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Mensaje por Jean-Pierre Vie Feb 26, 2021 3:04 am

- ¿Has venido sola?
Jean-Pierre puso los ojos en blanco y se revolvió incómodo en el asiento. En contadísimas ocasiones, llamar tanto la atención le molestaba, ¿cuántas veces iban a hacerle la misma pregunta? Este era ya el tercero en lo que iba de noche. Si lo único que podían pagar era una entrada en el tercer anfiteatro, seguramente una noche con él estuviera muy, muy por encima de sus posibilidades. Contó hasta tres antes de mirar al hombre que le había hablado, para no soltarle cualquier barbaridad. Al fin y al cabo, quien estaba sentado en el asiento del tercer anfiteatro del teatro Fellow se suponía que era una dama, y Jean-Pierre no quería ser una dama vulgar.
- He venido con mi marido.
- ¿Y dónde está? –el varón desconocido alzó una ceja e inclinó la cabeza, esperando una respuesta.
- Fuera. No le gusta la ópera –silencio incómodo solo roto por el ruido del público en el intermedio-. Me está esperando –de nuevo, silencio-. Está fuera –Jean-Pierre muy serio, lo miró fijamente a los ojos. Solo parpadeó una vez, de manera lenta y deliberada. Se sintió muy aliviado cuando el hombre se dio la vuelta y volvió a su asiento sin hacerle más preguntas, ignorándole. Parecía que su capacidad persuasiva había tenido efecto. Volvió la oscuridad, la orquesta comenzó a afinar. Acto final del “Orfeo en los infiernos” de Offenbach. La soprano en el papel de Eurídice, Olivia Mauger, era una delicia, la mejor con diferencia de todo el elenco. La orquesta le había sorprendido gratamente: no era la del Teatro de París, pero aquellos ingleses sabían bien lo que hacían.

Tras la actuación, Jean-Pierre se apresuró a mezclarse con las multitudes que salían del primer anfiteatro y del patio de butacas. La solitaria dama de vestido ajustado y rojo oscuro y flores a juego en el pelo se movía como pez en el agua, aunque no se detenía a saludar a nadie. Estaba pendiente de las conversaciones que había a su alrededor, la mayoría alabando a la soprano, unas pocas quejándose del traspiés que había tenido el director al final, marcando mal a los metales y haciendo que entraran descuadrados, casi nadie hablando de lo poco que estaba a la altura de la soprano su compañero Orfeo, un tenor de segunda fila que destacaba aún más en su mediocridad al lado de Olivia. Se llevó una mano con un guante negro a los labios, pintados de un tono rojo quizás un tanto oscuro de más para ser considerado un color refinado al pensar en eso. Pobre tenor, al menos lo había intentado.

- ¿Buscaba a alguien, señorita? – un caballero, esta vez mucho más arreglado que el del tercer anfiteatro, se acercó a Jean-Pierre-. ¿Qué le ha parecido el espectáculo? - el francés sonrió tímidamente y bajó la mirada, fingiendo un poco de azoramiento por el acercamiento tan repentino.
- He visto tenores mejores – un vistazo rápido a su ropa hizo que perdiera el interés en aquel hombre enseguida. Sí, la ropa era de buena calidad, diez años atrás estaba de moda. Hacía una década tal vez le hubiera podido sacar algo de provecho a aquel quizá aristócrata, quizás burgués, venido a menos. Las punteras de sus zapatos estaban un poco gastadas-. Estoy buscando a mi marido. Seguramente esté en la cafetería, tomando algo. No le gusta la ópera, ¿sabe? Siempre me espera acompañado de un buen vino- se dio la vuelta y se fue.

Se le había antojado un vino. Iba un poco ajustado de presupuesto aquel mes, pero la falta de capital no era un problema para Jean-Pierre. Siempre podía convencer a alguien para que le invitara. También contaba con conseguir a alguien esa noche para… en fin, pagar el alquiler. La cafetería era igual de magnífica que el resto del teatro, y estaba rebosante de gente. Siempre la había sorprendido la capacidad de los asistentes a un concierto para ir del patio de butacas a la zona de vinos en un instante. Estaban aplaudiendo, y un minuto después, tomando algo. Olivia Mauger estaba en la barra, tranquilamente, charlando con su compañero Orfeo (¿cómo se llamaba aquel hombre? ¿Cómo habían llegado allí tan rápido?). Se podía acercar, tal vez, decirle que le había encantado su actuación e ignorar cruelmente a Orfeo. Podía, tal vez…

Su tren de pensamientos se detuvo, igual que su avance, cuando vislumbró al que iba a ser su compañero esa noche, costara lo que le costase. No lo dudó ni un instante. Había algo en él, no sabría explicarlo exactamente, que le… atraía, (aparte de su buen gusto al vestir, con prendas de esta temporada y no hace diez años). Sacudió ligeramente la cabeza y esbozó una sonrisa dulce. Le daba igual si aquel hombre alto, de cabello gris y con un parche (si es que parecía sacado de uno de sus relatos) estaba en medio de una conversación o se quería marchar de una vez a su casa. Se acercó con paso firme y tranquilo, y una vez a su lado, carraspeó suavemente para llamar su atención. En aquellos momentos, Jean-Pierre se daba cuenta de lo bajito que era.

