Placeres nocturnos (Jean-Pierre)

Arrastrado por las calles por un amigo a altas horas de la noche, acabo en un local nocturno, ignoro cuál. Según mi acompañante, lo que necesito es correrme una buena juerga. Emborracharme y conocer a alguna mujer que me haga compañía. Según él, eso me quitará todos mis males. Dudo de la efectividad de ese tratamiento. Pero ha sido tan insistente que al final no he podido negarme. Sujetándome por el brazo, me arrastra hasta una mesa y me sienta en una de las sillas. Me palmea el hombro amistosamente mientras se sienta a mi lado.

- No te preocupes por nada. La noche corre de mi cuenta - Levanta la mano para llamar al camarero - Tráenos una botella de tu bebida más cara y fuerte que tengas. Mi amigo está triste y hay que levantarle el ánimo

- No es buena idea…

- Venga, hombre. ¿Dónde está tu sentido de la diversión? Los rusos sois famosos por darle al vodka hasta desmayaros. No me decepciones, amigo - Vuelve a palmearme el hombro

Al final no solo es una botella, sino que las botellas van circulando una detrás de otra. Entre los dos nos bebemos… he perdido la cuenta de las botellas que llevamos. Estoy tan borracho que ya no me salen las palabras en inglés. Lo malo de los rusos cuando bebemos, es que nos ataca la melancolía. Cantamos canciones de nuestra patria. Lloramos. Brindamos por Rusia. Recordamos. Y yo no soy una excepción. Tambaleándome por culpa de la bebida, me subo encima de la mesa y saco mi violín, que siempre llevo conmigo a todas partes, incluso en noches como esta. Mis dedos empiezan a crear magia, haciendo llorar la madera del instrumento. Y lo que es peor, en un momento dado empiezo a cantar, pero no una canción rusa, sino una especie de oración hebrea

Canción

El francés estaba un poco triste aquel día. La señora Jenkins se había tomado unos días de vacaciones, y, por supuesto, le había invitado a pasarlas con ella. Pero claro, su destino había sido París, y él no estaba dispuesto a volver a aquella ciudad ni aunque le regalaran el viaje, así que...
- Otra, por favor- estaba sentado en la barra, alejando a otros solitarios como él que intentaban acercársele. ¡Dios santo, si aquella noche ni siquiera estaba intentando buscar compañía! El camarero chasqueó los labios.
- ¿Está usted seguro? Yo no le veo en condiciones de seguir bebiendo.
- Puede que tenga razón -miró con el ceño fruncido la copa. ¿Cuántas iban ya? ¿Cinco, seis?- Me voy.
El camarero asiente, recoge mi vaso y me despide. El fresco de la noche hace que se estremezca, y avanza lentamente por la calle repleta de bares. Algunos están cerrando, otros todavía están repletos de gente.

Jean-Pierre decidió que sería mejor continuar bebiendo. En casa no le esperaba nadie, excepto su gato. No le apetecía ver la cara juzgadora del felino, mirándole con aquellos ojos azules casi infinitos, reprimiéndole por su borrachera y maullando sin cesar, demandando comida.

Entró en un local al azar, y se dirigió a la barra sin dudarlo. Pidió una botella de vino y una copa, y la mujer rechoncha tras ella, rauda y veloz, le dio lo que pedía. En medio de su ensoñación alcohólica, empezó a percibir el ambiente, y se fijó en un músico que había en una mesa. No solo cómo tocaba el violín, sino su voz. La marea de emociones que emanaba aquel individuo le confundió los sentidos por un momento, hasta tardó en darse cuenta de que en la mesa en la que se encontraba había otra persona.

