Escapada accidentada [Kurutta - Agón]

Hermano estaba de mal humor, pasos demasiado acelerados y respiración profunda lo indicaban. Lázaro sabía que era mejor no acercarse demasiado en esos momentos, intento huir de la habitación pero fue detenido.
— Lázaro, vente conmigo. —Miro a sus padres buscando cualquier signo de aprobación, pero lo único que encontró fueron muecas de decepción. Aún sin entender lo que ocurría decidió que lo mejor era obedecer.

Siguió al mayor por la casa hasta llegar a las cuadras. Al acercarse se le ilumino el rostro, quizás los adultos habían tenido cualquier tipo de discusión y su hermano solo quería desestresarse.
— ¿A dónde vamos a ir?— Pregunto con ilusión, no le importaba si no se alejaban mucho con tal de trotar un rato. Su hermano le miro interrogante, solo quería hablar en un sitio donde no les molestase nadie, pero viendo las ganas del menor decidió ceder.
— Ya veremos— se limito a contestar subiendo a su corcel. Lázaro por su parte se montó en Epona, estaba secretamente orgulloso de la facilidad que había adquirido para manejarse con ella. Ambos chicos empezaron la marcha, primero lento y luego cada vez más rápido al alejarse de la ciudad.


Lázaro nunca había estado tan lejos de casa, se le hacía raro ver un entorno tan natural comparado al de su hogar. — ¡Lázaro, carrera! — aquello le pillo desprevenido, a Epona también, relincho y piafo, Lázaro mantuvo el equilibrio gracias a la brida y arreo al corcel para aumentar su velocidad. Con el tiempo perdido su hermano ya le había ganado mucho terreno y no era capaz de divisarle.

—¡Esperame!— Grito aunque ya estaba muy lejos para que se le escuchase.—¡¿Dónde estas?!

Cositas importantes:

TW:

Sonrió. Los ciervos que yacían sin vida en sus patas no habían saciado su feroz apetito; pero tal vez un caballo lo hiciese, con suerte un despistado humano le acompañase. Se relamió los dientes intentando imaginar que la sangre en estos era de uno, los humanos eran su manjar favorito. Dio unos pasos en la dirección de aquel equino y comenzó a darle caza, Agón apreciaba el sigilo, la sorpresa en sus víctimas; fue por eso que avanzó como humano.

Se abrió paso entre aquel espeso bosque, conocía cada parte de él de memoria gracias a haber pasado tanto tiempo ahí. Cuando supo que no se encontraba lejos subió a los árboles y avanzó por las ramas como si de una araña en su tela se tratase. Se colocó la fría y pálida máscara que oculta mantenía y agudizó los sentidos.

Ahí estaba, su presa, su comida; ahí estaba, servida ante él. Se mordió los labios a la vez que fantaseaba con poder devorar cada parte de ambos. Sus cráneos, sus hígados; tantos deliciosos bocadillos y tantas opciones. Podría quemarlos, podría devorarlos en su forma alada, podría asesinarlos con uno de sus tantos cuchillos y entonces devorarlos poco a poco mientras seguían consientes. Sonrió, tantas opciones le hacían estremecerse con anticipación.

Comenzó a observarlo mientras avanzaba; disfrutaba de hacerlo. Pensó en seguir asechándole hasta que este se diese cuenta, así que le siguió el paso entre las ramas. Los listones que salían de su ropa en conjunto a sus largas extremidades y la oscura red de ramas por la que se movía le daban el aspecto de un monstruo salido de las más horribles pesadillas; Agón mantuvo su expectante sonrisa al saber esto... Pero con el tiempo comenzó a impacientarse, comenzó a avanzar más rápido y a precipitarse cada vez más y más. Su sed de sangre le pedía matar, así que obedeció a sus más bajos y primitivos instintos.

Una rama crujió, llamando la atención del caballo; quien no pudo evitar relinchar. Antes de si quiera dar tiempo de reaccionar al joven rubio Agón se lanzó del árbol y; mientras caía desenfundó y lanzó un cuchillo de caza, acertando en las cuerdas; cortando las cuerdas de la silla de montar del humano. Aterrizó en cuclillas; los listones se alzaron tales tentáculos a la vez que se levantaba.

Inclinó la cabeza y saludó con la mano.

Hoy le habían castigado, de modo que le tocaba pasear a Koinu hasta que se hiciera de noche -según palabras de su dueño-. No le agradaba pasar tanto tiempo fuera de casa, y el hecho de no saber si sus niños habían comido hacía peor aquello.

Todo ocurrió ese mismo día, casi de manera cómica. Koinu estaba corriendo dentro de casa mientras jugaba, algo que, se supone, no debería de hacer. Kurutta limpiaba cuando escuchó algo romperse. Cuando llegó a la habitación de la que escuchó el ruido encontró un antiguo jarrón sobre el suelo, y a su lado Koinu, que salió corriendo con la cola entre las patas.

Cuando Yasahiro vio su destrozado jarrón estalló en ira, demandando saber quien había sido el culpable. Fue allí donde Kurutta mintió, aunque ahora que lo piensa probablemente no le creyó -después de todo Kurutta era demasiado cuidadoso con lo que hacía-. Recibió lo que debió de haber sido una fuerte bofetada y el hombre le ordenó largarse con la "pequeña bestia" y no volvieran hasta que fuese de noche.