- Disculpe, pero ¿nos conocemos? Me suena su cara, pero no estoy segura de dónde podríamos haber coincidido, señor… -esperaba que fuera lo suficientemente educado para darle su nombre. Al fin y al cabo, era un caballero tratando con una dama-. Yo soy la señorita Vivienne Lamare –hizo una leve reverencia, sin apartar la vista de sus ojos casi grises, como el cielo prácticamente todos los días en Áberum. Jean-Pierre le miraba con deseo, casi con hambre. Estaba esperando el momento en el que le ofreciera una copa y charla insustancial, previo a una noche larga e interesante-. ¿Qué le ha parecido el espectáculo? ¿Le han convencido los cantantes? –echó una mirada a la pareja que seguía de cháchara a escasos metros de ellos-. Francamente, él, a mí, no mucho, pero ella… Qué delicia.


Última edición por Jean-Pierre el Dom Mayo 30, 2021 7:51 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Leonardo B. Sáb Mar 06, 2021 6:23 pm

-¿Qué le ha parecido la obra, Conde?- Preguntó Lady Edythe Fawns, la joven a la que había invitado aquella noche a la ópera mientras salían de su palco, Leo prefería los asientos de abajo hacia el centro, pero desde luego aquella posición (así como el precio) impresionaba más a los invitados. Los acompañaba su hermano, el Vizconde Everett, para cuidar el honor de su hermana menor, junto a Neva (así la presentó, sin más detalles), su pareja de esta noche. Leo sonrió ante la pregunta mientras cerraba su cuaderno de apuntes, había pasado la mitad de la velada repasando el espectáculo de mañana en 'Le Marguerite', la otra mitad corrigiendo mentalmente algunos errores de la interpretación de la obra…

-Ha sido entretenida, aunque creo que el tenor no ha hecho justicia a la soprano.- Respondió Leo. Era una pena que el joven Havlík estuviese tan verde, no obstante estaba de buen ver y en las obras siempre se agradecía tener un buen decorado. Emil llevaba algunos meses como suplente del tenor principal, Leo sabía que lo habían colocado por enchufe y que el cantante aborrecía su puesto, pero también que tenía buena memoria para las letras y cogía bien los tonos. Sin embargo, creía que como contratenor llegaría más lejos, una pena que se esforzase tanto en ocultarlo.

-Cualquiera diría que estaba prestando atención, Conde Blackfield. Parecía algo distraído esta noche.- Comentó Everett educadamente, sin malicia alguna en su tono de voz, pero si con cierta picardía. Leo podía decir lo mismo de él, el Vizconde parecía más interesado en su joven acompañante que en la obra. No podía culparlo, aquella noche había elegido bastante bien su compañía, que parecía menos acostumbrada a los tratos de la alta sociedad. Había pasado gran parte de la velada emocionada con el palco, la obra, el champán… Esa inocencia de estar al margen de las clases altas le traían recuerdos de su juventud: Margarita quitándose los zapatos de tacón, recostada en el diván de su despacho, sirviendo una copa bien fría de aquella bebida para ella y otra para el pillastre adolescente que tenía delante; la sensación de las burbujas por primera vez; la propuesta de ser su pupilo…

Leo sonrió con una mueca. -Si, lamento decir que me tuve que traer algo de trabajo a nuestra cita. Espero que a Lady Fawns no le importe que tenga que compartir su tiempo, que tan amablemente me ha dedicado, con el retraso de un pedido de jabón de camomila. No pocas jóvenes damas vienen a la tienda preocupadas por reducir su acné, ahora que se acerca la primavera es tiempo de lucir un poco más de su delicada piel.- Respondió inventándose una excusa, mientras le cedía el brazo a Edythe para agarrarlo al caminar aprovechó a rozar "accidentalmente" la parte del antebrazo descubierto de esta, mientras añadía que no creía que a sus acompañantes de esa noche les hiciese falta ese tipo de remedios.

Se dirigieron presto a la cafetería por propuesta de Neva, quien parecía ya algo achispada con el champán. Everett no parecía preocupado por ello, el joven parecía seguirle juego y ambos se alejaban divertidos "recreando" el baile del último acto de la obra. Por suerte, los acomodadores habían dejado paso a los asistentes más pudientes ya que de no haberlo hecho aquella pareja habría chocado más de una vez con algún persona. Leo compartía algún comentario jocoso con Edythe, haciendo que la joven se riese de forma cantarina a todos ellos, parecía más formal que su hermano, aunque Leo sabía perfectamente qué se le estaba pasando por la cabeza a la joven, y no era precisamente algo decoroso. Trataba de aguantarse la risa mientras disculpaba a su hermano ante las miradas de reprobación de ancianos de frondoso bigote que casi parecían murmurarles 'la obra ya ha acabado, no más risas'. Se alejaron de los pasillos y escaleras para entrar en la cafetería, donde no pocos espectadores ya estaban pidiendo copas y compartiendo sus opiniones de la obra, para su desgracia ninguna digna de mención. Saludos educados, sorpresas de verlo allí esa noche en compañía de los Fawns, qué tal la empresa… como ejemplos habituales de su charla banal. A él no le importaba, ya que su objetivo aquella noche era tratar de que su acompañante femenina lo invitase a tomar algo en privado y después… Mientras ayudaba a colocarse el pañuelo al cuello a Lady Fawns, pasó las yemas de sus dedos por parte de la nuca de ella, mientras sentía como ella se aguantaba las ganas de morderse el labio inferior. Parecía que ella quería decirle algo. Tan solo un poco más…

-¿… conocemos? Me suena su cara…- Escuchó de fondo.