Antes siquiera de haberlo pensado, Jean-Pierre se había dirigido a aquella mesa, y con una botella en la mano y su copa, se plantó al lado de aquellos dos hombres y en cuanto el músico acabó, dejó lo que llevaba en las manos en la mesa y aplaudió.
- ¡Qué maravilla! Aunque un poco melancólico para una noche de juerga, ¿no creen? -miró con énfasis los vasos vacíos y la botella sobre la mesa-. ¿Me permiten acompañarlos? -sin esperar respuesta por parte de los otros se sentó, se sirvió una copa-. ¿Vino? Aunque veo que ustedes van a por algo mucho más fuerte... Ah, yo no podría haber bebido tanto y seguir en pie, y mucho menos poder tocar como ha tocado usted, señor... ¡Ah! Y qué desconsiderado por mi parte: soy Jean-Pierre de Montblanc, un gusto -y estiró ambas manos, una para cada uno de los presentes.

El silencio se hace en la taberna mientras hago mi gran interpretación. Al terminar, se oyen algunos murmullos de los que se alzan algunas voces.

- ¡Esto es una taberna, no un funeral!

- ¡Toca algo que se pueda bailar!

- ¡Aguafiestas!

Mi amigo tira de mí para bajarme de la mesa y me desplomo en la silla. Todo me da vueltas y tengo dificultades para enfocar los ojos. Ni siquiera me he percatado de los aplausos, y de que alguien acaba de sentarse a nuestra mesa hasta que se dirige a mí, alabando mi canción, aunque haciéndose eco de que es demasiado melancólica. Mi amigo no tarda en tomar la iniciativa con una enorme sonrisa.

- Matt Jones. Es todo un placer, caballero - Le estrecha la mano, y yo hago lo propio - Éste de aquí es mi amigo Mijaíl. Es ruso y judío, pero se le quiere igualmente. Eso sí, procure no pedirle nunca dinero prestado o le sacará hasta los higadillos - Bromea con una carcajada, está tan borracho como yo - Oh, venga, no me mires así, Misha, es una broma. Pero reconoce que cuando se trata de dinero, sois unos agarrados. O eso es lo que se dice - Murmuro unas palabras en ruso. Matt acepta el vino y me sirve un poco a mí también - Será un placer tenerlo entre nosotros. Hemos venido a animar a mi amigo, pero todavía no está lo bastante borracho. O tal vez lo esté demasiado - Vuelve a reír - Pero cuantos más seamos mejor

Cojo la copa de vino y la vacío de un trago. Sonrío al recién llegado.

- On dumayet, chto mne nuzhno khorosho provesti noch'. Chto vy dumayete? My opustoshili vse magaziny v gorode?

Traducción: Cree que necesito una buena noche de juerga. ¿Usted que opina? ¿Vacíamos todos los locales de la ciudad?

Jean-Pierre ignoró los abucheos provenientes del resto de la taberna, e intentó que los dos varones sentados en la mesa se sintieran cómodos. Especialmente el músico. Había sonado muy bien, aunque melancólico, y los presentes no tenían justificación alguna para semejantes abucheos.

- Matt Jones y Mijail - repitió los nombres mientras analizaba toda la información que le estaba dando el interpelado. ¡Qué maravilla el alcohol, cómo hacía hablar a la gente!- No se preocupe, no tengo tendencia a prestar el poco dinero del que dispongo, sea judío o cristiano el individuo que lo pide -se acomodó en el asiento, ufano. Tras mirar la botella con mirada sospechosa, soltó una carcajada-. ¿Qué hace falta para emborrachar mucho a un ruso?

Que el otro cogiera la copa de vino lo pilló por sorpresa. Y  más aún lo sorprendió el idioma en el que le habló.

- No es que sea un ignorante que únicamente hable francés -su acento era más que obvio-, está claro que sé comunicarme en inglés también. También un poco español -añadió con orgullo en ese idioma. Volvió al inglés, para hacerse entender-. Pero... ¿ruso? Hmmm... Privet. ¿Spasibo?-. Jean-Pierre soltó una carcajada y llenó las copas otra vez. Alzó la suya con una amplia sonrisa-. ¿Brindamos? Por una noche de fiesta. ¡Por el alcohol, por las mujeres, y por el vino!

Ah, le hubiera gustado añadir un "¡por los hombres!" en el brindis, pero le pareció poco apropiado.

sploier:

Una enorme sonrisa se forma en mi rostro, y niego suavemente con la cabeza.