Y allí estaban; si combinas a un cachorrito ingenuo con un montón de energía junto a un autómata que no puede cansarse... Bueno, que hayan terminado allí no queda tan fuera de lugar, ¿verdad? Bueno, en parte fue culpa del oji-carmín. Como estaba tan preocupado pensando en los hijos de su amo y en si estaban bien entro en... Digámosle "piloto automático". Cuando se dio cuenta ya estaban con varias ramas encima de sus cabezas. Claro que se sorprendió.

—Espero que no nos perdamos...— dijo como si el perro lo entendiera, aunque a veces piensa que si es así. Se permite distraerse un poco más, mirando el bosque; jamás había estado allí, y el sitio era mucho más diferente de, por ejemplo, el parque que había visitado antes. No habían flores, ni plantas que necesitarán mucho cuidado, en cambio habían demasiados árboles, demasiadas hojas en el suelo.

El sonido de lo que parecía un animal asustado lo hiso detenerse en seco, presionando sin querer la correa sobre el cachorro, que volteó hacía donde venía el sonido, alzando la cola con quietud. Kurutta iba a regresar sobre sus pasos, pero el pequeño comenzó a correr en esa dirección, soltando agudos ladridos que se hacían cada vez más sonoros. 

Para cuando pudieron atravesar unos arbustos se toparon con una escena poco tranquilizadora... cosa que no parecía importarle al pequeño, que saltó cariñosamente sobre la figura de negro... Un viejo conocido. Kurutta tragó saliva y se puso rígido; no sabía que hacer, pero sabía que no podía dejar al pobre chico a merced de... de él. 

Notitu:

El repentino golpe le hizo tragar en seco, trato de equilibrarse aún sin las cuerdas de la montura, pero viendo el fracaso de esa opción trató de bajar del caballo lo más veloz posible. Posiblemente no lo hubiera conseguido si no fuera por la aparición inesperada del individuo de cuatro patas. Considero por un momento negociar aquel... ¿hombre? Pero la idea de que Epona pudiese sufrir un daño real no le dejaba pensar con claridad, decidió quitarle la silla, ya inutilizada esperando que le ayudase a moverse con más libertad.

— ¿Quién es usted?— Preguntó a la figura tomando distancias, aún estaba inseguro de si se trababa de algún tipo de broma que no comprendía. El perro no entendía de donde había salido, pero por su aspecto parecía bien cuidado, así que descartaba que fuese callejero, pero, ¿qué hacía tan lejos de la ciudad? ¿Quizás se había escapado? No sabía como manejar la situación, ¿y cómo lo haría con un tipo tirando navajas como dardos...? ¡El arma! Busco el cuchillo con la mirada esperando que no hubiese caído demasiado lejos, al notar el metal brillante lo recogió rápidamente. Obviamente no tenia ninguna experiencia por ese tipo de armas no obstante el no tener su mano vacía le hacía sentir un poco más seguro ante esa situación.

Spoiler:

TW y Notita:

Comenzó a reír; estaban a su merced. Su mente se llenaba de cientos y cientos de torturas y formas crueles de acabar con la vida de a quién miraba; de pronto, agudos y fuertes sonidos desviaron su atención, se trataba de Koinu: el perro de la familia Kobayashi.

"¿Qué está haciendo él aquí? ¿Está alguno de los niños Kobayashi cerca?... ¿Su madre, quizás?" Lanzó otro de los cuchillos, no a él, pero si lo suficiente como para ahuyentarlo. Alzó la mirada y fue entonces que se percató de aquella figura que le devolvía la mirada; se trataba de Kurutta.

Su sangre comenzó a hervir de la ira; a pesar de que sentía curiosidad por aquel enigma mecánico no iba a dejar que siguiese interfiriendo en su cacería como lo hizo la última vez.

-¡Quédate fuera de esto!- Gritó con furia mientras le señalaba con de nuevo, otro cuchillo; pensó en lanzarlo, pero sabría que eso no detendría a Kurutta. Pensó en aplastarlo como a un insecto con su mandíbula, pero... No estaba bien, le veía como su propiedad ahora, como un tesoro que aún no podía entender; una vida que le pertenecía... Pensó unos momentos en ello; todas las vidas le pertenecían, todas eran suyas para terminarlas cuando quisiese: permitía que sus vidas continuasen por mero capricho.

Miró de nuevo al perro, luego a Kurutta y luego al chico que yacía temeroso frente a él. Gruñó; iba a matarles a todos e iba a disfrutarlo. Su respiración se aceleró con aquella imagen en la cabeza. No entendía que era Kurutta; pero sabía que podía abrir sus entrañas para averiguarlo, y oh cielos, iba a disfrutar hacerlo.

En cuanto a ese chico; también acabaría con su vida, encontraría a su caballo y lo devoraría.

Su corazón se aceleraba. Respiraba entrecortadamente mientras pequeñas risas se escapaban de él.

"Rezar es inútil; yo soy Dios"

Miró al autómata; iba a destriparlo.
Miró al chico; iba a abrirle por la mitad y esparcir sus restos unidos por sus tripas por las ramas.
Miró al perro, y este... Le movía la cola con felicidad.