-Yo…- Edythe parecía a punto de preguntarle algo a Leo cuando este vio la duda en los ojos de la joven. Algo había llamado la atención de la mujer, casi presa de los estímulos de Leonardo. Casi había sentido formarse una escena de ambos en su mente. -Cr-creo que estoy algo cansada… y que el champán está empezando hacer mella en mí.- Dijo titubeando, con las mejillas sonrosadas. Saludó con una inclinación de cabeza a alguien detrás de él. -Ha sido una velada exquisita, Conde Blackfield. Estaría encantada de continuar, pero en otra ocasión. Iré a buscar a Everett para volver a casa por hoy, parece que lo dejo en buena compañía. Esperaré otra invitación suya pronto.- Remató mientras se alejaba apresurada entre la muchedumbre.

Leo se giró algo confuso. Habían pasado semanas para lograr que aquella mujer se sintiera cómoda con él, así como su familia lo conociese y se fiase de su buena reputación. Seguía soltero y estaba relativamente bien cotizado en la sociedad, pero la recatada moral inglesa le dificultaba flirtear sin compromiso tan a menudo como le hubiese gustado, y más en especial para hacer que a otros les picase la curiosidad por sus peculiares gustos.
Frente a él se encontraba ¿una? joven, a la que analizó de arriba a bajo con una mirada algo fría. Había ciertas cosas que no acababan de cuadrar ¿Estarían sus sentidos revueltos por la interacción interrumpida con Edythe? Agitó la cabeza para volver en sí y compuso su sonrisa más educada. Cielos, aquella joven había estropeado totalmente su plan para aquella noche, pero no podía permitirse mostrar sus frustración en medio de tanta gente.

-Blackfield. Leonardo Blackfield.- Respondió con cierta brusquedad, pero respiró para serenarse. -Lamento decir que no me suena su nombre, señorita Lamare. Me presentan a tanta gente en tantos eventos que a veces me despisto con las caras.- Eso último era una mentira, solía tener buena memoria con las caras, pero prefería no dejar en evidencia a alguien que decía conocerlo, de nuevo con tanto púbico a su alrededor. La joven parecía bastante delicada, aunque se veía vivaracha y su vestimenta era algo más llamativa de lo que dictaba la norma, como mujer podía permitírselo. Tenía una presencia grácil pero también había algo… sensual en aquella dama. Debía de seguir manteniendo las sensaciones del roce con la señorita Fawns. Se había quedado con hambre… parece que no podía leer bien a Vivienne, y agradeció que le preguntase sobre la ópera. ¡Si, música! Pensó, tratando de serenarse. Frunció un poco el ceño ante la pregunta de los cantantes, recordando a Emil. -Como le comentaba a mi anterior acompañante, ha sido entretenida, pero no ha estado exenta de varias… decisiones singulares en su interpretación. Olivia, bueno, la señorita Mauger es una gran profesional, sin duda una de las grandes cantantes de Áberum.- Fingió descuido al mencionar a la cantante, dejando entrever que la conocía personalmente. -Sin embargo, el señor Havlík, bueno… aún parece tener dificultades para hacer honor al nombre de Orfeo.- Comentó mientras veía a los cantantes tomar algo en la barra. -Vaya, de nuevo disculpe mis modales. ¿Preferiría continuar la conversación tomando una copa, señorita Lamare? Puedo presentarle al dúo, si quiere. Acompáñeme.- Comenzó a caminar hacia la barra sin esperar mucha respuesta, tenía la sensación de que no le diría que no. Aquella joven le transmitía unas sensaciones particulares, conocidas y casi tan singulares como la interpretación de aquella noche. Allí había gato encerrado y creía que la "señorita Lamare" no sabía con quién estaba tratando realmente.

Confiaba en que su "nueva acompañante" se quedase lo suficientemente impresionada con la presentación de los cantantes que lo dejase a él un poco al margen. -Olivia. Emil.- Saludó en voz baja y con una leve inclinación de cabeza. -¿Champán para los cuatro?- Se giró para buscar a Vivienne y asintió para sí sin esperar respuesta. -Champan para los cuatro.- Pidió al camarero.

-Tiempo sin vernos, Conde Blackfield.- Respondió Emil, devolviendo el saludo y agradeciendo la invitación con una inclinación de cabeza y levantando su copa vacía.

-Me alegra verlo, Conde Blackfield.- Comentó Olivia con cierto retintín. -Ya pensaba que había perdido el interés en nuestra trayectoria profesional. ¿Viene acompañado esta noche? Quizás luego podríamos acercarnos todos a tomar algo al loc…-

-No me pierdo ninguna de vuestra obras, si el trabajo me lo permite, claro está.- Leonardo compuso una sonrisa ladeada, con picardía, mientras esperaba a la joven. Interrumpió a la cantante antes de que mencionase 'Le Marguerite' en público y más delante de su acompañante. -Habéis estado sublimes, da gusto veros juntos sobre el escenario. Veo Olivia que has mejorado mucho desde que íbamos a las clases del señor Downer, me alegra ver que todo son buenas críticas y halagos por parte del público.-

-Y rosas. Montones de rosas para la señorita Mauger…- Comentó Emil alzando las cejas y poniendo una mueca de disgusto.

-Yo he escuchado a muchas jovencitas de buen ver hablar de lo encantador que era el nuevo tenor, Emil.- Respondió Leo, dándole un toque en el hombro, con cierta intención. -Ah, por cierto, me acompañaba una joven entusiasta vuestra. Espero no os moleste que la invite a pasar el rato con nosotros.- Se separó un poco de los cantantes para hacer sitio, mientras sonreía para sí. Ya que había estropeado su plan principal para aquella noche, quería ver cómo procedía ante aquello su 'curiosa interrupción'…

Para mi 'curiosa interrupción':
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Mensaje por Jean-Pierre Mar Mar 23, 2021 9:48 pm

Por supuesto, lo que había llamado la atención de la joven que iba con su futuro acompañante era la mirada de "por favor, márchese, sobra en esta conversación" que le había lanzado Jean-Pierre en cuanto se había dado cuenta de que el caballero tenía más interés en aquella joven que en él. Sonrió satisfecho al ver cómo se alejaba, algo confusa, inclinando también la cabeza suavemente. Cómo le gustaba cuando las cosas le salían como quería, y no era que le disgustaran las veladas con más de un acompañante, pero... simplemente, quería a aquel hombre solo para él.