- Spasiba - Le corrijo - Es… gracias - Haciendo un esfuerzo sobrehumano, consigo recordar cómo se habla en inglés. Siempre se me ha notado el acento, pero ahora las erres suenan como más fuertes de lo normal, fruto del esfuerzo producido - Más alcohol. Tú hablar ruso perfectamente. Perro no este - Señalo el vino - Vodka. Mucho vodka - Me río y me uno al brindis - Por la gran madre Rusia. Y por el zar. ¡Cabronazo, así ardas en el infierno! - Esto último lo digo en un inglés académico. Vuelvo a vaciar la copa de un trago y me levanto de la silla. Me tambaleo y tengo que sujetarme un momento - Vamos. Este sitio estar muerto. ¡Noche ser joven! ¡A beber! - Me precipito hacia la puerta y salgo

- ¡Así se habla! ¡A continuar la fiesta se ha dicho! - Matt se echa a reír pero de pronto se da cuenta de algo - ¡Misha, espera! Maldito judío, se ha ido sin pagar - Se tensa como un arco y mira de reojo hacia la barra. Sin pensárselo dos veces, tira de Jean y lo arrastra tras él al exterior

- ¡Eh! ¡Vosotros! ¡Volved aquí! ¡Ladrones!

El camarero saca un arma y corre detrás para cobrarse la consumición. Una vez en el exterior, Matt me agarra a mí también y tira de los dos para correr.

- ¡Corred! ¡Corred!

Mira hacia atrás y se ríe. Empieza una carrera para perderle de vista

Spoiler:

- Spasiba-repito con una sonrisa juguetona. El francés se alegró de que volviera al idioma que todos compartían en la mesa. Tomó varios sorbitos pequeños de vino: al sentarse le dio la impresión de que el alcohol se le subía más de golpe, y no le apetecía caer redondo en la mesa. La compañía era grata y le apetecía estar con ellos más rato. Eso sí...
- ¡¿Qué?! ¡Esperad! -cogió la botella de vino a medio terminar, derramando buena parte del preciado líquido por el local que atravesó corriendo arrastrado por Matt-. ¡No, mi vino!

Ya en la calle, el frío nocturno lo hizo volver un poco en sí, y, aunque tambaleante, consiguió seguir el ritmo. Al girarse vio al camarero con un arma, y abrió mucho los ojos.
- ¡No! ¡Señor, no está tan enfadado como cree! ¡No era tanto alcohol! -la capacidad de persuasión del francés produjo efecto durante un breve instante, el camarero estaba realmente enfadado. Pero esos segundos en los que dudó y se quedó parado, confuso y mirando con extrañeza el arma que tenía entre las manos, les permitieron sacarle una ventaja deliciosa.

- Hacía... -resopló, tras la carrera, una vez despistado el pobre hombre al que le acababa de robar un botella de vino-... hacía mucho, y cuando digo mucho es mucho que no escapaba de alguien así -soltó una especie de aullido a la luna, que asomaba tras la chimenea de un edificio-. ¡Vamos! Conozco un local en el que el que una de las camareras está un poco, digamos... -buscó la palabra mientras se mordía el labio, para a continuación sonreír ampliamente-. Digamos que está un poco obsesionada con mi persona y no puede resistirse a invitarme.

- ¡PERO CALLAOS! -gritó un vozarrón femenino desde una de las ventanas de uno de los edificios. Y chof, el contenido de un balde cayó desde un tercer piso.

spoilercito:

Los segundos que Jean-Pierre nos consigue son fundamentales para desvanecernos en la oscuridad, a través de los callejones. El pecho me arde por el esfuerzo. De vez en cuando miro hacia atrás para ver si nos persigue. Pasada la sorpresa inicial, el camarero continúa la persecución, pero cada vez estamos más lejos y su voz termina desvaneciéndose en la distancia. Me echo a reír con fuerza. Hacía tanto que no corría de esa forma, pero curiosamente me siento vivo.

