La fuerza del mar y de los recuerdos (Alfred)

Enormes nubes oscurecen el cielo, otorgándole ese color gris plomizo que he llegado a considerar tan hermoso. A lo lejos se escucha el sonido de un trueno. Y el viento empieza a soplar con fuerza. Las olas se vuelven más picadas, barriendo con fuerza la playa. Me estremezco por el frío, y me subo el cuello de la chaqueta, pero no hago mención de abandonar el lugar. Me encanta ver el mar embravecido, ese cielo que presagia tormenta, y el intenso olor a lluvia. Además, dicen que la brisa del mar es buena para las enfermedades respiratorias. Vuelvo a temblar de frío, y tengo que meterme las manos en los bolsillos, después de haberme echado el aliento en ellas para calentarlas. Aun así no quiero volver a casa todavía. En mis oídos todavía resuena la última discusión con Esther. Me siento culpable por hacerle daño, pero ella también debería entender cómo me siento. Suelto un suspiro. Igualmente me siento culpable. Fijo mis ojos en las aguas del mar.

- ¿Por qué tuvisteis que dejarnos? Es tan duro… Mamá, papá, os echo de menos. Los dos os echamos muchísimo de menos. Si estuvieseis aquí sabríais qué hacer. No sé qué hacer…

Contengo un sollozo, mientras las lágrimas se acumulan en mis ojos. Respiro profundamente, y empiezo a cantar. Un suave murmullo que ayuda a aliviar mi dolor, y me llena la mente de recuerdos de mi niñez

Canción

Mira al cielo mientras la embarcación esta terminando de anclarse para soportar los movimientos del mar embravecido, por su parte sonríe ante el panorama de la gente corriendo por lo caótico del momento, sea como sea la naturaleza, considera que en todo hay una belleza en ella, no es grato que destruya lo que con tanto esfuerzo se ha logrado en años, pero lo imponente que es le recuerda lo frágil que puede ser cualquier ser vivo, niega por sus pensamientos negativos y camina para apartarse del lugar, ya ha dejado todo firmado y sellado, no le necesitan más y no tardara en levantarse grandes olas.

El mar ya esta picado y el debe caminar hacia el otro puerto donde esta su transporte, quiere llegar a casa y descansar un rato antes de que sus día sean mas agitados, comienza a silbar recordando que cuando niño le decían que eso llamaba el viento, lo gracioso es que suele acelerarse y eso lo hace reír – es mágico – dice para si mismo hasta que se fija en una figura al frente, escucha que aquella persona canta algo pero el ruido no le permite entender, curioso se acerca hasta entender una parte, no esta mal, sonríe imaginando acompañarlo en su canto, pero realmente no se sabe la letra, así que solo le queda saludar.

Hola – alza la mano para llamar la atención del joven – linda canción de cuna – llega hasta él sin verse alterado por el frío, su abrigo largo lo protege de la intemperie sin problema, cosa que parece no pasar en el joven,

Recuerdo el dulce rostro de mi madre. Recuerdo sus trenzas rozándome la cara cuando se inclinaba sobre mí para abrazarme y arroparme. Recuerdo sus ojos azules, llenos de infinita dulzura. Recuerdo a qué sabían sus besos. La calidez de sus abrazos. Aunque era pequeño cuando murió, puedo recordarla perfectamente. La veo delante de mí, ahora, tan real como las rocas contra las que se estrellan las olas. Hermosa e inalcanzable. Unos pasos en la arena me traen de regreso a la realidad y al presente. Los recuerdos se difuminan para regresar a su lugar en mi memoria, y la imagen de mi madre se desvanece como el viento. Regreso a la playa, con el mar embravecido y el cielo completamente cubierto de nubes. Pero ahora hay algo más. Ya no estoy solo. Delante de mí hay un hombre, que llama mi atención saludándome. Parpadeo, para terminar de aterrizar en el presente, y una triste sonrisa aparece en mi rostro.