Notó el escrutinio, la confusión, ¿tal vez algo de enfado al haberse ido tan repentinamente aquella mujer? Oh, Leonardo... tenía una voz bonita. Los ojos de Jean-Pierre se abrieron ligeramente, no pudiendo ocultar su sorpresa cuando le dejó caer que conocía a los intérpretes, especialmente a la señorita Mauger.

- Por supuesto -había conseguido su copa. Primer ítem de la lista de "cosas que quiero esta noche" tachada-. Y no se agobie, señor Blackfield, entiendo que a veces recordar tantas caras y nombres puede resultar complicado. Es usted un hombre difícil de olvidar -dijo pícaramente-. Blackfield, casi acierto, estaban pesando en Baskerville o Blackwaters. Confundo fácilmente los nombres ingleses, ¿sabe? Me suenan todos bastante parecidos-soltó una carcajada delicada, siguiendo al caballero que acababa de conocer sin dudarlo.

- Buenas noches, señorita, señor... -hizo una ligera reverencia y compuso su mejor sonrisa. La verdad es que desde el tercer anfiteatro era difícil ver cómo era alguien en el escenario, pero aquel tenor tenía algo exótico, lejano, que le gustaba. Tomó la copa que le ofrecieron. No era vino, pero la noche acababa de empezar, y siempre estaban a tiempo de pedir una segunda botella cuando se acabara la primera.

Una de las cualidades de las que Jean-Pierre se sentía especialmente orgulloso era la de ser un buen conversador. Si se lo proponía, podría hablar hasta con las paredes, y hacerles pasar una velada agradable. Pese a que la actuación del señor Havlík no había sido del todo de su agrado, el francés alabó su buena declamación en los recitativos, y se deshizo en halagos con la señorita Mauger. Poco a poco, el champán iba haciendo su efecto, y comenzó a llamar por sus nombres a los cantantes, a medida que la conversación pasaba de música a cosas más personales y banales. No estaba en absoluto incómodo.

Se esforzó en desviar la conversación hacia directores de orquesta que eran unos tiquismiquis, buscando con ello que tenor y soprano se pusieran a recordar ensayos y otras funciones, pudiendo tener un poco de “intimidad” (en una cafetería rebosante de gente, junto a una pareja un tanto escandalosa –artistas…-), con su objetivo. Su presa esa noche, por así decirlo.

- Ha sido muy amable presentándome usted a sus amigos, señor Blackfield. ¿Puedo llamarlo por su nombre? Si quiere, usted a mí sí, no tengo ningún inconveniente… -se llevó una mano a los labios, y luego la sacudió suavemente-. Puede que se me haya subido un poco el champán, pero, ¡qué más dará! La noche es joven, y tengo ganas de pasarlo bien. No siempre se está en tan buena compañía, ¿no cree? - con la mano con la que sostenía la copa propuso un brindis, y los dos cantantes chocaron las suyas y la vaciaron. Emil pidió otra botella, animado, y diciendo que pagaría él: vino, no quería más burbujas. Olivia se puso a hablar muy animada de un director invitado alemán que hablaba un inglés tan terrible que no le entendía nadie. Montar aquella función sí que había sido un espectáculo, y no lo que hicieron esa semana en el teatro.

- ¿Me permite hacerle una pregunta? - se acercó un poco a Leonardo, y le rozó discretamente la mano, tan solo un segundo, un suspiro-. Antes, Olivia ha mencionado ir a tomar algo, todos juntos. Supongo que a un local. A veces me pierdo un poco con el inglés-. Con la mirada perdida en la alfombra, los ojos entrecerrados y una sonrisa divertida, continuó hablando. Su tono de voz era cada vez más bajo, así que se acercó un poco más. Le hizo un gesto con el índice para que él hiciera lo mismo-. Pero no le dejó terminar la frase, señor Blackfield –hizo una pausa y lo miró directamente a los ojos. Bueno, al ojo. Ese parche hacía que su atractivo aumentara en un 23 por ciento-.  Eso fue un poco descortés por su parte. ¿Es acaso un lugar al que solo los artistas, bohemios e histriónicos, pueden acudir, y por eso le guarda el secreto? ¿O está permitido el acceso al resto de los mortales?
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Mensaje por Leonardo B. Dom Abr 11, 2021 3:21 pm

Leonardo se acomodó, inclinado en la barra, para atender a sus tres nuevos acompañantes. Se sentía impaciente por estudiar las reacciones de la joven Vivienne entre los cantantes. Para su sorpresa, y con cierta decepción, la vivaracha señorita Lamare respondió sin dificultad a la situación. Parecía desenvolverse sin dificultad al entablar conversación con los artistas. Aportaba a la conversación y seguía perfectamente la corriente a los cantantes, ofrecía su opinión sobre la actuación con idea de lo que hablaba, le dolió notar que se alegraba un poco por su interés y dominio en la música.