- ¿Y esa… esa camarera tiene alguna amiga? - Sonrío, encantado con la perspectiva de poder tener compañía femenina

Y hablando de compañía femenina, el vozarrón me sobresalta tanto que pego un brinco, apartándome justo a tiempo, pero Matt no tiene tanta suerte. Todo el contenido del balde le cae encima, y enseguida un olor como a cloaca me llega desde él. Le ha tirado un balde de agua sucia.

- ¡SEÑORA, POR FAVOR! ¡ASÍ NO SE TRATA A LOS HOMBRES QUE SOLO QUIEREN EMBORRACHARSE HONRADAMENTE! ¡DEJE DE INCORDIAR! ¡CUENTOS A SU MARIDO SI ES QUE LO TIENE!

Empiezo a reírme a carcajadas mientras un rostro furioso se asoma por la ventana y se encienden algunas luces por el follón que estamos armando. Me sobreviene un fuerte ataque de tos, y tengo que apoyarme en la pared.

- ¿Vosotros habéis visto? ¿Y qué hago ahora?

- Pues… deberías asearte un poco antes de ir a ver a su amiga, o no nos dejarán en paz. ¿Si le tiramos al río crees que se le irá ese olor? - Pregunto a Jean-Pierre, medio en broma medio en serio. Sigo riéndome y vuelvo a toser con fuerza

Al francés no se le escapó la sonrisa de felicidad que se dibujó en el rostro de Mijaíl. Iba a contestarle cuando el cubo de agua y otros elementos cayó sobre el pobre Matt. Jean-Pierre se apartó de un salto y empezó a reirse con sonoras carcajadas. Hacía mucho que no le tiraban una cuba de algo en medio de una noche de fiesta.  Y más gracia le hizo el comentario de Matt.
- Igual ... -dijo entre carcajadas-... igual sí tiene marido y por... por eso está amargada -escuchar las toses del ruso lo sacaron de esa risa febril de borracho. Se frotó los ojos, en los que asomaban unas lágrimas

- ¿Te encuentras bien? ¿Te ha quemado el vodka la garganta? -se acercó a su lado y le dio unas palmaditas en la espalda. Sus conocimientos de medicina eran entre poco y nada, y confió en que esos golpecitos le ayudaran, aunque fuera un poquito. Se giró hacia Matt tras oir el comentario de Mijail. La risa tonta y casi histérica estaba a punto de aparecer otra vez -. ¿Al río? Va a hacer un frío del carajo. Y el río creo que huele igual de mal que él. Quizás, quizás... -sonrió pícaro, viendo como un viandante que va casi tan borracho como nosotros se acerca calle abajo-. Quizás podamos arreglar un poco ese olor. Dadme un momento.

Jean-Pierre se quitó el abrigo, se recolocó el sombrero, se irguió y, con paso firme, se dirigió hacia el caballero tambaleante, que ahora estaba más cerca de ellos.
- Buenas noches, buen hombre. ¿Qué le trae por esta callejuela abandonada? -con un tono zalamero, se situó al lado del desconocido y le pasó un brazo por los hombros-. Le veo muy colorado, ¿no tendrá usted mucho calor con este abrigo? -el hombre le miró confuso y asintió-. Tanto beber, ¿no ve que yo voy casi en mangas de camisa?
- Puede ser... Sí, puede ser - efectivamente, estaba tan o más borracho que ellos. Jean-Pierre hasta se sorprendió, había sido muy fácil convencerlo.
- Permítame ayudarle -le ayudó a quitarse el abrigo-. Mejor, ¿no cree? Ahora ya puede seguir su camino, ligero y fresco.

El hombre siguió andando, y Jean-Pierre se quedó quieto, con su abrigo bajo un brazo y el del desconocido en el otro. Les hizo un gesto a sus dos acompañantes para que se acercaran, y le tendió el abrigo a Matt.
- Creo que mejor esto que lo que llevas ahora mismo, ¿no?

