le diese el aire.

-Creo que necesito algo más fuerte, aunque de poco serviría- dijo entre diente. El discurso del gobernador fue… terriblemente deprimente… Acabó prestando más atención a su chocolate que a las palabras del señor Nagarr -. Al menos el Jefe de la Guardia tiene su punto ¿No crees?- susurró con una risita a Jean-Pierre, al que llevaba agarrado del brazo de ganchete.

Me atraganto con el chocolate al oír la palabra sindicalistas. Empiezo a toser mientras me pongo rojo como un tomate. Cómo olvidar aquel día en el que casi nos linchan por patrones y gays. Es algo que jamás podré olvidar. Esther nos mira a los dos con curiosidad. Por supuesto ella no sabe nada de ese incidente y no quiero que se entere, la bronca que me caería encima sería de manual.

- ¿Escapar de los sindicalistas? ¿Qué significa eso? ¿Por qué ibas a escapar de los sindicalistas?

- Nada, no es nada, es una broma que tenemos él y yo, nada más, te aseguro que no hay nada que contar

Tierra trágame. Estoy completamente rojo y no sé dónde meterme, tampoco puedo mirar a la cara a mi hermana de lo avergonzado que estoy con ese episodio. Su mirada se vuelve más escrutadora, mi respuesta no le sirve y quiere conocer más detalles. Gracias a Dios que Alfred cambia de tema, aunque eso aviva más la curiosidad de mi hermana.

- Sí, la semana que viene está bien. Ya me dirás el lugar para reunirnos

- ¿Qué trabajo?

- Nada, un asunto con el que me va a ayudar

- Vale, no me lo digas, pero si te metes en algún lío luego no vengas a mí pidiendo ayuda

- No me voy a meter en ningún lío. Confía en mí, será para el bienestar de los dos. Sabes que detesto meterme en líos. Por favor

Está visiblemente enfadada, así que es mi turno de acariciarle el pelo y le doy también un beso en la mejilla, abrazándola por los hombros cariñosamente

Que lo mencione como una broma lo hace reír por dentro y le cuesta mantener un gesto serio, aunque la taza en su boca ayuda, escucha que le parece bien la semana que viene, aunque no le aclaro que solo es el fin de semana, va a responder pero alza una ceja al escuchar que la hermana lo interroga de nuevo, eso es amor de hermanos y vaya que lo tiene controlado, les mira de reojo mientras bebe despacio de su chocolate, se ve que son muy unidos, pero le cae pesado que ella piense que lo meterá en líos, lo de hace unos días fue coincidencia y si se repite lo sacara de esos problemas. Después de que el acaba con su demostración de cariño deja su taza a un lado para voltearse hacia él – pero será el fin de semana, para esos días cae la quincena del trabajo y el día libre por inicio de año, así poder descansar después de tratarte – lo que dice es claro sin ocultar lo que hará ni definir lo que ocurrirá, le gusta decir los hechos sin decirlo, solo para que el chico lo entienda – y señorita, no se preocupe, no le hare cosas raras a su hermano, no soy de esos – lo dice un poco para molestar, los gestos del muchacho le hacen gozar aunque no lo demuestre, le enseñaron a no reírse del mal ajeno de forma descarada.

Vuelve a su chocolate esperando que ella no se altere mucho por el comentario, pero el aleteo de palomas lo hace ver hacia el campanario, no es tan tarde, pero tiene que caminar o volar a su casa, no le significa un problema pero las afueras son más solitarias y tan peligrosas como un barrio bajo, la oscuridad es perfecta para ocultar a cualquier rufián y sus alas son muy llamativas haciéndose notar en el cielo por el blanco intenso, suspira y bebe el chocolate de golpe ya que está lo suficientemente frio para tolerarlo – creo que me iré, no tengo transporte y la casa está lejos – comenta poniéndose de pie y arreglando su abrigo, el mismo que uso el día que se conoció con Mihaíl, y no es que en realidad deba irse, simplemente siente que puede meter la pata y no quiere arruinarle la noche al par de hermanos, después de eso, si ella pregunta más es posible termine hablando de la falta de pantalones de su hermano y del discurso comunista que improviso frente a los sindicalistas.