Los halagos pasaron a conversaciones más distendidas. Vivienne había logrado que los cantantes se relajaran con ella, y aunque Leo ofrecía algunos comentarios estaba más pendiente de aquella joven. Estaba en su salsa, por lo que se vería obligado a forzar más la situación si pretendía librarse de ella. Para su desgracia, había congeniado a la perfección con los músicos sin mayor problema. El alcohol había obrado en su contra, tanto Emil como Olivia estaban muy achispados y aquello no parecía que fuese a ir a menos. Estaban armando un buen jaleo y no creía que toda la gente del local pensase bajar el volumen en un par de horas.

-Ung- se sorprendió cuando Vivienne se dirigió hacia él, haciendo que volviese de remover sus pensamientos mientras toma otro sorbo de champán. A aquellas alturas, ya no le sabía demasiado, pero necesitaba refrescar la garganta de tanto hablar-. Descuide, me alegro que disfrute de la velada. Si usted lo cree apropiado, señorita Vivienne- dijo haciendo vibrar su nombre, como saboreando las sílabas entre los labios-, puede llamarme Leonardo. O solo Leo, como guste-. Acompañó el brindis que proponían con una risa nasal. Por un momento sintió cierta incomodidad al escuchar a Emil pedir una botella de vino, le estaba costando seguir el ritmo de sus colegas y si no espabilaba acabaría soprendiéndoles con su buen aguante con el alcohol. Recordaba a aquel director. La noche del concierto habían acabado bebiendo hasta tarde entre bastidores, y Olivia parecía recordar perfectamente cómo habían acabado junto con Emil saliendo con las primeras luces del alba por la forma en la que le rozaba accidentalmente la pierna a Leo.

Aflojó su pañuelo del cuello y desabotonó su chaleco. El ambiente lo estaba estresando un poco y aunque trataba de aparentar estar algo ebrio, de vez en cuando no podía evitar aflojar su sonrisa, revelando su cansancio. Tocaba intencionalmente el hombro de Emil, le daba algún codazo o con el dorso de la mano en sus antebrazos. Ambos habían acabado remangándose las camisas y eso ofrecía a Leo una vía directa para avivar al joven. Se cortaba más con Olivia en público, aunque las miradas furtivas que se echaban de vez en cuando parecían hablar de viejos recuerdos agradables. En una de las ocasiones en las que necesitaba abstraerse un poco de la conversación, le sorprendió de nuevo la cercanía de Vivienne al notar el roce de su piel en la mano. Aquella joven le estaba pareciendo sumamente escurridiza, había pensado que atendería más a las sutiles insinuaciones de los cantantes, que le prestaban mayor atención con las artimañas de Leo. Sin embargo, la joven había cometido un error con ese sutil gesto, que le había revelado por fin lo que lo estaba confundiendo tanto. -Cielos- pensó-. Eres de los míos-. Le asintió con torpeza, fingiendo confusión, y sonrió para sí con una mueca y cierto alivio, como si se hubiese quitado una astilla largo tiempo clavada en la piel, o quitado las botas tras pasar largas horas de pie, triunfal al descubrir la verdad. El gesto bien podía tomarse como que lo había pillado al tratar de cubrir la frase de la cantante, podía usar aquello a su favor para desviar la atención de la joven.

-Ups- dijo sonriendo con picardía. Aprovechando que Vivienne le pedía un mayor acercamiento, aprovechó a aproximar su cara algo más de la cuenta, casi llegando a rozar sus narices, y rió con timidez mientras dejaba la mirada perdida en sus labios, fingiendo cierto rubor-. Disculpe si la he ofendido, pero…- tomó aire de forma algo entrecortada y lo exhaló ligeramente agitado, aunque despacio, con una ligera pesadez, como si le costase pensar las cosas, mientras  se acercaba un poco más hacia Vivienne- no quería queeee… laaaa… gente… pensase… pensase nada raro- trató de hablar con cierta dificultad. Había observado que la gente una vez se emborrachaba tendía a arrastrar palabras, hacer pausas para pensar quizás lo que querían decir, se reían algo más de la cuenta (si no eran de enfadarse o deprimirse más bien) y alzaban un poco más la voz. Tenía que admitir que aquella no era su mejor interpretación pero tendría que perdonársele el no haber estado ebrio en su vida-. No-no debería comentarlo… Olivia y Emil se pueden… pueden permitirse ciertas… libertades… Ya sabe, son artistas. Per… creo que hay algunos sitios que… Hay lugares en los que no estaría bien… no estaría bien visto ver a… una joven dama- le puso más grande y amable sonrisa de bobalicón. No sabía si ir de joven galante pero juguetón funcionaría con alguien como el individuo que tenía delante.

Había estado atento para su desgracia al tema del local. No podía permitirse llevar a cualquiera. No conocía las intenciones de Vivienne (si realmente era su nombre, que lo dudaba) y podría ser alguien de la competencia, dispuesto a sabotear su trabajo, denunciando las actividades que allí realizaban él y sus trabajadores a los habitantes de Áberum de moral intachable, o solo sabían los hados qué. Necesitaba desviar la atención cuanto antes del local, quitarle la idea de la cabeza, para lo que quizás tendría que enfocarla sobre sí mismo o… -Quizásss… le apetecería… señorita Vivienne, ir a dar un paseo o…- dijo, susurrando a Vivienne, mientras rozaba con la mano discretamente una pierna de Emil, visualizando la mansión de sus padres.

-Ey- interrumpió el joven cantante acercando su cara a la suyas, visiblemente achispado y agitado-. Le decía a Olivia que mi familia está de vacaciones estos días, el piano es todo tuyo. Leo ¿Por qué no os venís y tocas… un poco para nosotros?- dijo sonriéndo, con cierta chispa de deseo en la mirada. Olivia desde atrás parecía igual de interesada que él y nos miraba desafiante a los tres-. Venga, ha pasado largo tiempo desde la última vez que nos deleitaste con tu prodigiosas habilidades manuales- Leo alzó las cejas haciéndose el sorprendido y preocupado de que nadie se diese cuenta en el juego de palabras del cantante.