- Gracias. Me la cantaba mi madre cuando era pequeño. Me ayuda a relajarme cuando estoy nervioso. Y como no había nadie… - Me ruborizo ligeramente, avergonzado de que me haya escuchado cantar, y algo tan íntimo como es una canción de cuna - Hace un día precioso para caminar por la playa, ¿no le parece? Me gustan este tipo de días. Me hacen sentirme vivo

Sonríe ampliamente por aquella respuesta pero no puede dejar de notar que aquella sonrisa va llena de tristeza, no es quien para preguntar el porqué del gesto, sobre todo cuando cierra el tema hablando del clima, concuerda con su sentir, cada día es hermoso a su ver, claro que lo temporalado no es tan de su gusto ni lo seco en extremo, pero ciertamente le encantan las tormentas, aunque la costa se puede volver peligrosa para ellos, se para a unos pasos del joven viendo hacia el mar mientras contempla la feroz tormenta que aún se está desatando – el simple hecho de estar vivos debería hacernos sentir como tal, pero el ser humano se siente más vivo en la tristeza y el dolor más que cuando es feliz – voltea su rostro para ver a su compañero y aun sonriente lo cuestiona – es incoherente, ¿no te parece? – las olas comienzan a golpear las rocas haciendo que gotas de agua los salpiquen, en cualquier momento deberán buscar refugio, pero no antes de presentarse.

¡Por cierto!, me llamo Alfred Fitzgerald, ¿con quien tengo el gusto de compartir tan caótico clima? – le vuelve a sonreír, técnicamente no había dejado de hacerlo, pero el hecho de hablar locamente de que aquella tormenta es tan genial, le parece de locos a pesar de que opine lo mismo, no deja de ser agradable en su muy profundo sentido de la belleza destructiva de la naturaleza, sobre todo cuando empieza a darse condiciones para la formación de trombas marinas, las nubes lo dicen todo y realmente a nadie le gusta ver aquella columna de agua girando en dirección de su persona, pero esperara a que el joven le pida que se marchen.

- Es verdad - Sonrío con suavidad - Parece que nos gusta regodearnos más en la tristeza que en la alegría. Cuando estamos alegres, disfrutamos del momento, pero es un momento fugaz. En cambio el dolor te predispone más a pensar en esos momentos de felicidad que cuando los estás viviendo en el presente. Es incoherente - Confirmo - Pero algo tendrá el dolor, pues es una característica propia de todos los humanos para hundirnos en él sin cuestionarnos nada. Aunque dependerá también de cómo sea la persona en cuestión. Por mi parte, confieso que encuentro más atractivo el dolor que la felicidad, por mucho que busque esta última - Vuelvo a sonreír - Mijaíl Roshal. Es un placer - Extiendo la mano para saludarle

Los truenos se hacen más numerosos, y los relámpagos iluminan el cielo. No tarda mucho en empezar a llover. Las gotas caen, frías, primero poco a poco, y luego con más fuerza. El agua se me mete entre la ropa, lo que me provoca más escalofríos, pero al mismo tiempo me hace reír. Levanto la cara hacia el cielo y dejo que la lluvia acaricie mi rostro, pero no demasiado, solo un segundo, para sentir su frescor.

- Hay un faro cerca de aquí. Deberíamos guarecernos de la lluvia - Me levanto y le espero para ir a cubierto. Me envuelvo más en la chaqueta

Asiente mientras el joven le da la razón, no es que sea un sabio ni nada por el estilo, pero a su ver el humano tiene ese defecto, ve la mano y sin dejarlo esperar la toma sonriendo con cuando cierra un trato con un socio. La lluvia comienza a caer casi de sorpresa y no puede evitar analizar sus gestos de Mijaíl, el impulso de sacar sus alas para cubrirlos de la lluvia es tentador, pero que él no trate de cubrirse le dice que desea sentir un momento lo frio del clima, tal vez enfriar sus ánimos, así que solo asiente y le imita alzando las solapas de su abrigo para que no le entre agua a su ropa, le gusta cuidar de esta y la lluvia no le cae muy bien ya que más de una vez le ha arruinado una prenda – vamos, no es bueno para nuestra salud estar bajo esta lluvia tan fría – de cierto modo a él no le afecta mucho, pero tampoco se puede permitir un resfriado, ya que uno de los trabajos más grades que le han dado en aquella ciudad está a punto de comenzar.