off:

Jean-Pierre escuchó la conversación entre el conde y su guardaespaldas sin prestar mucha atención. Estaba demasiado distraído con el ambiente tan festivo, las luces, los olores, el ruido... Aplaudió con entusiasmo tras el discurso del Gobernador y aunque el coro y la banda no eran los mejores, cualquier ocasión era buena para escuchar algo de música. Además, toda la alegría navideña que destilaba el ambiente le encantaba. Casi se sentía como en un cuento.
- Por favor, conde, creo que te preocupas demasiado. Disfruta un poco y no pienses tanto en el trabajo, en noticias escabrosas ni... -hizo un gesto en el aire delicado y continuó hablando con un tono acusador y divertido-. Con lo guapa que me he puesto, y tú pensando en otras cosas.
Pese a ser invierno, el vestido que llevaba puesto era verde esmeralda, vibrante, asomando la falda bajo el abrigo ocre oscuro que apenas le llegaba a la altura de las rodillas. Se recolocó la falda, encantado con el brillo de la tela y su tacto. Había valido la pena hasta el último penique.

Jean-Pierre miró divertido a Leo ante su comentario.
- ¿Algo más fuerte? ¿Para qué? Si te va a hacer el mismo efecto que el chocolate -tomó un sorbo que casi se le salió por la nariz al oír el comentario sobre el Jefe de la Guardia. Miró con atención al aludido y sacudió la cabeza-. No es mi tipo, estirado, con cara de culo y... Parece demasiado agresivo... Y yo soy demasiado delicada - dio a su voz un tono afectado y teatral-. Me gusta más el señor Nagarr. Además, tiene una posición social más interesante.

Echando un vistazo a su alrededor, le pareció reconocer a Mijaíl, con quien había compartido una memorable noche de fiesta. Sin pensarlo demasiado lo saludó con la mano libre, con la que no estaba sujeto a Leonardo, con un gesto alegre y efusivo. Ese saludo duró apenas un par de segundos, cuando se dio cuenta de que aquella memorable noche había conocido a Mijaíl como un varón, y que ahora mismo estaba vestido de mujer y del brazo de otro hombre. Confió en que las dos personas con las que estaba hablando lo tuvieran lo suficientemente distraído como para no haberle visto, y bajó enseguida la mano, un poco cortado.
- Vamos a... Hm... -señaló en una dirección al azar, lejos de Mijaíl y los otros dos desconocidos, y tiró un poco de Leonardo, intentándolo poner entre él y el ruso-. Ahí, ahí. A ver a la banda, pero más de cerca. Me gustan los metales. Buen manejo de la lengua, ¿sabes?

Las horas pasaban y el ambiente se iba atenuando. Las familias empezaban a regresar a sus casas para acostar a sus inquietos hijos, las parejas se juntaban para protegerse mejor del frío y las conversaciones parecían ir apagándose poco a poco. Era hora de terminar. La atención se centró de nuevo en el centro de la plaza, con el gran abeto presidiendo el lugar. Tallados en madera, los adornos colgaban de sus ramas: estrellas de hielo, angelitos y duendecillos, pequeñas casas y hombrecillos de jengibre. Todos ellos trabajados por las manos más hábiles de la isla. Junto al tronco, el Regente se encontraba hablando con un trabajador de Polaris. A su señal, unas luces estratégicamente colocadas para esconderse entre las ramas se encendieron como por arte de magia, iluminando el árbol de rojo, azul, verde y amarillo. No era fuego ni ningún otro tipo de lámpara que se hubiera visto antes, y parte del público reaccionó con un sincero asombro que les costó contener. Mientras el coro del orfanato Renbourn entonaba una sencilla pieza para finalizar la velada, varios jóvenes miembros de la Iglesia de los Santos Claveles se acercaban al público para desearles felices fiestas y entregarles en mano un pequeño paquetito aterciopelado.