-Debería irme a casa. Es… tarde y estamos todos demasiado ebrios. No-no creo que toque en condiciones…- miró a Vivienne con una mueca y media sonrisa pícara-. Pero si a Vivienne le apetece escuchar a tres gatos hacer el tonto con un piano, me lo pienso mejor…- Aún recordaba cómo había acabado aquello la última vez que fueron a la casa Havlik, pero en aquella ocasión solo había estado los tres. Esperaba que Vivienne se sintiese o bien muy interesada en seguirles el juego o bien le incomodase tanto que prefiriese dejarlos a lo suyo.

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Mensaje por Jean-Pierre Jue Abr 29, 2021 12:12 am

No sabía si era culpa del champán o de qué, pero aquel hombre le confundía, había algo que se le escapaba, y no acababa de entender qué tenía. Le gustaba, mucho, tal vez demasiado. Algo se le movió en la boca del estómago cuando pronunció su nombre, aunque no fuera el verdadero. Eso eran confianzas que un caballero no debería tomarse con una dama… y eso le gustaba.

- Leo – saboreó su nombre con gusto, seguido del último trago de champán de su copa, que Emil enseguida rellenó con más vino. Hizo un escrutinio rápido de las emociones del tenor, y, efectivamente no tenía nada de raro, solamente estaba cada vez más animado, en parte por el alcohol, en parte gracias a la insistencia de Jean-Pierre, y lo mismo con la soprano. Se los veía muy cómodos, quizás más de lo usual en compañeros de reparto… Estaba casi seguro de que, al menos entre esos dos, habían pasado cosas cuanto menos interesantes. Cuando Leo se acercó a él inspiró profundamente: olía bien. Muy bien. Aunque se le notaba algo incómodo. Sacudió ligeramente la cabeza ante su respuesta, negando suavemente aquella afirmación. Contuvo la respiración unos segundos, como si quisiera retener aquel olor durante un poco más de tiempo. La sonrisa del varón hizo que un escalofrío le recorriera de arriba abajo, y por un momento se quedó con la boca entreabierta. ”¡Céntrate!. Entrecerró los ojos y ladeó ligeramente la cabeza.

- No se confunda conmigo, querido Leo. Soy una dama que también puede tomarse ciertas libertades. No tiene que preocuparse de mí en ese sentido- articuló cada una de las palabras claramente, con deliberada lentitud. Quizás había bebido demasiado rápido la primera copa de vino y ya se le estaba subiendo. Ah, el vino, siempre tan traicionero. Pero aquel cantante tenía buen gusto: quizás no acertaba siempre con la interpretación de su papel, pero con el vino la elección había sido de 10.

La interrupción de Emil le pilló por sorpresa, no lo había visto venir, y eso que estaba pendiente de los dos músicos, esforzándose por hacerlos estar cómodos a su lado, olvidar las estrictas normas sociales y centrarse en beber y pasarlo bien. Era algo que también intentaba hacer con el tenso señor Blackfield, pero no parecía tener el mismo efecto, o al menos funcionar tan rápido… Y no solo el tenor, Olivia también parecía igual de interesada en irse, repentinamente, del teatro a la residencia del tenor.

- Habilidades manuales… - soltó una carcajada desde el fondo del estómago, sobre todo tras notar la mirada apurada de Leonardo. ¡Cómo no se había dado cuenta antes! Por eso sus “encantos” estaban tan torpes con aquel caballero, y él tan espeso. Desgraciadamente para el pobre señor Blackfield, había captado a la perfección el doble sentido en las palabras de Emil- Habi… habilidades manuales - repitió la expresión en francés. No tenía claro en qué idioma le hacía más gracia-. Descuide, Leo, soy una melómana empedernida, no tendré ab-so-lu-ta-men-te ningún inconveniente en escuchar a tres gatos hacer el tonto con un piano.

- ¡Fantástico! – Emil le hizo un gesto al camarero, que acudió enseguida-. Me llevo la botella, espero que no le importe –el trabajador se limitó a mirarlo con expresión impertérrita, no se sorprendió lo más mínimo. Lo más probable es que no fuera la primera vez que alguno de los músicos le hiciera esta petición.
- Y pónganos otra, por favor –se limitó a asentir a la petición de Olivia, y muy servicialmente se la tendió tras abrirla-. Gracias. Para el camino –miró a Jean-Pierre y le tendió el brazo-. ¿Vamos, señorita Lamare?
- Por favor, Olivia, solo Vivienne – le lanzó a Leo una mirada divertida y le guiñó un ojo. ¿Quería jugar a manipular a los demás para intentar hacerle sentir incómodo? ¿Por eso había propuesto irse a un lugar más privado? Por su parte no había ningún problema. Y pensaba enseñarle quién era el mejor haciendo sentir incómodo al otro y jugando con los demás-. ¡Necesito un caballero a mi otra vera, por favor! – Emil se ofreció inmediatamente voluntario, y así salieron los tres del teatro, cogidos de los brazos, con los dos cantantes cada uno con una botella de vino en la mano libre.

El fresco de la noche le sentó francamente bien. Eso y alejarse un poco de Leo, y de su influencia, o lo que fuera que estaba haciendo en la cafetería. Se dejó llevar por las tonterías que estaban diciendo los dos cantantes, y se unió a alguno de los versos de Schubert que cantaron, aunque el alemán no era precisamente su fuerte. La primera botella se terminó casi más rápido que la de champán.