A la distancia se ve el faro mencionado pero la densidad de la lluvia lo vuelve borroso y el carruaje no se ve para nada, bufa pensando que no puede ir hacia el sin perderse en la dichosa playa, volar no es una opción aunque podría usar alguna habilidad para ver por donde va, pero igual siente que es apropiado esperar, es mentira que el chofer va a querer moverse y es mejor tener más espacio y quizás calentarse un poco en un lugar amplio y seco – vamos más rápido antes de que nos dé una hipotermia – le anima a correr aunque tampoco es muy recomendable pero si el ir a un trote que les ayude a ganar distancia, aunque si vio bien su compañero esta ya empapado.

Empezamos a correr hacia el faro. La lluvia cae con más intensidad, hasta el punto de dificultarnos la vista. El agua se me mete por todas partes. Siento la ropa cada vez más pesada y pegada al cuerpo. Los pies me chapotean dentro de los zapatos. Y el agua me resbala por la cara desde el pelo, completamente empapado, que ha perdido su color rubio para tornarse oscuro, un amasijo aplastado, enredado y chorreando. Cuando llegamos finalmente al faro, los dientes me castañetean con fuerza y tengo los labios azules. Me llevo las manos a los labios y me soplo aire caliente en ellas para calentarlas. Empiezo a arrepentirme de no haber salido corriendo antes, porque ahora tengo muchísimo frío, y no es lo ideal para mí. Sufrir un agravamiento de la tuberculosis, o que se derive en algo más, se me pasa por la cabeza. Por suerte la puerta del faro no está cerrada, y ambos nos encontramos de repente al pie de una escalera estrecha, pero en un ambiente seco. Me apresuro a subir por esas escaleras, hasta llegar a lo alto del faro, donde hay una pequeña habitación desde la que se ve todo el océano. La habitación está fría, pero veo una pequeña estufa de leña, que me apresuro a ir a encender. Con el calor de las llamas, que pronto caldearían toda la habitación, se me mejora el ánimo, y sonrío ampliamente, girándome hacia mi acompañante.

- Aquí estaremos bien. Esto no tardará en caldearse

Sin dejar de temblar, empiezo a quitarme la ropa mojada y los zapatos, y me acurruco junto a la estufa para entrar en calor

Le sigue al faro sin detenerse hasta estar seguros, al entrar mira a todos lados, es la primera vez que está en dicha edificación, la estructura se mira segura y antes de ver con más detalle nota como su compañero está subiendo las gradas y no tarda en seguirle hasta una pequeña habitación, se siente dependiente del chico ya que se ve arrastrado por sus movimientos, niega al verle hacer todo por su cuenta sin dejar de notar lo frío que es para él ese ambiente, se acerca despacio al joven Mijaíl cuando menciona que estarán bien en aquel lugar, no le parece que sea tan cierto, las corrientes en el lugar no ayudan a pesar de que ha encendido la caldera, verle como se desviste le da la señal de que viene un serio caso de hipotermia y gracias a Dios que llegó abrigado y que el tipo de tela no dejó entrar agua a sus ropas, así que no puede evitar compadecerse del chico – no creo que esta fogata te ayude lo suficiente – se empieza a quitar el abrigo y el saco todo ó que lleva en su dorso, le coloca tanto la camisa como el saco quedándose con el chaleco, el abrigo que solo está mojado por encima lo agrega para que termine de calentarse, la ropa está tibia y es posible eso baje el color azul de los labios del joven, no quiere tener que ver morir a alguien por frío cuando puede hacer algo.

Sonríe al verlo todo cubierto con sus ropas, pero sabe que es lo mejor, sus alas se extienden y siente un agradable estiramiento de aquellas extremidades, hace un movimiento con los hombros para relajarlos y se estira más como ave que acaba de despertar – que bien se siente liberarse un poco – procura no aletear ya que es posible apagarse la caldera y las brisas no son buenas para el chico en ese momento, le da una gran sonrisa que le hace cerrar los ojos y espera que no se niegue a dejarse las ropas encima.

¿Te ayude? Me giro hacia él enarcando las cejas con cierto asombro. ¿Él no se incluye? No parece tener frío, al contrario que yo, que estoy helado, pero todos agradecemos un buen fuego.