Agradezco el gesto de Jean-Pierre y con señas le indico que no se preocupe, que estoy perfectamente bien. Saco mi pañuelo y me cubro la boca con él. Cuando pasa el ataque de tos, escondo rápidamente el pañuelo para ocultar la sangre que lo ha manchado. Respiro profundamente, y con una sonrisa vuelvo a prestar atención a mis compañeros. Matt está visiblemente enfadado, con el rostro completamente rojo, no sé si de ira o fruto del alcohol, tal vez ambas cosas. Y Jean-Pierre, no sé cómo, le ha quitado el abrigo a un desconocido para ofrecérselo a Matt, una mejor opción que tirarlo al río.

- Qué decepción... - Comento en tono de burla, mirando a mi amigo, que me fulmina con la mirada - Jamás pensé que vería a alguien convenciendo a otro para que le dé su abrigo, estoy impresionado. ¿Lo has hecho otras veces?

- Sí, sí, yo también estoy impresionado. Venga, dámelo, me muero de frío

Le quita el abrigo de las manos y se envuelve en él temblando, su aspecto solo mejora ligeramente, pero al menos no nos impedirán la entrada a ningún local nocturno, o al menos esa es la idea.

- ¿Qué opinas? ¿Le dejarán entrar? Siempre podemos decir que es una nueva moda venida de París - Vuelvo a burlarme, y Matt me da un golpe en el hombro. Me río - Deberíamos irnos antes de que empiecen a llovernos cubos de agua encima. ¿Está muy lejos ese sitio?

Soltó una risotada tal que si hubiera estado bebiendo en ese momento se le hubiera salido el alcohol por la nariz. Asistió a Matt a ponerse el abrigo, como si fuera su sirviente. Añadió incluso una pequeña reverencia cuando el otro ya lo tenía puesto. Se hizo el interesante, evitando dar una respuesta. Cierto era también que se estaba pensando qué iba a contestar a la pregunta de Mijaíl.
- Bueno, podríamos decir que tengo... hmm... una gran facilidad para convencer. Y sí, tristemente lo  he hecho otras veces. Mi vida ha sido muy larga y retorcida ¿sabéis? -soltó una suave carcajada y se volvió a poner el abrigo-. Pobre hombre, se va a morir de frío. No como tú, Matt. Ay, afortunados vosotros que os habéis cruzado conmigo.

Echó a andar con paso firme cuando el ruso mencionó de nuevo los cubos de agua y otros menesteres cayendo de las ventanas. Sus prendas bien le habían valido el sueldo de casi un mes, no quería que acabaran cubiertas de sabe dios qué cosas.
- Venís conmigo, ¡por supuesto nos dejarán pasar! Y si no, me encargo yo de ello - compuso una sonrisa maquiavélica-. Puedo ser muy persuasivo, ya lo habéis comprobado. Pero no, no está muy lejos, quizás unos ¿diez? minutos andando ¡Vamos, vamos! -anduvo a paso apurado, para que el frío no se le colara debajo de la ropa.

El local al que les condujo era un bar cerca del río, en el que se mezclaban los trabajadores de los turnos de noche, los que seguían de juerga como ellos, las prostitutas en busca de algo de compañía y los aristócratas que buscaban alejarse de los estirados ambientes en los que se solían mover.
- ¡Buenas noches! -exclamó Jean-Pierre al entrar, extendiendo ambos brazos sobre la cabeza en un gesto grandioso-. Désirée, una botella de vodka, tres vasos y algo de comer, lo que tengas que te sobre y esté caliente. -dijo en francés a una camarera pelirroja y pecosa, que sonrió tímidamente y enrojeció al verle. Tras la barra había otras chicas trabajando. En el "Pony trotón" nunca faltaban mujeres. El dueño del local se acercó a él y le agarró de un brazo.
- Te fuiste sin pagar la otra noche.
- ¿No pagó la señora Brook? -dijo, con un tono cortante y frío.
- ... Sí - tardó un rato en responder. Jean-Pierre estaba mirandolo fijamente, intentando hacer que la maraña de emociones que sentía aquel hombre, ira y superioridad, mayoritariamente, se disiparan y se convirtieran en culpa. Que el otro le hubiera agarrado del brazo facilitó las cosas. Al cabo de unos tensos segundos le soltó, agachando la cabeza un poco avergonzado por la escena que acababa de montar.
- Ah, cabroncete, que me querías cobrar dos veces por lo mismo. Nos vamos a sentar por ahí, ¿te parece? -el dueño asintió, dejándolos tranquilos. Su tono era otra vez desenfadado-. Oy, a veces la gente es un poco insistente.