- Yo no voy a poder cantar nada cuando llegue a casa, de verdad. No me veo capaz ni de abrir la puerta.
- Pero si tienes un mayordomomo que te abre la puerta.
- ¿Qué es un mayordomomo? – el tenor estaba realmente confundido. Se paró un momento para dejar la botella muy delicadamente junto a la entrada de una casa, y se unió a las dos mujeres de nuevo, esta vez sin agarrar al francés.
-  Mi pregunta es… - Jean-Pierre hizo una pausa dramática, para que los otros dos le prestaran plena atención. Se soltó de Olivia, quien ya había derramado una parte del preciado líquido de la botella que cargaba por la acera-. No noto al señor Blackfield muy… hm… cómodo.
- Oh, no te preocupes por eso, en cuanto salgamos del escrutinio público, se le pasará, ya lo verás.
- Es una persona a la que le cuesta dejarse llevar, pero cuando se suelta… -parecía que Olivia iba a decir algo más, pero se contuvo. Jean-Pierre enarcó una ceja y soltó una carcajada.
- ¡La noto helada, Olivia! Emil, ¿no cree usted que su Eurídice está congelándose lentamente?
- ¡No puede ser! – el tenor se quitó su abrigo, y rodeó con sus brazos a la soprano, momento que Jean-Pierre aprovechó para ir junto al señor Blackfield.

- ¡Escojan un buen repertorio para interpretar, quiero algún dúo! –les gritó mientras se situaba al lado de Leo y le tendía un brazo, con un gesto un tanto masculino para una señorita.
- Ha sido cuanto menos interesante este cambio de planes. De un inocente paseo a una pequeña schubertiada particular a altas horas de la noche… Me estaba preguntando si usted había tenido algo que ver, si había… influenciado de alguna manera a sus pobres amigos – exageró el tono en las dos últimas palabras, que acompañó de una carcajada suave. En cierto modo, estaba algo nervioso. Hacía tiempo que no coincidía con alguien como él, y la novedad le excitaba. ¿Debería revelar todas sus cartas o todavía no? -. ¿Le pone nervioso tener que tocar el piano ante desconocidos? Olvia y Emil parecen confiar más que de sobra en sus habilidades manuales, y considero que el criterio de la señorita es más que aceptable. Seguro que está usted a la altura, no se ponga nervioso. Y si no… -dejó la frase en el aire, le miró, divertido, y se mordió el labio inferior ligeramente-. Quizás no estoy hablando yo, y está hablando el vino. ¿Quién sabe, quién sabe?

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Mensaje por Leonardo B. Sáb Mayo 29, 2021 4:35 pm

Leo maldijo para sí a los efectos del alcohol en la gente corriente, alzando un ojo ante la mirada de aquellos "tres artistas". Con un sonoro suspiro, se levantó y recolocó los puños de su camisa de algodón, alisó el chaleco y arregló el pañuelo que llevaba al cuello aquella noche. Tras recoger su abrigo, su bastón y su sombrero, siguió raudo al peculiar trío. Por un momento sonrió levemente divertido, aquella escena se le antojó deliciosamente estética: tres jóvenes cosmopolitas, agarrados de ganchete, bajando ebrios las escaleras del teatro una noche de invierno. Sus botas hacían crujir los charcos de hielo, a aquellas horas apenas se escuchaba un alma en las calles. La mayoría de personas decentes hacía tiempo que se habían retirado al calor de su hogares, las no tan decentes podrían estar durmiendo la mona en un bareto, frecuentando algún cabaret o escondiéndose bajo las sábanas de la cama de algún apasionado amante. Si, su propia noche prometía ser mucho más emocionante.

Se alegraba mucho de haberse librado del bochorno de la cafetería. El frío invernal había despejado sus pensamientos y notaba mucho menos peso sobre sus hombros. Claro está, le preocupaba que alguien acabase llamando a la guardia con el ruido que estaba haciendo aquel trío, ya había una botella menos… si bien le habían entrado ganas de acompañarlos al piano con aquella melodía de Schubert. Esperaba que si permitían a los vagabundos merodear alcoholizados por los bulevares, podrían perdonar a dos cantantes de renombre darse una noche de juerga por los barrios altos de Áberum. Casi se lleva las manos a la cabeza al ver a Olivia derramando el vino por la acera. Consideraba seriamente que se había excedido un poco al animar tanto el ambiente para librarse de Vivienne, cosa que por lo visto no había logrado… todavía. De perdidos al río, podía ser una situación tan buena como cualquier otra para recuperar fuerzas y desfogarse un poco. Se estaba frotando los párpados cuando se percató de que Vivienne se acercaba hasta él. Aceptó su invitación a cogerle del brazo y le tendió el suyo con el equivalente femenino, aceptando el "reto".