- Servirá - Afirmo, completamente convencido de ello. Agrego un poco más de leña para avivar el fuego. Entonces empiezo a recibir todo un aluvión de prendas de vestir, incluido el abrigo. Dejo lo que estoy haciendo y vuelvo a mirarle. Debajo de tanta ropa parezco mucho más pequeño de lo que soy en realidad, dándome un aspecto casi infantil, pues estoy completamente cubierto con su ropa - ¿No vas a tener frío? - Hago un amago de ir a quitarme las cosas, pero están tan calientes y me abrigan tan bien, que mi cuerpo no tarda en exigirme más calor, así que me arrebujo en medio de tanta tela, y le sonrío con timidez - Gracias

Empiezo a sentirme mucho mejor. Mis labios ya van recuperando su color normal y he dejado de tiritar. Hasta ahí todo normal. La visión de sus alas extendidas debería arrancarme una exclamación de sorpresa, o hacer que me levante de un salto. En lugar de eso, me las quedo mirando fijamente. Son de plumas muy blancas, y su aspecto es tan suave que me entran ganas de tocarlas. Parpadeo varias veces, sin poder dejar de mirarlas.

- Y… ¿eres de por aquí? No me suena haberte visto antes pero tampoco conozco a toda la gente de Áberum

Para nada – responde a la pregunta sobre el frío tras terminar de estirarse, se pone el chaleco al revés para que no estorben a sus alas y calentarse un poco el pecho, el fuego es más que suficiente para secar su pelo, se saca los zapatos y calcetines que si se mojaron y se sienta junto al chico para responder a su duda – la verdad ya llevo 12 años viviendo en este lugar, así que si nunca nos vimos es porque soy algo ermitaño, del trabajo a la casa o a hablar con los jefes, no tengo tiempo para socializar en mucho, lo más que hago es ir al parque a darle de comer a los patos y aves – se vuelve a estirar y se cruza de piernas tomando con las manos los tobillos para comenzar a mecerse.

Ten más cuidado con eso de mojarte, te enfriaste demasiado y no pareces reaccionar bien al frío, y abusando en esta charla, te ves muy delgado para soportar temperaturas tan bajas, debes cuidarte muchacho – trata de sonar como adulto, aunque no sabe si eso vaya a molestar al chico, no es por sacarle charla o querer sonar paternal, sino porque tiene la mala maña de entrometerse en asuntos ajenos. Sus alas comienzan a incomodarse por como arrastran en el suelo al estar sentado y las estira colando una tras el joven como si lo abrazara, siente que el calor del fuego le es agradable y las deja un momento extendidas, está seguro que no tardará mucho en que también le incomode aquella postura.

Sus palabras me llegan como un eco lejano, pues toda mi atención está centrada en las alas. Esas maravillosas alas blancas que acaba de desplegar. A mi lado él habla y se mueve, como si no terminase de estar cómodo con su postura. En un momento dado, una de sus alas me envuelve, como si me abrazara. No puedo resistirme por más tiempo. Completamente fascinado, alargo una mano y la poso sobre las plumas, rozándolas con la punta de los dedos. Son suaves y cálidas, y junto con el fuego me proporcionan un calor muy agradable. Con curiosidad, introduzco los dedos en ellas, para ver la textura más adentro, hasta que me quedo con una pluma en la mano. Mis ojos se agrandan por la sorpresa y rápidamente la escondo detrás de mí, con una pizca de culpabilidad, y el rubor asomando en mis mejillas. Carraspeo, y le miro directamente a los ojos.

- ¿Puedo preguntarte algo? Son varias preguntas, en realidad - Inspiro profundamente - ¿Qué haces aquí? ¿Por qué no estás en el Cielo? Y ya que eres un ángel. ¿Le has visto? ¿Es tan poderoso y tan lleno de bondad como dicen? ¿Por qué, si somos su pueblo elegido, permite que nos desprecien, que nos expulsen, que nos maten? ¿Qué quiere de nosotros? Y… la pregunta más importante de todas. Mis padres murieron. ¿Ellos… están con Él?

Nota lo curioso que esta el chico en su ala y llega a pensar que eso es tan infantil que es tierno, sonríe al notar que adentra su tacto entre las plumas, pero siente un ligero picor cuando una queda en aquella mano, la aparta un poco y detiene su movimiento por aquel carraspeo y su petición a la que apenas asiente cuando el ha comenzado a bombardearlo, le ve con curiosidad para comenzar a reír de forma ligera y negar con la cabeza – si que son varias preguntas, déjame ver si me acuerdo de todas porque fue un bombardeo – estira las alas hacia arriba y mira al techo pensativo.