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- Habrá que tener cuidado contigo entonces - Bromeo, mientras observo cómo asiste a Matt, e incluso le hace una reverencia. Me echo a reír y nos ponemos de nuevo en marcha

El camino es efectivamente corto. Matt va sacando pecho con su flagrante abrigo nuevo, o mejor dicho abrigo nuevo robado. Por un momento se ha sentido importante, como un auténtico aristócrata. Camina por la calle a grandes zancadas, como si el mundo le perteneciese por completo. Hasta saluda con una floritura reverencia a unos tipos que están cuchicheando en la oscuridad, y que se nos quedan mirando con una expresión difícil de interpretar. La mugre de sus rostros les camuflan en la oscuridad. Por un momento pienso que nos van a atacar o algo, y acelero el paso, pero no se mueven de donde están. Sonrío, sintiendo los latidos de mi corazón. Me resistí al principio, pero estoy pillándole el gusto a esta noche. Entre la carrera, el cubo, y esos tipos, me siento más vivo que nunca. Y la noche no ha hecho más que empezar.
El nuevo local me gusta nada más poner un pie allí. Es cálido, y hay mucha gente de distintas clases sociales. Me fijo en los aristócratas. Si hay aristócratas aquí, es que el sitio está bien. Y por supuesto, las mujeres. Sonrío ampliamente al verlas. Me parecen todas preciosas. Aunque en mi estado de embriaguez, si hay alguna más feúcha, no sabría distinguirla. Bien es sabido que a determinada hora todas las mujeres son guapas. Miro con curiosidad al dueño del local cuando nos recibe de esa manera, y miro de reojo a Jean-Pierre ocultando una sonrisa. Pero todo acaba bien y finalmente terminamos sentados en una mesa con la preciosa Désirée sirviéndonos tres vasos de vodka dejando también la botella encima de la mesa y un poco de guiso que les ha sobrado de las cenas. Cuando pasa por mi lado, la retengo suavemente por la muñeca, llevándomela a los labios para besarle las venas que se pueden apreciar en su pálida piel

- Mercy

Me sonríe, ruborizándose, y la dejo marchar, aunque la sigo con la mirada. Cuando la pierdo de vista, me giro en la silla para ponerme de cara a mis compañeros.

- Hay una tradición rusa que dice que cuando se abre una botella de vodka, ningún hombre puede moverse hasta haberla acabado. ¡Salud, amigos míos! - Bebo mi vaso de un trago, sintiendo el líquido bajar por mi garganta y calentarme el estómago - ¿Os apetece jugar? Podemos ser quienes queramos esta noche. Yo seré el conde Alekséi Vronski, perteneciente a una de las familias más antiguas de Rusia, teniendo el honor de pertenecer a la guardia real del zar. Y acabo de llegar de Moscú para… para…para crear una alianza entre nuestros respectivos países. Os toca - Sonrío

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Ver a aquellos extraños en un callejón oscuro, a los que el ruso hizo una reverencia sin pensar en las consecuencias, le puso nervioso. Un sudor frío le bajó por la espalda durante el tenso momento en el que no pasó nada. Y tras comprobar que esa nada se mantenía estable, volvieron a andar. Se frotó los ojos, recordando otros tiempos en otra ciudad, en la que él había formado parte del grupo de gente turbia en las sombras. Él no era el que tenía la pinta más chunga, pero ahí estaba, destacando entre los muertos de hambre mugrosos de las calles. La repentina alegría de Mijaíl le golpeó como un rayo cayendo de un árbol, y se contagió inmediatamente, despreocupándose del encontronazo.