-¿Una schubetiada a altas horas de la noche? ¡Señorita Vivienne!- Rió su comentario, se preguntaba si ambos estarían pensado en lo mismo o sería una curiosa coincidencia. En seguida cambió su expresión y le dejó hablar. ¿Tendría que suponer que sabía quién o qué era él? ¿Podría fiarse de que no hubiese sentido a otro de su misma especie? Leo sólo había conocido a otra persona con sus mismas capacidades. Margarita lo había sentido al intentar usar sus habilidades contra ella. Le había explicado que obviamente existían más como ellos y que sus capacidades podían verse alteradas o inutilizadas por otro de los suyos, en especial usándolos unos contra otros. Quizás debía dejar claras las cosas ahora y dejar de jugar, quizás se había excedido en efecto al haber involucrado de aquella manera y hasta aquel punto a Olivia y Emil en sus juegos… Pero Vivienne parecía querer seguir con aquella comedia, tenía que admitir que aquel íncubo sabía mantenerse fiel a su papel, pues ahí seguía coqueteando con él. Apretado contra su brazo durante un rato, podía sentir levemente el sutil cambio hormonal. ¿Estaría controlando sus propias emociones? Parecía nervioso, también excitado… ¿Quizás estaba manipulando las suyas? ¿O puede que la forma que percibía él las del otro? Ante todas las dudas que le estaba generando aquello, prefería atacar de frente.

-Créame. El criterio de la señorita y el caballero son más que aceptables. Estoy más que acostumbrado a… tocar ante desconocidos y… no es por presumir, pero se me da bastante bien sacarle su mejor sonido a cualquier solista - miraba al frente, hacia los solistas que se tambaleaban y reían a lo largo de la calle, con una sonrisa entre pícara y orgullosa, esperando que el íncubo volviese a leer entre líneas como suponía había hecho con el comentario de Emil -. No he tenido que persuadir a nadie para que hiciese nada que no quisiera. Sin embargo- retomó, esta vez más serio -tengo que admitir que si he… tirado un poco de sus emociones. No más que la primera vez que me acosté con ellos. A partir de ahí solo es cuestión de remover viejos recuerdos, avivar su deseo, recordar antiguas sensaciones… - Con un suave gesto, acarició la piel del antebrazo del íncubo, deslizando la tela de su ropa que pudiese entorpecerlo, sin cambiar de expresión. No sería tan efectivo al llevar sus guantes puestos, pero confiaba en su acompañante entendiese el propósito del gesto- Estoy pensando que apenas hemos tenido tiempo de conocernos mejor. ¿Qué hay de usted? Vivienne- Pronunció su nombre con retintín, tratando de dejar ver que sospechaba que ese no era su auténtico nombre -. ¿Sabía que es uno de los nombres de la Dama del Lago, o de la hechicera Nimue? Hay quien la relaciona con una de las alumnas del mago Merlín, de las leyendas artúricas, a quién sedujo y después traicionó… - miraba al frente, con su amable sonrisa perfectamente ensayada, imperturbable, aunque sus ojos permanecían más serios- ¿Tiene experiencia quizás en el arte de… la persuasión?- dejó espacio para que su acompañante meditase sobre sus palabras. No le gustaba ser descortés, pero no toleraba que lo engatusasen de forma que pudiese perjudicarle. Seguía sin tener claras las intenciones del íncubo al que se sujetaba del brazo. ¿Realmente podía haber sido aquello algo casual? Lamentaba ofender a alguien sin motivo, pero más se lamentaría si todo aquello no era más que una treta para llegar hasta él. Necesitaba más información, quizás con algunas preguntas más inocentes podría…

-¿Puedo preguntar cuánto tiempo lleva en la isla? ¿Qué le trajo hasta aquí?- Prosiguió mientras paseaban. Las luces de las farolas a ambos lados de la calle titilaban con el aire frío. Los pasos del grupo se escuchaban resonar entre los edificios, así las risas de los dos ebrios solistas. Habían comenzado a repasar la actuación de aquella noche por lo visto. Emil trataba de alcanzar las notas de Orfeo sin afinar y tras las carcajadas de ambos músicos, reanudo la interpretación en falsete, mientras adornaba su actuación con gestos excesivamente exagerados. Leo sonrió al ver que al menos lo tomaba con humor, aunque luego trataría de animarlo un poco más - Yo llevo prácticamente toda mi vida aquí asentado. Creía que me movía en suficientes círculos para haberme topado con más personas como usted, pero veo que me he fijado menos de lo que me gustaría. ¿Cómo está siendo su estancia en Áberum? He visto a mucha gente ir y venir con intención de amasar fortuna, buscando nuevas oportunidades, incluso escapando de su pasado… - dejó las últimas palabras en el aire, para que reposase la gravedad de su tono - Espero que nuestro estilo de vida esté siendo amable con usted. No me gustaría que… bueno, tuviese que llegar a contactar con alguna organización de dudosa reputación.

No era la primera vez que recogía a jóvenes de la calle. Muchas personas eran amenazadas o maltratadas por pandilleros y criminales para que realizasen toda clase de trabajos para ellos. 'Le Marguerite' daba cobijo a mucha gente de la calle que lo necesitaba, hasta que lo dejaba de necesitar. Nunca obligaban a trabajar a quien no disfrutase con su modo de vida, pero no, eso no era lo común. Si aquel íncubo trabajaba para alguien, quizás pudiese tirar del hilo mostrándose preocupado por su situación.

Emil y Olivia se habían parado frente alguna casa. Al verlos acercarse cogidos del brazo, con los roles intercambiados, los solistas los imitaron. Olivia se irguió e inclino en una ligera reverencia, a modo del caballero. Emil replicó a la reverencia como una dama, haciendo como si se inclinase y alzase parte de un vestido invisible, antes de aceptar su brazo. Ambos casi habían logrado aguantarse la risa hasta que Leo y el otro íncubo se acercaban a ellos.


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Mensaje por Jean-Pierre Dom Mayo 30, 2021 7:50 pm

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Mensaje por Leonardo B. Dom Jun 13, 2021 3:16 pm

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Mensaje por Jean-Pierre Miér Jul 07, 2021 6:31 pm

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Mensaje por Leonardo B. Vie Dic 31, 2021 9:03 pm

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