Veamos, primero aclarare que no soy un ángel y que conozco de Dios lo mismo que conoces tu y tu pueblo, con eso también respondo a lo de tus padres, no se nada sobre eso ni tengo absceso al cielo. Todo lo demás que preguntas están en las escrituras – suspira un instante pues imagina que tendrá que decir más de lo que esperaba – bien, sabes que los eligió por los padres de la nación, el padre Abraham y Jacob a quien cambio el nombre a Israel que es ahora como se les conoce, también has de saber que en su momento les llamo débiles, que eran lo peor de la tierra, son cosas que dijo muchas veces recalcando que no le son fiel, además algún día volverán a casa, ten fe – le frota la cabeza con suavidad tratando de darle consuelo.

Quitando la mano se pone en pie y alza los brazos y alas para estirar su cuerpo, el calor lo hace sentirse mas cómodo y con un ligero sueño, no quiere dormir sino esperar a que la lluvia baje y llegar al carruaje, una ligera lagrima baja por su mejilla al abrir los ojos después de un gran bostezo.

Me siento decepcionado. Ninguna de las respuestas es la que esperaba. ¿Y cómo es que no es un ángel? Tiene alas. Unas enormes alas blancas que estoy viendo ahora mismo. Solo los ángeles tienen ese tipo de alas. Me quedo en silencio, desviando la mirada al fuego, sin saber en realidad qué decir. De haber sabido que me citaría directamente las escrituras, no le habría preguntado nada, para eso solo tengo que abrir el libro sagrado y leerlas por mí mismo, además de todas las enseñanzas que mi padre, en calidad de rabino, me proporcionó. No entiendo nada de nada.

- Si no eres un ángel. ¿Qué eres? - Vuelvo a mirarle - ¿Qué clase de ser parece un ángel pero luego resulta que no lo es? ¿Por qué tienes alas entonces? Está claro que no eres como yo. Las personas normales no tienen alas, así que, ¿qué eres?

Tras bostezar mira al chico que empieza a cuestionarlo, de no ser porque es un adulto y esta orgullo de quien y como es, ya estaría molesto y cuestionándose por sus diferencias, pero solonle sonríe, sabe que es un muchacho joven y no duda que esta pasando por un mal momento, mira al cielo cuando deja de cuestionarlo, no responde de inmediato ni cuando baja la mirada ya que busca con la mirada una silla, mira a los lados y nota una vieja silla de madera y va por ella, la alza cargándola al costado de su brazo para colocarla donde había estado sentado.

Estas lleno de dudas, pero veamos – se sienta con el respaldo en su pecho para que sus alas queden libres – si soy humano, pero con característica que no tienen la mayoría, digamos que soy una raza, mis padres me heredaron estas hermosas alas blancas y bueno, algunas habilidades, si es que así se le pueden llamar, pero si, soy un humano un tanto diferente, en mi momento también moriré – se explica sin ver el tema como algo triste, la muerte por edad la ve lejos y se sigue insistiendo que tendrá algo aun mejor después de la muerte.

Tarda en responderme. Tal vez no tenga respuesta a mis preguntas, o no estoy preparado para saberlas. Sigo sus movimientos mientras coge una silla vieja y la pone donde estaba sentado antes, sentándose en ella. Las alas caen a ambos lados de la silla, libres de todo obstáculo que pueda representar la silla. Las miro maravillado, deseando volver a acariciarlas. Son tan suaves y cálidas que podría envolverme en ellas para siempre. Parpadeo confundido al escuchar, finalmente, su respuesta. A mi mente le cuesta aceptar que sea un humano, está más dispuesta a considerarlo un ángel que un humano, porque los ángeles los conozco, forman parte de mi cultura, pero los humanos con alas me resultan del todo desconocidos. Una figura humana con alas solo puede ser un ángel. Sacudo la cabeza, visiblemente confundido, pero no insisto en el tema. Está claro que tengo mucho que ver en esta vida, y que aprender.

- Ya. Perdona es que, nunca había visto a nadie como tú. A mi mente le cuesta asimilarlo. Me es más sencillo pensar que eres un ángel que un hombre con alas. Es extraño en cierta forma. Me gustan tus alas - Le sonrío - Tiene que ser maravilloso poder volar como un pájaro. Tu puedes realizar el sueño del hombre de volar, verlo todo desde ahí arriba. Debemos de parecerte muy pequeños desde las alturas