- Oye, oye, oye -sacudió una mano en el aire al ver cómo besaba el ruso a Désirée- qué lanzado te veo -se quedó con esa emoción, por si acaso es necesario darle un poco de "vidilla" más adente, aunque viendo los derroteros que estaban tomando, no parecía hacer falta-. Caramba, Matt, y eso que pensaba que tu amigo iba a ser el tímido esta noche.  Va, y me roba a mi señorita favorita. Me voy a tener que buscar otra... -lo dijo con un tono un tanto lastimero, pero que dejaba entrever que estaba encantado con la situación, y que no le costaría conseguir que otra muchacha cayera rendida a sus pies.

Jean-Pierre fue más lento a la hora de tomarse el alcohol, tomándolo a pequeños sorbitos, y sintiendo su ardor primero en los labios, luego en la lengua y, al fin, en la garganta y el estómago. Tenía más ganas de meterle mano al guiso humeante que había sobre la mesa. Interrumpió su ataque a la comida con la propuesta del ruso.
- JA - golpeó con fuerza la mesa, entusiasmado-. Me voy a tener que poner a ello, pues. Soy un experto en acabarme botellas de vino, tengo que coger práctica con las de otros alcoholes... -su vaso aún estaba por la mitad. Pensó que poco tenía que hacer contra un ruso-. Yo voy a ser Ludwig van Beethoven. Estoy en esa reunión para la alianza entre países para dar algo de ambiente, ya sabéis, improvisando y esas cositas. Pero en realidad estoy también en una misión secreta, espiando para el emperador, para saber cuáles son vuestras debilidades y puntos débiles -enarcó una ceja y puso cara de interesante-. ¿Quién va a sospechar del músico? NADIE. Oh, no -se quedó serio-. Beethoven está sordo. No puede espiar. Señor Vronski -bajó un tono a su voz, haciéndola más rasposa-, ¿sería tan amable de repetir por tercera vez el número de soldados de los que dispone? Es que la primera y la segunda no los he escuchado bien mientras esto aquí chan chan chan -fingió que tocaba un piano imaginario, casi tirando su vaso sobre Matt, pero parándolo a tiempo-. Ay, ay, perdona, perdona. No te quiero mojar más esta noche.

offffff:

- Pues ya lo ves, y eso que no quería salir esta noche. He tenido que arrastrarlo literalmente - Matt responde con una sonrisa - Habrá que espabilar, amigo mío, los músicos se llevan a todas las chicas. A este paso no nos va a dejar a ninguna

Me atraganto con el vodka por culpa de la risa, vuelvo a toser, pero esta vez por culpa del alcohol. Cuando me recupero, me río con ganas.

- No solo los músicos, los rusos también nos llevamos a todas las chicas. Es verdad que los ingleses tienen fama de ser muy elegantes, al igual que los franceses, pero escuchad esto. Poneos un momento en la piel de una mujer ¿de acuerdo? - Carraspeo ligeramente y les cojo las manos, como si fueran dos mujeres a las que quiero conquistar - Разрисуй мое небо звездами
Так, как ты лишь умеешь, красочно…
Дай вдохнуть мне поглубже воздуха
С ароматом твоим загадочным…
В моем небе они засветятся
Словно сотни ярчайших искорок…
Наши взгляды с тобою встретятся
Отражая любовь и искренность…
Исполняй все мои желания
Ведь они у нас часто схожие…
Предугадывай их заранее
И прочувствуй душой и кожей их…
Огляжу я твое творение
И, одну из звезд сразу выделив,
(С самым ярким из звезд свечением),
Назову твоим дивным именем… - Sonrío - ¿Y bien? No me digáis que no caeríais rendidos ante mí

El juego tiene el éxito esperado. Después de mí, Jean-Pierre toma el rol del prestigioso músico Beethoven. Asiento con aprobación.

- Vale, mi turno - Matt se ríe - Yo seré un duque del imperio austro-húngaro. Y estoy en una misión secreta, pues nos han llegado informes muy preocupantes sobre cierta hostilidad hacia nuestro imperio y tengo que investigarlo

Vuelvo a reírme, porque el juego sigue animándose. Miro a Jean-Pierre, después de haber dado también mi aprobación a Matt, y exagero mi acento ruso, ya marcado de por sí

- Mi querido, mi muy querido señor. El número de nuestras tropas es el orgullo de nuestro imperio. Nada menos que un millón de efectivos custodian nuestras fronteras. Nadie es rival para la gran madre Rusia

traducción:

Miró a Matt, socarrón. ¿Cómo se atrevía a poner en duda (aunque no fuera en serio) su capacidad de consquista?
- Por favor, señor Matt, que soy francés-exageró el acento al decir su nacionalidad, haciendo aspavientos con ambas manos. Mano que enseguida tomó Mijaíl. Le iba a contradecir, pero el ruso siguió hablando. Mientras hablaba, adoptó una pose más femenina y se llevó mano libre a los labios, fingiendo vergüenza.

- Puede ser, puede ser -no había entendido ni una palabra, pero el tono con el que lo había dicho le había llegado al alma. La verdad es que cuanto más tiempo pasaba con aquellos dos, más le estaba entrando por los ojos el músico. Sacudió la cabeza para despejarse. ¡El objetivo eran las mujeres esta noche, no ellos!

- Señor van Beethoven, no cualquier señor. Tráteme con el debido respeto -hinchó el pecho e, imitando a Mijaíl, siguió hablando con un falso y marcado acento alemán-. Permítame tomar nota de un dato de tal calibre. No queremos que ninguna información de esta reunión se pierda. Hay que tomar nota, hay que tomar nota -hizo el gesto de escribir en un papel imaginario-. Gracias, buen señor Vronski, gracias. Pero ya le digo, aquí estamos para firmar la paz, ¿no? -miró con  el ceño fruncido a Matt-. ¿No cree, señor duque austro-húngaro, que custodiar las fronteras no es algo estrictamente necesario?

Jean-Pierre levantó la mano para llamar la atención de la camarera. Desirée se acercó a ellos rauda y veloz.
- ¿Tienes algo dulce, querida? Un pastel, algo de fruta... -la miró directamente a los ojos después de examinarla de arriba a abajo. Aún con la ropa de trabajo, era preciosa-. Alguna compañera que quiera ganarse unas propinas extras...

off:

- Cierto, cierto - Matt adopta una expresión de fingida gravedad - Pero ha de reconocerme, mi querido señor Beethoven, que nuestros respectivos imperios cuentan con gran poderío y territorios y no podemos descuidar su defensa, incluso estando entre amigos. Salud

Me está haciendo muchísima gracia vernos a los tres exagerando acentos y adoptando actitudes propias de hombres de estado. No puedo hablar por el francés, quien es el más caballero de los tres, pero ni Matt ni yo pertenecemos a la alta sociedad, y vernos así, dándonos aires, hinchando el pecho como gallos orgullosos, es digno de enmarcar. Levanto el vaso en el brindis y bebo otro buen trago de vodka. Ignoro cuanto alcohol llevo ingerido ya, pero me siento más vivo que nunca.
Mis ojos se prenden de nuevo en la hermosa Desirée, recorriendo su figura con la mirada. Me recuerda a las chicas de mi tierra y quiero pasar la noche con ella. Ríe divertida con la propuesta y no tarda en volver con un pastel y otras chicas, que se arremolinan a nuestro alrededor. Cojo a Desirée por la muñeca y la siento en mis rodillas. Aparto un mechón de su pelo, acariciando su cuello en el proceso, y le susurro algo en el oído. Vuelve a reír y me susurra a su vez su respuesta

- ¿Y si seguimos con la fiesta en otra parte? ¿Estáis de acuerdo, señoritas?

Se muestran dispuestas y Desirée me coge de la mano, levantándose. Todo el grupo nos dirigimos a la planta de arriba, a un reservado, donde nos instalamos. Una de las chicas se va y regresa con una botella de absenta y vasos para todos.

- ¿Habéis conocido alguna vez al hada verde? - Nos sonríe

off: